«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Un premio Nobel, la esclavitud y los cristianos

Hace un año fallecía Robert W. Fogel, premio Nobel de Economía en 1993 por sus aportaciones metodológicas al análisis histórico de la economía. El eco de su muerte entre nosotros fue más bien escaso; nada extraño atendiendo a su campo de estudio. Pero Fogel merece que nos detengamos un momento en sus aportaciones.

 

Robert Fogel fue el pionero de lo que se ha venido en llamar «cliométrica», un enfoque para abordar el estudio de la historia económica basado en datos empíricos y medibles (claro está, siempre que dispongamos de ellos y sean fiables, algo que no es obvio siempre), a veces indirectos. Y fue también el primero en utilizar este tipo de enfoque para el estudio de la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos. Los resultados de su investigación, recogidos en su libro Time on the Cross, causaron cierto revuelo. Lo que Fogel descubrió es que en las plantaciones esclavistas del Sur, con su sistema de división del trabajo, se había creado un sistema de producción altamente eficiente y muy rentable. De hecho llegó a calcular que el trabajo esclavo en el Sur era un 36% más eficiente que el trabajo libre en las granjas del Norte, a pesar de que el suelo en el Norte era generalmente de mejor calidad. Así no es de extrañar que en la década previa a la guerra de Secesión la economía del Sur creciera al doble que la del Norte.

Otro hallazgo controvertido fue descubrir que la mayoría de esclavos negros eran bien tratados por sus amos y que la media de calorías ingeridas y la esperanza de vida eran más altas para un esclavo que para el habitante medio de una ciudad del Norte de Estados Unidos. Fogel llegó a la conclusión de que el sistema esclavista del Sur era sólido, rentable, eficaz y sostenible en el tiempo. Algunos lo interpretaron como una defensa de la esclavitud, algo que ni por asomo pensó Fogel. Al contrario, lo que él sostuvo es que el esclavismo, que él veía como una institución perversa, no entró en declive, no se autodestruyó, sino que acabó por la acción decidida de algunas personas que tomaron la determinación de acabar con él. Fue un economista que descubrió que la vida es más que la economía, y que la oposición a la esclavitud no podía venir de argumentos económicos.

Y aquí llegamos a un nuevo momento políticamente incorrecto, pues Fogel no tuvo empacho en reconocer que esas personas que habían acabado con la esclavitud eran cristianos, y que además esto no era casual: era su fe cristiana la que les animaba en esa lucha. Esto, además, lo decía un judío nacido en Nueva York de una familia de inmigrantes rusos, que había sido activista comunista en la universidad durante su juventud y después había trabajado en el Partido comunista durante ocho años y que, por último, se había casado con Enid Cassandra Morgan, una «afroamericana».

Estamos pues ante un premio Nobel que, sin que sirva de norma, merece nuestra atención, alguien que supo dejar sus prejuicios a un lado y estudiar a fondo un tema y al que le acabó sucediendo lo que ocurre en la mayoría de los casos en los que se actúa de este modo: que se llega a conclusiones sorprendentes y muy, muy interesantes.

TEMAS |
.
Fondo newsletter