«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Feliz lotería de invierno

22 de diciembre de 2014

Hace unos meses Polonia rechazó retirar el crucifijo de sus instituciones con el argumento de que lo católico está en las raíces más profundas de su ser nacional. Allí la Navidad no es el recuerdo de Chencho perdido en la plaza mayor, sino el de las celebraciones clandestinas bajo el comunismo, cuando los sacerdotes y los mineros de Solidaridad se alegraban del nacimiento de un Niño en un establo, para proclamarlo Rey entre todas las repúblicas del Pacto de Varsovia. Años antes, cuando Chesterton viajó a aquel país le recibieron con una frase de luminosidad medieval, de las que tanto gustaba el inglés: “Nos gustaría decirle que es usted el mejor amigo de Polonia, pero no podemos porque el mejor amigo de Polonia es Dios”. Este convencimiento de los polacos de entreguerras -teniendo en cuenta su historia- nos recuerda aquel reproche a lo divino de Santa Teresa: “Señor, si tratas así a tus amigos, no me extraña que tengas tan pocos”. En cualquier caso, los polacos estos días celebran esa amistad como legado espiritual o como evidencia de su idiosincrasia nacional. Eso les hace fuertes, porque la tradición tiene capacidad de innovar y la progresía sólo es plagio.

Aquí la tradición navideña más arraigada pasa por los décimos. Incluso en el caso de que el laicismo se radicalice hasta extremos jacobinos -están en ello-, y prohiban crucifijos y belenes, podemos apostar que el día 22 de diciembre siempre habrá lotería. Puede que en vez de sorteo de Navidad se llame celebración del solsticio de invierno, y que a la vez sea obligatorio participar de alguna religión sincretista, o adorar a la pachamama o cualquier otro rito pagano, pero lotería, oye, como Bécquer, mientras haya gente que quiera vivir mejor de lo que vive, seguro, habrá lotería.

Mark Twain decía que un hombre no debe jugar nunca en dos circunstancias: cuando tiene dinero y cuando no lo tiene. Pero Twain no era español, y no entiende que el gusto por esos bombos en realidad inaugura nuestra historia moderna, que las cortes de Cádiz aprobaron antes la creación de la Lotería Nacional que la mismísima Pepa, o sea, que nos une más San Ildefonso que la Constitución. De hecho, el parlamento catalán acabará proclamándose libre, soberanos, del Barça e independiente, pero nunca renunciarán a participar en la lotería del 22.

A mí, al oír ahora el soniquete de los premios, me pasa justo al revés que a Woody Allen cuando escucha a Wagner. Que me entran ganas de que Polonia nos invada.

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