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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

España cruzada de brazos

24 de mayo de 2016

España tiene 15.7 millones de habitantes inactivos, es decir, personas mayores de 16 años que no trabajan y no son parados. Se trata, pues, de españoles que, pudiendo en principio producir, no realizan actividad laboral alguna ni manifiestan intención de hacerlo. En términos comparativos con el número de ocupados, somos el país europeo con más inactivos. De un total de 38.5 millones que son potenciales trabajadores, contribuyen directamente al PIB desempeñando una ocupación únicamente 18 millones. Así, 46 millones son mantenidos por 18 millones. No se puede decir que mostremos un gran interés por arrimar el hombro, aunque tampoco caben grandes reproches dado que la demanda de trabajo no da para más. La combinación de la crisis económica y el progresivo envejecimiento de la población tiene a España cruzada de brazos. El problema es que semejante situación es insostenible a medio plazo y catastrófica a largo. Los políticos, cuya mirada no alcanza a ir más allá de las próximas elecciones, no hablan de este panorama y se han permitido condenarnos a la parálisis colectiva durante seis meses por su incapacidad para formar un Gobierno estable, dando un espectáculo lamentable que no hubiese sido posible en casi ningún otro Estado Miembro de la Unión.

El inefable Pedro Sánchez ha incluido en su programa, no sabemos si previa consulta con Jordi Sevilla y Josep Borrell, aunque cabe sospechar que no, un nuevo plan E a la Zapatero para crear empleo público especialmente destinado a jóvenes y parados de larga duración. Como no le será posible sufragarlo con déficit porque somos parte de la Eurozona, se propone llevarlo a cabo subiendo impuestos y -música celestial- combatiendo el fraude. En otras palabras que, impermeable a la experiencia, su brillante idea aumentará el desempleo y es bastante probable que también el déficit. Podemos propone medidas similares, pero con mayor intensidad, es decir, prima de riesgo disparada, multa de la Comisión, fuga de capitales y colas aún más largas en las Oficinas del INEM.

Nos movemos entre la socialdemocracia blanda del PP, la socialdemocracia con gotas de liberalismo de Ciudadanos, la socialdemocracia clásica del PSOE y el colectivismo liberticida de Podemos. Algo así como ¿qué prefiere usted, susto o muerte? Puestas las cosas así, pues susto, y si puede ser, lo menos dañino posible.

El origen de nuestros males, y no somos los únicos del mundo occidental en padecerlos, radica en que nuestros políticos o no entienden cómo funcionan los mecanismos de creación de riqueza y empleo o sí los entienden, pero no les da la gana de aplicarlos si colisionan con sus intereses electorales inmediatos o si se ven incapaces de explicárselos a la gente de manera convincente. Es el inconveniente que tiene el haberse dedicado a robar a manos llenas durante décadas, que los ciudadanos, aparte de cogerte una explicable antipatía, no se creen nada de lo que digas.

Nuestro solemne ministro de Economía en funciones ha declarado que ni hay que recortar el gasto ni hay que subir los impuestos, basta con confiar en que el crecimiento espontáneo fruto de la recuperación nos proporcionará el maná que ansiamos. Lo grave de este tipo de pronunciamientos es que Luis de Guindos sí sabe de su materia y, por tanto, juega respecto a Rajoy el mismo penoso papel que jugó en su día Pedro Solbes respecto a ZP, el de encubridor de desaguisados. A los ministros, además de exigirles honradez en lo material, habría que juzgarles también por su honestidad intelectual. Cuando uno falsea la verdad porque es un ignorante, malo, cuando lo hace a sabiendas para complacer al jefe, peor.

La receta que nos curaría de nuestras desgracias, es conocida, y la han repetido muchos predicadores en el desierto. Reformas estructurales que dinamicen la actividad empresarial, reforma de las Administraciones que eliminen las decenas de miles de millones de dispendio inútil, clientelar o puramente comprador de votos, reforma de la estructura territorial que haga al Estado eficiente y funcional, supresión de subvenciones absurdas y acabar con el saqueo del erario de los numerosos Ali Babá que aún pueblan Ayuntamientos, Diputaciones, Autonomías y Ministerios. Esa sí que es una fórmula ganadora y no la persistencia en los mismos errores que nos ofrecen desde las diferentes siglas.

 

Se ha reiterado que nada resulta más fatigoso que luchar por lo evidente, por tanto permítanme que deje de teclear y me tome un respiro. No se inquieten, que volveré.

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