«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Barra libre de caldo espartano en Grecia

30 de junio de 2015

Ni las bisabuelas más longevas de Grecia conservan en los arcanos de sus cocinas la receta del caldo espartano, también llamado sopa negra. Gracias a Syriza, a Tsipras y a la UE los griegos tendrán que hacer arqueología gastronómica y rebuscar entre sus trimilenarias ruinas la receta del caldo espartano para hacer frente con valor y coraje, que es lo que la sopa negra les proporcionaba a sus legendarios guerreros, a su ruina presente y futura.

Cuenta la leyenda que el caldo espartano se condimentaba con carne de cerdo, vinagre, sal, hierbas aromáticas y sangre. Su aspecto emplatado (como dicen los cursis) era repugnante, negro, espeso y burbujeante como la gangrena, y su sabor abominable. No obstante era el plato estrella de la Sisitia, la comida colectiva del Ejército espartano. La universalización de lo asquerosito que era el caldo espartano se debe a un sibarita, ciudadano de la colonia griega de Sibaris en la Península italiana, que haciendo turismo en Esparta probó la sopa negra y al final de la arcada que le produjo la ingesta del caldo espartano sentenció: «Ahora entiendo por qué los espartanos están dispuestos a morir en el campo de batalla. Antes la muerte que volver a probar el caldo espartano».

Al igual que la sopa negra, demagogia también es una palabra de origen griego cuyo significado es «decirle al pueblo lo que quiere oír». Exactamente eso es lo que hizo Syriza en Grecia, la cuna de la democracia, para ganar las elecciones: mecer con demagogia al pueblo haciéndole creer que si llegaban al poder bailarían un sirtaki con la deuda, alargarían sine die los plazos de devolución y que Europa se doblegaría ante Grecia, tal y como los persas lo hicieron en Maratón y en Salamina. Tsipras, el flautista de de Syriza, se llevó al pueblo a las urnas, ganó las elecciones y envió a su más aguerrido espartano, el ministro Varufakis, a pedir más dinero con los avales de sus promesas de «ya te lo devolveré cuando pueda y cuando quiera; si es que puedo y quiero».

La UE le enseñó a Varufakis las cuentas pendientes, los plazos y las condiciones para sacar más dinero del cajero automático de Bruselas, así como el futuro que les espera a los helenos si se marcan un «sinpa» de sábado noche. O sea, poner a los griegos a dieta de caldo espartano durante bastantes más años de los que son capaces de contar. Haciendo demagogia con la democracia que ellos inventaron, Tsipras se escuda en un referéndum suicida para disculparse ante Bruselas, argumentando que el pueblo griego no quiere pagar, en tiempo y forma, lo que debe. Tsipras pretende pasar a la historia como un héroe mitológico de la democracia mientras los griegos comen sólo caldo espartano gracias a él y a su demagogia. Todo genuinamente griego. Tan griego como la tragedia de la que no les van a librar ni los dioses del Olimpo, pase lo que pase en el referéndum del domingo.     

.
Fondo newsletter