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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El 27 de septiembre

14 de enero de 2015

Artur Mas está conduciendo al poble al otro lado del mar rojo, que indudablemente es Podemos. Su estilo de liderazgo es enigmático, no cabe duda. El martes convocó una rueda de prensa, en la que anunció que el jueves convocará una rueda de prensa en la que anunciará lo que al final ha anunciado el miércoles en una rueda de prensa, que convocará elecciones autonómicas el 27 de septiembre. No hay más que hacer una resta quincenal para darse cuenta de que Mas hace coincidir el inicio de la campaña electoral con la diada. Es normal. Si el PNV ha prestado su bandera, una Union Jack decolorada, a las provincias vascongadas, ¿cómo no iba a utilizar Mas una fiesta pretendidamente nacionalista en provecho partidista? Nacionquerencia y partido, ideas, poder y facción, son todo una amalgama en la que los símbolos que se imponen como comunes son un instrumento más para el expolio, que de eso se trata. 

El 27 de septiembre tiene otras ventajas. Ventajas nacionales, claro está, partidistas. Podemos. El mar rojo. Podemos se abre hueco en el reparto de escaños, ocupando un espacio que no estaba en los planes de Mas. De repente, se ha quedado sin mayoría plebiscitaria. Las cuentas ya no salen. Por motivos desconocidos e incomprensibles el PP todavía no ha salido del parlamento catalán, pero Ciudadanos está adquiriendo una fuerza importante. Pero la clave es Podemos, y ese partido es uno de los motivos por los que conviene a Junqueras y Mas retrasar las elecciones.

El 24 de mayo, 264 días después de las elecciones europeas, se celebrarán elecciones locales y regionales en más de media España. Eso quiere decir que Podemos “tocará pelo” en tal o cual ayuntamiento importante, y puede que en alguna autonomía. Y como el escorpión del cuento, dejarán que su naturaleza se manifieste, y les hunda. Vamos a ver todos quiénes son, qué piensan, y qué van a hacer con España si les votamos. Y muchos votantes que tienen ya la papeleta de Podemos en su mano, la dejarán caer en cuanto vean que no son lo que ellos piensan. 

Como ha explicado Pablo Iglesias, la crisis económica ha devenido en crisis política y, al fin, en una crisis de régimen. El nacionalismo, en Cataluña, ha sabido sacar partido del descontento social y del  desprestigio de las instituciones. Podemos se ha interpuesto y ha acaparado la función de ser vehículo de ese descontento, por lo que el partido de Iglesias se ha convertido en el primer enemigo de los nacionalismos. 

¿Cómo encaja la estrategia del PP en todo esto? No le conviene adelantar las elecciones, sino retrasarla todo lo que pueda; al 17 de enero incluso. Primero, porque le conviene que maduren los efectos de la recuperación económica. El crecimiento este año estará más cerca del 3 por ciento que del 2,5 que ya dan por hecho muchos analistas. Segundo porque, como CIU y ERC, tiene que esperar a que Podemos “enseñe la patita” desde el poder local y regional. Y tercero, porque Podemos tendrá que tomar una decisión en Cataluña. Puede optar por la secesión, pero entonces ya puede olvidarse de jugar un papel relevante en unas elecciones generales. 

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