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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El efecto Obama

7 de diciembre de 2009

Si algo puso de manifiesto la campaña electoral de Obama es la configuración del marketing político y electoral como elemento clave para garantizar la victoria. El presidente de los tres prompters, de los discursos impecables y de una imperturbable sonrisa, supo ejercer el papel necesario para despertar ilusión suficiente como para movilizar colectivos que hasta el momento habían permanecido impasibles ante la vida política. Pero la llama de la ilusión tiene sus límites. Aunque puede fundarse en promesas y, sobretodo, en sentimientos, requiere de una base que la mantenga encendida. Y cuando se gobierna, esa base debe ir más allá de la retórica.

Si su elección fue histórica, los resultados que arrojan las encuestas sobre la valoración de su gestión son de lo más vulgar: por debajo de la frontera psicológica del 50%, once meses después de ocupar la Casa Blanca. Conviene señalar que han sido muchos los presidentes que, si bien menos populares, han sabido mantener la aprobación de su gestión por encima de lo que lo hace Barack Obama. Y es que para ello, hace falta gobernar.

Las promesas bastan para ganar elecciones, pero mantener el tipo durante el mandato exige  algo más que recrearse lanzando páginas web .gov o pasear de cumbre en cumbre por los cinco continentes. Hacen falta ideas y hace falta concretarlas.

Conviene, sin embargo, no perder de vista el efecto positivo que en la sociedad norteamericana está teniendo: la desafección hacia su persona y su Administración está teniendo importantes repercusiones en la desafección a las ideas que promueve y representa.

El pasado mes de mayo, Gallup explicaba como por primera vez, desde que existen registros, son más los norteamericanos que se declaran provida que los que lo hacen a favor del aborto. Este cambio histórico se produjo, además, con una diferencia sustancial: un 51% se declara provida frente al 42% que se declara prochoice, cuando el punto más alto alcanzado por los provida hasta la fecha había sido un 46% en el año 2002.

Cambio histórico que no solo se ha producido respecto al aborto. La misma empresa ha presentado durante el mes de noviembre otro dato revelador enmarcado dentro del debate sobre la reforma sanitaria: por primera vez son también más los norteamericanos que opinan que el Gobierno federal no es responsable de garantizar la asistencia sanitaria a todos los norteamericanos.

Obama podrá seguir sacando adelante sus iniciativas legislativas y seguir disponiendo en beneficio de los lobbies que le auparon al poder, pero una cosa queda clara: cada vez que plantea un debate  pone a la mayoría de la sociedad en su contra y, en la calle, lo pierde. El efecto Obama, lejos del entusiasmo que suscitó en su día entre los más cursis, puede acabar transformando la opinión pública norteamericana.

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