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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El factor turco

7 de abril de 2017

Probablemente ningún otro país no europeo, al menos en la mayor parte de su territorio, también islamico, haya tenido una historia tan intensa con tantos pueblos de Europa como Turquía. Desde su nacimiento como Imperio Otomano en el siglo XV fue un poder mediterráneo y continental en el este de Europa. El primer, y hoy por hoy único, país islámico que tiene una clara separacion entre la Iglesia y el Estado desde los años veinte con Attaturk. Es miembro de la OTAN, también el único país islámico no totalmente asentado en Europa. Vecino de Rusia, Irán, Iraq, Siria, ha sido la mayor baza occidental en la zona desde 1940. País candidato para entrar en la UE y con una población turca cercana a los 10 millones que vive en varios países miembro de la Unión. Victima como el que más del terrorismo islámico, y sin partidos jihadistas en su territorio. Un país emergente con economía abierta y libre con acceso a los mercados que dedica el 20% de su presupuesto a Sanidad y Educación, con 10.000 euros per cápita y una tasa de paro del 12%.

Pero la primera visita del  nuevo secretario de estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, ha resultado un fracaso por la guerra en Siria, donde Turquía es el único pais que derribó un jet ruso. Turquía es el mayor receptor de refugiados sirios, más de dos millones, y tiene un acuerdo con la UE para contener el flujo hacia Europa. Sin embargo, los  gobiernos alemán, holandés y danés prohíben a los ministros turcos hablar en público en sus países a los ciudadanos turcos residentes allí. El gobierno holandés expulsó al ministro de Exteriores turco antes que permitirle dar una conferencia sobre el referéndum de reforma constitucional que va a tener lugar en abril. El presidente Erdogán, por su parte, habló de ‘actitudes nazis’ buscando también ventajas victimistas entre su electorado.

El pasado verano Turquía sufrió un intento de golpe de estado; la UE y Estados Unidos fueron más que tibios y lentos en respaldar al legítimo gobierno, quien claramente ha aprovechado la ocasión para atornillar a sus enemigos y reducir la libertad de expresion (más de 5.000 kurdos detenidos desde entonces). El Parlamento Europeo votó en noviembre congelar el proceso de adhesión de Turquía a la UE, sin que el Consejo le haya hecho caso. Turquía y Rusia han llegado a acuerdos sobre Siria, sin la presencia de Estados Unidos ni, desde luego, la Unión Europea. En la conferencia de la ONU sobre la ayuda a Siria de esta semana, Rusia, Turquía e Irán no asistieron a la rueda de prensa.

Los últimos meses están descosiendo una vieja alianza de Occidente con el único país islamico modernizado en esta parte del mundo. La guerra de Siria con el papel que juegan las milicias kurdas en alianza con los norteamericanos distancia a los dos aliados. Junto con la presencia en Estados Unidos de Fethullah Gulen, el clérigo opositor al presidente Erdogan, EE.UU. parece haber aceptado la continuidad del presidente sirio Al Assad, concediéndole una gran victoria a Rusia e Irán frente a la inicial posición turca. Tampoco parece tener en cuenta los recelos turcos sobre una autonomía kurda en Siria. La UE, en vez de jugar un papel conciliador parece haber elegido al gobierno Erdogan como ejemplo de la reducción de la democracia en los países emergentes y varios de sus gobiernos utilizan la pelea con el gobierno turco para ganar votos frente a sus populismos domésticos. Pero la realidad sería más bien que Turquía es un aliado esencial de EE.UU y la UE ante el que no tienen alternativa, tanto por razones de seguridad como politicas y, para la UE, incluso sociales. Si se quiere llevar el desarrollo económico y social al sur del Mediterráneo para evitar una aún mayor explosión migratoria, no hay otro modelo en el mundo islámico no asiático que Turquía. Para EE.UU., el entendimiento coyuntural con Irán, Rusia y la Siria de Assad no durará mucho. Los intereses de poder son difíciles de conciliar.

Nada de esto es secreto. La preocupación europea con la evolución democrática y social de Turquía es sin duda real, pero no es el único caso en que los estándares europeos no coinciden con los de sus aliados o socios de otras latitudes. En Turquía ha aumentado  desde el intento de golpe de estado la represión y disminuido las garantías, pero no hablamos aquí de torturas o desaparecidos, en un país que ha sufrido los mayores ataques jihadistas en este año.

En EE.UU. el tema parece ser puramente la eficacia militar de los kurdos sirios contra el ISIS. Al contrario de lo habitual, los enemigos comunes separan a países que llevan más de 70 años de alianzas. La resolución en dos semanas del referéndum constitucional en Turquía , transformándolo o no en un régimen presidencialista es el siguiente y significativo hito. Hasta ahora Erdogan lleva quince años ganando todas las elecciones, gane o pierda, la UE ha de ser consciente de que la actual deriva no le conviene. EE.UU. lo hará antes, como siempre. Nada apunta que el conflicto chia-suni vaya a disminuir a pesar de una derrota del ISIS. Occidente tiene ahora dos modelos en la zona: Egipto y Turquía. El primero sin economía viable y sin derechos humanos; el segundo, un régimen presidencialista, con economía libre y abierta.

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