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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Arturo García (San Vicente de la Barquera, 1991). Periodista. Me licencié en la Universidad Complutense. Aprendí de los buenos y ahora intento aplicarlo con mayor o menor acierto a otros ámbitos de la comunicación.
Arturo García (San Vicente de la Barquera, 1991). Periodista. Me licencié en la Universidad Complutense. Aprendí de los buenos y ahora intento aplicarlo con mayor o menor acierto a otros ámbitos de la comunicación.

Entrada en razón

21 de julio de 2016

La llegada de los ardientes calores estivales, en vez de inflamar las meninges de los diputados electos induciéndoles al desatino o al empecinamiento en la cerrazón maniquea, parece haber tenido efectos benéficos sosegando sus mentes y abriendo paso a la razón. El pacto a dos niveles, uno visible y otro soterrado, para formar una Mesa del Congreso con mayoría de centro-derecha marca un camino que, de seguir transitado, nos permitirá tener Gobierno a principios de Agosto. Vistas las cosas con la perspectiva de medio año de legislatura abortada y febril, se entiende el fracaso inicial de adaptación de los partidos y sus cúpulas a un Parlamento fragmentado y de manejo incómodo. Después de treinta y cinco años de mayorías absolutas o de pactos del ganador con los nacionalistas -el llamado bipartidismo imperfecto- la irrupción de dos nuevos gallos en el corral y la aparición del pluripartidismo inmanejable, requería un tiempo de ajuste de sus señorías a un escenario tan inédito como complejo. Sabemos por la teoría de la evolución que no triunfan los más grandes ni los más fuertes, sino los que mejor se adaptan y, por tanto, a partir del 20-D no se ha tratado ya de confrontar poderíos o de transferir dinero y competencias a la cleptocracia catalana, sino de ver quién se desenvuelve mejor en el nuevo ecosistema.

 

Desde esta perspectiva, los dos viejos dinosaurios se han visto obligados a ganar agilidad, operación facilitada por su pérdida de tamaño y peso, y los dos vivaces mamíferos entrantes han aprendido, aunque a uno parece costarle más que al otro, a moverse en una jungla en la que un descuido representa ser engullido sin contemplaciones. La actual coyuntura dibuja un cuadro desalentador para Podemos y esperanzador para Ciudadanos, siempre naturalmente que los del equipo naranja desplacen acertadamente sus fichas sobre un tablero resbaladizo y cambiante. Un panorama internacional inestable e inseguro, Brexit, yihadismo asesino incontrolable, oleadas de refugiados desesperados y famélicos, conflicto caótico en Oriente Medio, nubarrones oscuros en el horizonte de la recuperación económica global, unido a otro interno igualmente inquietante, independentismo rampante, pensiones amenazadas, deuda galopante, no favorecen precisamente a formaciones que ofrecen aventuras de resultado incierto, como hacen el profeta coletudo y su corte de matones agrarios, separatistas rabiosos, chavistas desaliñados  y feministas proclives al desnudo torácico en las iglesias. Por consiguiente, podría ser la hora de Rivera si aprovecha con habilidad sus cartas, pese al ligero retroceso del 26-J.

La primera prueba para Ciudadanos será la de aceptar que un apoyo explícito y no meramente pasivo a la investidura de Rajoy les proporcionará relevancia y les ganará el aprecio de sus votantes y de muchos que no les han votado. El factor clave para el futuro de un centro que busca su lugar en el campo de juego es demostrar que sus escaños cuentan, que son decisivos, que los acontecimientos los marca su grupo de treinta y dos representantes y que el que dispone de más peso en la Cámara baila a su compás. Una abstención, desde luego, no produce ese efecto. La segunda consiste en tomar responsabilidades de Gobierno. Ya he escrito, y repito, que al igual que el riesgo para un socio minoritario es ser eclipsado por el que desempeña la Presidencia del Consejo de Ministros y pagar el precio en las próximas elecciones, como ha sucedido en no pocas ocasiones a los Lib-Dem británicos o a los liberales alemanes, también está demostrado que si el mayoritario se encuentra en declive, el pequeño se nutre sobre todo de desencantados de aquél y su líder gana por goleada en carisma y capacidad de comunicación al jefe del Ejecutivo, las oportunidades de crecer compartiendo gobierno se multiplican.

Por supuesto, existe el problema de la afirmación previa repetida hasta la saciedad de que no se apoyará a Rajoy para la Presidencia y de que no se aceptarán carteras, con lo que un cambio en tema tan crucial puede transmitir la impresión de volubilidad o incoherencia. Sin embargo, aquí es dónde se ponen a prueba las dotes de convicción del líder, que debería estar en condiciones de suministrar una explicación plausible a este giro de posición en aras del interés general, de la conveniencia de disponer de un Gobierno de amplia base parlamentaria en un período que se avecina turbulento, de no malgastar energías en esfuerzos inútiles y de la mayor eficacia de impulsar un programa de reformas manejando directamente las palancas del Estado y no desde los bancos de la oposición.

Los siguientes quince días serán determinantes para que España recobre el pulso, los mercados vuelvan a la confianza en nuestro país y por fin nos pongamos a trabajar en lo que afecta a nuestro bienestar, prosperidad y seguridad, y no en lo que interesa a los políticos. Crucemos los dedos y esperemos que continúe la racha favorable iniciada con la entronización de la sensata y apacible Ana Pastor en el sillón curul de la Carrera de San Jerónimo.

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