«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Quiroga está amortizada

5 de marzo de 2014

Después de perder doscientos mil votos se marchó Basagoiti del PP vasco, diciendo que sus hijas se merecían algo mejor que una vida entre escoltas. 

Renunciaba así a la ilusión -quizá bien intencionada, pero tan pueril- de hacer en aquella tierra una política pop, algo etéreo que consistía en tratar de vencer a ETA haciendo como si no existiera, y sobre todo sin interferir en las nunca interrumpidas negociaciones. Más o menos la misma técnica que recomendaban las madres para tratar a los matones del colegio, sin entender que ignorarles no les impedía robar los bocadillos.

Sin embargo Basagoiti no se despidió cantando a Duncan Dhu -cien gaviotas donde irán- sino recordando que la violencia estaba presente y que condicionaba la vida política, hasta convertirla en primera causa de su renuncia. O sea, que por ocultar su fracaso electoral acabó admitiendo lo falaz de su discurso político. Claro que la culpa no era del todo suya, más responsabilidad tenían quienes propagaron la mentira de que ETA ya era sólo un mal recuerdo.

El dedazo divino convenció entonces a Arantza Quiroga para dar la cara. Era -y es- una solución temporal, porque el sorayismo -y esa será su ruina- se muestra tan implacable dentro del partido que no le basta con los leales, los quiere adscritos. Quiroga se ha puesto colorada defendiendo la actuación del gobierno respecto a la doctrina Parot, o Bolinaga, o los desplantes a las víctimas. Casi la vuelven loca con los argumentarios absurdos que le mandaban: si hasta dijo que había quien no quería cambiar -acusando a los que se marchaban a Vox- y a la vez trataba de transmitir que nada había cambiado en la postura del partido. No es una contradicción, son los juegos malabares de quien tiene que defender lo indefendible. Pero no se lo van a agradecer. Debió entender mucho antes que su perfil de madre de familia numerosa no encaja en los aires progres que marcan el rumbo del partido, y para quienes ella sólo es una opusina amortizada que haría bien en  irse a su casa a cuidar de los niños. Contenta puede marcharse si no la acaban llamando histérica y desquiciada, que son las etiquetas que le han colocado a María San Gil.

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