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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Qué es una política exterior ‘realista’?

16 de diciembre de 2016

Básicamente, una política exterior “realista” consiste en comprometerse solamente con las amenazas reales para la seguridad nacional y nunca con delirantes desarrollos ideológicos que generan muchos más problemas de los que resuelven. Por ejemplo, en el caso de España, no tiene sentido patrullar Afganistán e Iraq cuando nuestra frontera sur se ve amenazada por Marruecos y cuando la inmigración ilegal demuestra todos los días que nuestra frontera sur no es segura. Pero las repercusiones de una política exterior no realista no son las mismas para todos los países. De hecho, hay un país de cuyo realismo depende ahora la paz en el mundo: los Estados Unidos.

 

 

El presidente electo, Donald J. Trump, durante las últimas elecciones, ha transmitido a su pueblo el mensaje que este quería oír, después de ver en miles de ocasiones como sus hijos, hermanos y familiares volvían a casa en bolsas tras caer en una guerra misteriosa en países de los que sabían poco o nada. El consejero de Barack Obama Ben Rhodes denominó sarcásticamente a los ingenieros de esta “brillante” política exterior norteamericana como “the blob” – el amasijo o el borrón- por su presencia transversal y numerosa tanto en el lado demócrata como en el lado republicano. Durante la campaña, Trump reiteró una y otra vez que los estrategas de Bush y Obama había conducido al país a un desastre tras otro, como demuestran las aventuras en Afganistán, Egipto, Iraq, Libia, Siria y Yemen, en donde los EEUU no solo han comprometido su política exterior iniciando multitud de guerras civiles y conflictos, sino que luego esos conflictos han degenerado en grandes catástrofes de masas, debido a la responsabilidad directa de los EEUU y al estúpido servilismo de la Unión Europea.

Además, en Europa los EEUU han intentado integrar a Georgia y a Ucrania en Occidente generando una guerra absurda con Rusia, a quién han provocado extendiendo la OTAN hasta el mismísimo patio trasero de Moscú. ¿Era esto necesario? Desde luego que no bajo una perspectiva realista.

El caso es que la política trazada por los EEUU, tras el 11/S, con uno u otro presidente, ha buscado una hegemonía liberal –en el sentido estadounidense principalmente-, liderada por ellos mismos. La consecuencia de esta estrategia fue que todas las regiones del planeta se convirtieron en relevantes para la seguridad nacional de EEUU y, en la práctica, implicó derribar regímenes e intentar posteriormente arrastrar a sociedades castigadas por la guerra hacia posiciones demócrata-liberales. Esto se ha demostrado como un absoluto fracaso pero el “partido de la guerra” ha abogado hasta ahora, una y otra vez, por sus lamentables recetas. En el colmo del cinismo, se indignan por la supuesta injerencia rusa en las elecciones americanas, cuando los EEUU ostentan el record mundial de injerencia en terceros países a cuenta de su lamentable política exterior. El caso más tragicómico de esto es Ucrania.

Por todo ello, Donald J. Trump debe dar un severo golpe de timón a la pésima política de sus predecesores para no traicionar las promesas realizadas al pueblo estadounidense. En esta línea va el reciente nombramiento del pro-ruso Rex Tillerson como Secretario de Estado. Sin embargo “un grano no hace granero” y es necesario conocer cuales serían las líneas directrices de una política exterior realista para aquél país. Las claves las ha proporcionado John J. Mearsheimer en “Foreign Policy”, el pasado 27 de noviembre, en su artículo “Donald Trump should embrace a realist foreign policy”. La idea de Mersheimer es que los EEUU contribuyan al equilibrio multipolar del mundo, respetando la libre decisión de los países acerca de cómo gobernarse, incluso si la manera en que éstos lo hacen no les gusta. Para ello han de tomar decisiones en tres regiones vitales para su seguridad: Europa, el Golfo Pérsico y extremo Oriente. Pero deben hacerlo de manera muy diferente. En Europa, favoreciendo que los europeos asuman su propia defensa, ya que no se cierne sobre ellos una amenaza real. En este sentido Rusia es demasiado dependiente de los ingresos por gas y petróleo y está a su vez amenazada por un gravísimo problema: el invierno demográfico.

En el Golfo Pérsico, debe favorecer la vigencia del tratado asumido con Irán por el gobierno de Obama. A nadie le interesa más armamento nuclear en la región e Irán se vería forzado a armarse nuclearmente en el caso de percibir unos EEUU amenazantes.

Por último, en Asia se halla el verdadero peligro: el crecimiento económico y militar de China. Es aquí donde, de manera más obvia, la nueva política realista de EEUU necesita a Rusia, como contrapeso de China, pero esto solo será posible si EEUU abandona la ridícula política que ha echado a Moscú en los brazos de Pekín.

El artículo de Mersheimer solo falla en una cosa. Pese a haber sido condenado a las “tinieblas exteriores” por su extenso trabajo publicado en 2007, junto con Stephen Walt, Profesor de Relaciones Internacionales del “Kennedy School of Government” en la Universidad de Harvard, acerca del poder del “lobby” proisraelí en Washington, Mersheimer no señala que los EEUU no deben dejarse nunca más arrastrar por las políticas exteriores israelíes, en absoluto realistas, capaces de arrastrar a toda la región a un conflicto generalizado, y cuyas víctimas principales son los propios ciudadanos hebreos y palestinos, israelíes todos.

Todos estos son los principales criterios de una política exterior “realista” de los EEUU; cualquier otra cosa derivará en sangre, destrucción y un conflicto tras otro. En esencia no difiere mucho de la tradicional política anglosajona de “equilibrio” en Europa, aunque con la amenaza de que, en caso de fracasar, se desencadene un conflicto mundial de mucho mayor alcance que nada conocido hasta la fecha.

Recemos por que Donald J. Trump tenga la suficiente sensatez como para no dejarse arrastrar por los de siempre. En el caso de España, esperemos que nuestra política exterior no se limite como hasta ahora a creer que somos “algo” en la escena internacional por sumarnos a los absurdos y enloquecidos proyectos de terceros. Recuérdese a este respecto la tragicómica foto de las Azores.

A veces recaba más prestigio liderar en los foros internacionales una voz crítica pero sensata que pueda sumar voluntades. Buenas voluntades.

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