«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.

El poder de la mentira

19 de enero de 2017

“Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. La frase de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Adolf Hitler, es una realidad indiscutible. No hay más que echar un vistazo a lo que corre por las redes sociales para darse cuenta de que cualquier bulo, sin necesidad de la más mínima comprobación, se convierte rápidamente en una certeza aceptada y asumida por el imaginario colectivo.

La credibilidad que ha alcanzado la mentira en nuestros días es un peligro para nuestra sociedad. A cualquiera se le puede vilipendiar o infamar -lo cual puede arruinar su vida-, sin el temor a que una posterior demostración de que se trata de una falsedad pueda rehabilitar su imagen. Internet y las redes sociales se encargan de divulgar las calumnias y maledicencias con una celeridad y efectividad que nunca alcanza la misma medida a la hora de los desmentidos.

La información, hoy en día, es un caudal inagotable de datos -verdaderos o falsos- que se extiende en una metástasis incontrolable a través de webs, blogs, diarios digitales, enlaces, mensajes de WhatsApp, Twitter, Facebook, Telegram o Instagram. La facilidad de manipulación que ofrecen las nuevas tecnologías ha generado la necesidad de acuñar nuevos conceptos: como “fake”, para refererirse a falsedades publicadas como pretendidamente ciertas; o “meme”, un término ideado por Richard Dawkins en 1976 para referirse a una “unidad de transmisión cultural, o unidad de imitación” que, en la actualidad, define a aquellas fotografías y composiciones con personajes reales pero que han sido manipuladas para alterar su significado.

Al margen del grave daño que esta falta de rigor informativo pueda causar en el honor y dignidad de las personas aludidas, la credulidad colectiva generada por estos nuevos modos de comunicación ha provocado también situaciones divertidas e incluso patéticas. Hace unos días, volvió a circular por internet un titular sorprendente: “Mirar los pechos de las mujeres alarga la vida de los hombres”. La aseveración se sustentaba en un supuesto estudio científico publicado por la prestigiosa revista científica “New England Journal of Medicine”, llevado a cabo en Alemania por la gerontóloga Karen Weatherby. Como pueden imaginar, la noticia es falsa, nunca fue publicada por la reputada revista científica y no hay ninguna gerontóloga conocida que responda a ese nombre. Sin embargo, diversas publicaciones se hicieron eco de la supuesta noticia.

Más grave es que las informaciones sin contrastar sean difundidas por medios pretendidamente serios y que gozan de prestigio. La semana pasada, Donald Trump se negó a dar la palabra al reportero de CNN en su primera rueda de prensa. El conocido canal de televisión había sido el primer medio en hablar de un supuesto informe con acusaciones de todo tipo contra el presidente electo. Pero ni una sola de esas imputaciones ha podido ser demostrada por ningún medio de comunicación. Ignoramos si en el futuro puedan ser verificadas o no, pero la difusión de una noticia no contrastada, y que probablemente sea falsa, ya ha causado el daño.

 

El sector periodístico debe replantearse su política de verificación para evitar perder credibilidad, que es, a fin de cuentas, su valor más significativo. Como dijo el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, “no me preocupa que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. 

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