«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bien por el arzobispo de Sevilla

El arzobispo de Sevilla, y antes obispo de Córdoba, Don Juan José Asenjo, ha reivindicado la titularidad eclesial de la catedral de Córdoba, una de sus diócesis sufragáneas, acosada hoy por los perroflautas al uso.

En días de escasísima solidaridad episcopal, pese a apariencias más rimbombantes que útiles, como puede serlo la CEE, mientras los obispos de España dejan a hermanos suyos más solos que la una cuando se imponía un cierre de filas ante agresiones inverosímiles e impresentables, -aún se esta esperando una declaración de la CEE en respaldo del ya cardenal Sebastián por defender la doctrina de la Iglesia-,  el gesto del metropolitano de Sevilla cobra si cabe más relieve.

Don Juan José no es un obispo mediático. Serio, sobrio, contenido, con clara conciencia de sus deberes, en principio no encajaba bien con la alegría sevillana. Mucho más de la apariencia que de la profundidad. Mis inicios con él, como obispo de Córdoba, su etapa anterior de obispo auxiliar de Toledo y secretario de la Conferencia Episcopal había sido como debía, discreta, laboriosa y efectiva, fueron arriscados. Posiblemente yo me pasé en mucho, suele ocurrirme, y él no llegó en algo. Perfecto sólo es Dios Nuestro Señor. Pero enseguida me di cuenta de que había en él madera de muy buen obispo y que, además, quería serlo. Creo que lo hizo muy bien en Córdoba y ello le llevó al arzobispado hispalense. Que no era ningún regalo salvo en el oropel de la apariencia.

El nombramiento, en mi opinión, no se hizo bien y a Don Juan José le tocó un calvario. Que llevó de modo admirable. Hasta que por fin le llegó la alternativa. Que tampoco fue nada fácil. Llegaba para sustituir a un maestro en el adorno, las postura, los andares, lejos siempre de los cuernos del toro pero que encandilaba a los sevillanos, y reconozco que es un mérito, una muleta honda, en la cara del toro, que paraba, templaba y mandaba. Con la femoral al hilo de los cuernos. Era el natural frente a la chicuelina. Y los acostumbrados a la floritura le negaron el pan y la sal. Don Juan José venía con mucho arte que dar pero no sabía adornarse. Que en Sigüenza saben poco de adornos aunque mucho de efectivo buen hacer.

El paso del tiempo ha hecho comprender ya a muchos de los que al principio silbaban que en la Maestranza hay un torero cabal. De los que todos los días dan lo que tienen dentro sin esperar a ese toro del lucimiento sin peligro. Y una vez más, ha salido al encuentro del morlaco, resabiado y burriciego, sin darse alivios. Presentándole la muleta de frente. Sin mover los pies. Claro que pudo escurrir el bulto y no comparecer en el ruedo. Sería lo fácil. Que Don Demetrio se las apañara con ese toro que lleva la divisa de la Junta de Andalucía. Cuando un torero se ve en apuros, el maestro, el director de la lidia, suele dejar que algún subalterno salga en ayuda del torero comprometido. Son los que no saben ni quienes son ellos ni lo que es el compañerismo ante las astas de un toro. Don Juan José sabía que el quite era suyo y allí estuvo. Como tiene que estar el maestro. Dando la cara y la vena. No ocultándose en el burladero a la espera de lo que ocurra. Y pareciendo que, sea lo que sea, al maestro le trae sin cuidado.

La Junta de Andalucía y su entorno es una vergüenza de, por el momento, presunta corrupción. Hay que distraer al personal con fuegos artificiales para que no miren a donde deben. Y uno de ellos ha sido el intento de  apropiación de la catedral de Córdoba. Un latrocinio y una amenaza para Santiago, León, Burgos, Toledo,  Sevilla, Salamanca… La de Albacete o la de Huelva seguro que nadie amenaza con expropiarlas. Y una vez más penoso silencio de los hermanos en el episcopado frente a la absurda agresión al hermano de Córdoba. Como antes callaron con Fernando Sebastián, Reig, Munilla, Francisco Javier Martínez, Rouco, Martínez Camino… 

Don Juan José ha dado la cara. Por la catedral de Córdoba. Como debía. Esperemos que se le sumen más. Y mejor en cuerpo. 

En alguna ocasión me he hecho eco de un dicho que circula por ahí. Hay tres cosas inútiles: la lluvia en el mar, la luna de día y la Junta de Andalucía. Ésta última está pasando de inútil a agresiva y amenazante con los sentimientos católicos. Y no sólo por lo de la catedral de Córdoba. 

Tal vez algún comentarista nos salga ahora con que el arzobispo de Sevilla no permite cinco misas por el modo extraordinario en su archidiócesis, me consta por mis amigos sevillanos afectos a ese modo que están encantados con su arzobispo, que nombró canónigo a un impresentable o que mantiene de párroco en los Aljazarres de la Mitación a un indigno del ministerio sacerdotal. Creo que Don Juan José ha hecho muchísimo por mejorar lo que se encontró. Empezando por su seminario. La perfección no se alcanzará nunca. Pero Sevilla ya es otra cosa. Y todavía mejorará más.

http://www.abc.es/cordoba/20140306/sevi-asenjo-mezquita-catedral-201403052156.html

 

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