«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuelga tú, no tú

16 de abril de 2015

El amor le coge a una siempre desprevenida. Cuando una se encuentra, superada la treintena, tarareando acordes de Azul de Cristian, hijo de Verónica Castro, la ¿mítica? presentadora mexicana de Galavisión, es un síntoma bastante evidente, pero si se continúa haciendo gorgoritos en la ú de I will always love you ó encontrándole la poesía a Mi limón mi limonero decir que a una le vuelan mariposas en el estómago, es más bien un eufemismo. 

Comprende de repente que el amor llega como una ola, que le dan las 10 y las 11, las 12 y la 1 y las 2 y las 3, que da igual si la suegra le hace mobbing, que vote a Podemos o que sea hijo de un narco colombiano. Se dispone una a enfundarse en un traje de Paintball si él se lo pide o a embarcarse rumbo a la Siria del Estado Islámico por seguirle. Aunque una sea Paris Hilton

Empieza una hasta a comprender a Marisol y su conversión al marxismo,  a Katie Holmes y su incursión en la cienciología. ¡Por ti me comería una placenta! E incluso empatiza con la pasión de la nietísima y el chatarrero. 

¡Azul! Y es que este amor es azul, como el mar azul…. 

Se convierte una a la languidez de Margarita Gautier y al esfuerzo de esconder lo indisimulable se suma el afán de tratar de hablar como una persona normal.  Se ha visto a jefas de recursos humanos de las Big Four, hasta entonces más parecidas a malvadas institutrices, referirse a compañeros de trabajo con los calificativos de cielo, amor, blandipurris, potito y cosa bonita en una misma mañana. 

Vaga una por las salas de los cines comiendo palomitas sin hambre. Despidiéndose en los portales como si nuestro enamorado se largara a Irak, mirando el móvil para comprobar que hay bateria, para comprobar que hay cobertura, para asegurarle, a él, nuestra entera disponibilidad. Porque claro, He is the one

Y sí, señores, volverán las oscuras golondrinas y volveremos a entonar aquello de se nos rompió el amor de tanto usarlo, pero qué bien nos lo habremos pasado hasta entonces. 

 

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