«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.

Y después del adiós

12 de enero de 2017

E depois do adeus fue la canción de Paulo de Carvalho que, al ser emitida a las 22:55 del 24 de abril de 1974 por la radio lisboeta, sirvió como señal para el comienzo de la Revolución de los Claveles en Portugal. Al amanecer del día 25, obreros, estudiantes y ciudadanos de diversa condición salieron a las calles para protagonizar su propia revuelta, desoyendo las órdenes del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), que pedía que permanecieran en sus hogares, para pilotar el movimiento a su manera, haciendo caer el gobierno salazarista de Marcelo Caetano, para iniciar una transición a un régimen democrático burgués.

Esa misma mañana, una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa con las flores que había retirado de un banquete que no había llegado a celebrarse, escuchó la voz de un soldado que, desde lo alto de un carro de combate, le pedía un cigarrillo. Como ella no llevaba tabaco, le entregó uno de los claveles, que el militar introdujo en el cañón de su fusil. Sus compañeros repitieron el gesto, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, y esa fue la imagen que bautizaría esa Revolución para la historia.

Los claveles rojos que inundaron Lisboa parecían el preámbulo de un régimen marxista, algo que hubiera encantado al ortodoxo Álvaro Cunhal, secretario general del Partido Comunista, que se aprestó a volver a Portugal el día 30 desde su exilio en Moscú. Y así podría haber ocurrido, de no ser que le tomó la delantera su ex alumno Mario Soares, secretario general del Partido Socialista, que llegó a territorio luso un día antes, con tiempo de recorrer las calles lisboetas a bordo de un carro de combate, junto a los soldados, blandiendo sus claveles. Y el pupilo consiguió eclipsar al profesor.

Soares, un socialdemócrata razonable, europeísta y dialogante, pudo ensombrecer al rancio comunista que, pétreo en sus postulados, se negaba a reconocer que los días de gloria de la izquierda más radical quedarían, en breve, para los libros de historia. Ambos entrarían en los gobiernos del Proceso Revolucionario en Curso, tras la llegada al poder del general António de Spínola, que creó una Junta de Salvación Nacional. Pero, mientras Cunhal se extinguía en sus vetustos axiomas, Soares fue capaz de adaptarse a los nuevos tiempos y acabaría siendo presidente por dos períodos.

Aunque hoy en día sea políticamente incorrecto, hay que reconocer que Franco actuó con gran inteligencia y garantizó un proceso incruento en la vecina Portugal. Ignorando las presiones de Estados Unidos, cuyo gobierno temía un giro radical a la izquierda al oeste de la península ibérica, el jefe del Estado español, al que quedaba ya poco tiempo de vida, no quiso ser el brazo ejecutor de Washington mediante incursiones en territorio luso para desestabilizar la Revolución de los Claveles. Manuel Fraga sería el interlocutor de un Henry Kissinger que trasladó a Madrid la preocupación de Richard Nixon, primero, y de Gerald Ford, después.

Ahora, cuando los claveles han acompañado el féretro de Mario Soares, fallecido a los 92 años de edad, los acontecimientos que se vivieron en Portugal hace 43 años permanecen como un recuerdo romántico en la memoria de muchos idealistas, que los evocan en la misma nebulosa que el Mayo francés del 68, la Primavera de Praga del mismo año, o el Cordobazo en Argentina de 1969.

 

Aunque, al igual que en esos y otros muchos movimientos -como el bautizado como Primavera Árabe, por ejemplo-, la gran pregunta que queda es la misma que podemos formularnos tras escuchar la canción que fue la consigna para desatar la revuelta en Lisboa. Tras desestabilizar a los regímenes anteriores, incluso de hacerles caer, de decirles adiós… ¿qué es lo que vino a continuación? La verdad es que Portugal no es el escenario que salió peor parado. Pero ¡qué mejor titulo para una canción que marcó el inicio de una revolución!: Y después del adiós… ¿qué?

.
Fondo newsletter