«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Dime cómo vistes y te diré quién eres

11 de febrero de 2016

El smoking: ese atuendo reservado en estos tiempos a galas cinematográficas, debutantes del hotel Crillon, exclusivas de Porcelanosa en ¡Hola!, o fiestas de la Cienciología.. Dresscode horterizado al infinito por nuevos ricos que juegan a ser aristócratas y que han conseguido que los nuevos pobres dejen de usarlo salvo para cenar en el campo.

Ni el escote de Miriam Díaz Aroca, ni las cortinas de Pepe Peñalver con las que Goya Toledo decidió cubrir su escultural figura, ni siquiera la inmolación capilar de Victoria Abril personificada como Pumuky tras una mala tarde con su permanentista… El smoking de Pablo Iglesias centró todas las miradas.

Y no por el simple hecho de que decidiera exponernos al castigo de la mediocridad de su cuerpo escombro. Deslabazado, descuadrado, de pajarita turulata y ya montada con gomilla… Decir que le quedaba como a un camarero de BByC seria una ofensa imperdonable hacia un gremio que lo luce con dignidad y decoro. Hasta ahora Pablo Iglesias tan sólo había tenido de cerca un smoking como nomenclatura impresa en las cajetillas del papel de liar.

Tampoco por ser una prenda en desuso merece ser mancillada por petimetres de ideología revolucionaria y alma pequeñoburguesa en su afán de complacer a sus admirados cejateros, a quienes con este gesto pretendía Iglesias atraer a su causa. La complacencia que sí tuvo con los actores es más grave en cuanto al desprecio que le hizo al Monarca acudiendo a Palacio en mangas de camisa y al resto de los españoles en la imposición de su perroflautismo irrespetuoso, radical e intransigente.

Su incongruencia no es siquiera lo peor, lo terrorífico de todo esto es que Pablo nos ha arrebatado los clichés. Nos ha roto los esquemas. Cualquier día le veremos con Barbour frente al Vips de Lista departiendo amigablemente con el Duque de Alba enfundado en la chompa de Evo Morales.  

Ya no podremos asegurar que cuarentones hoy con aspecto de yuppies no hayan sido ayer okupas del Patio Maravillas. Tampoco deducir que quien luce abarcas durante el periodo estival probablemente habrá estudiado en el  colegio Estudio, que un jersey de cuello vuelto acompañado de una melenita entrecana delata a un fanático seguidor de Luis Eduardo Aute y votante de UPyD o que un abuso de Patrico conduce derechita a una ceremonia nupcial en la que con toda seguridad sonará el himno de España.

Sevillanos de pelo ensortijado podrán de repente ataviarse con guayaberas de hilo peruano y Manu Chao comparecer en su próximo concierto como imagen de Scalpers. Detrás de una camisa de manga corta puede esconderse un aristócrata en lugar de un sindicalista y los bohemios jerseys cruzados de ochos ya no tienen por qué augurar un romance tempestuoso… 

El único que no dio la talla ante el smoking de Pablo Iglesias fue Pedro Sánchez que teniéndolo todo para convertirse en el más deslumbrante prefirió complacer a quien tan sólo le tomó la medida, figurada y literalmente. 

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