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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Tarjetas opacas Caja Madrid? El Sistema, nada más que el SIstema

En medio del terror creado por la aparición del Ebola en España y la evidencia de una incompetencia manifiesta en todo lo que rodea a su control sanitario y político, España se encuentra en estado de demolición moral por otro suceso que genera una alarma social diferente en lo externo,pero sustancialmente idéntica en lo interior. Me refiero a la historia de las tarjetas de crédito opacas de Caja Madrid-Bankia, que, por si fuera poco, coincide, además, con la condena por prevaricación del Juez Silva, instructor del caso Blesa, y por la noticia de que un histórico dirigente del sindicalismo de izquierdas podría haber ocultado a Hacienda la nada despreciable cantidad de 1,4 millones de euros, que debería —supongo yo— tener ocultos en algún sitio….

Son muchas las derivadas desde las que se puede analizar el escándalo de las tarjetas. La primera, la operativa puramente bancaria. ¿Qué eso de tarjetas opacas?. Pues la verdad es que, a pesar de haber sido presidente de Banesto durante siete años, no tengo la menor idea del procedimiento utilizado. Leo que los gastos de esas tarjetas se cargaban en la contabilidad de la entidad financiera en el apartado “quebrantos”. Supongo yo que serán daños derivados de créditos fallidos, pero es solo imaginación. Podría ser que la operativa fuera la de crear falsos créditos a favor de personas inexistentes y ese dinero embolsarlo en alguna cuenta de modo que cuando los cargos de los gastos —muchos estrambóticos— de los poseedores de esas tarjetas llegaran a la contabilidad, se domiciliaban en esa cuenta. Es decir, que se falseaba el cargo y el concepto. De este modo se permitía no solo el gasto sino, además, que los gastadores no tuvieran que declarar a Hacienda el gasto, de modo que se generaba una impunidad tributaria. La propia entidad, además, deduciría como gasto fiscal, vía quebranto, lo que en realidad era un sobresueldo por el que no practicaban retenciones ni nada parecido. Vamos que el modelo, de ser este, implica falseamiento de la contabilidad, gestación de dinero negro, atribución a determinadas personas con la advertencia —supongo— de que existía en sus gastos “opacidad fiscal”.

A partir de aquí, la calificación jurídico penal es de primero de carrera, así que no voy a detener en ello, salvo ara decir que causa sonrojo la argumentación de ciertos letrados —eso dicen ser— cuando exoneran de responsabilidad penal a determinada persona fundamentando en que su conducta era puramente omisiva, lo que, en primer lugar, no es cierto, porque entre omisión y omisión gastó dinero de ese fondo opaco, y la mejor prueba es que ha devuelto parte, y, en segundo término, una conducta omisiva es delictual, porque permitir el crimen de modo tan grosero es una forma de comisión, incluso podría ser del tipo que los penalistas doctrinales llaman comisión por omisión. Que determinados letrados firmen cosas así genera algo mas que perplejidad, de no ser porque uno no deja de sorprenderse a diario, incluso con actuaciones de ciertos individuos de un cuerpo funcionarial  otrora prestigioso como el de abogados del Estado.

Pero a mi juicio lo mas importante es que el suceso evidencia con una plástica tan obscena como irrebatible el modo de ser y de comportarse de eso que desde 1994 llevo calificando como El Sistema. Porque la característica de casi todos los usuarios de ese dinero negro es la pertenencia a partidos políticos o sindicatos, -además “empresarios del poder”— y conseguir sus puestos desde los que dilapidaban el dinero de la entidad gracias, precisamente, a sus  aristas políticas. Lo de menos es que el partido en cuestión sea PP, PSOE e IU o cualquier otro. Ya he dicho mil veces que entre los partidos aparentemente distintos en lo ideológico, existen zonas secantes comunes que son idénticas. Y este suceso lo evidencia de una manera lasciva y obscena, pero de un grafismo inmortalizable.

Y la pregunta obvia es: ¿cómo pueden ocurrir estas cosas? Pues no es difícil de explicar. El primer soporte de tales conductas es el convencimiento de que los miembros del Sistema son dueños de España. Y como las cajas de Ahorros son un trozo de España, nada despreciable, por cierto, puesto que representaban el 50% del sistema financiero, sobre ese campo abonado sembrarán su actitud dominical. Y como era suyo, ¿acaso algún problema en disponer del dinero de la caja? Pues no. Ellos, los políticos, son los dueños. El dinero es de los españoles, claro, pero eso es solo en el terreno teórico. En el práctico es propiedad de quienes se consideran legitimados, ungidos por esa mentira de ser representantes de la voluntad popular. Es ciertamente lacerante que se utilice la condición de representante de la voluntad popular, para apropiarse del dinero de esa “voluntad” popular que les nombra, gracia un sistema electoral de listas cerradas, dominado en régimen de monopolio por partidos políticos con zonas secantes y apoyado en los medios de comunicación social, que o bien son directamente de ellos, o no les queda mas remedio que plegarse a lo que les digan debido al destrozo de la sanidad de sus balances y cuentas de resultados, que ya no pueden subsistir sin las inyecciones directas o indirectas que provienen del propio Sistema que los sustenta y del que forman parte integrante.

A este modo de entender las cosas le sigue como soporte la conciencia de impunidad. Dado que somos los dueños —dicen— controlamos todos y cada uno de los resortes del poder. De esta manera somos impunes. Es decir, da igual lo que dignan las leyes porque controlamos todos los mecanismos destinados a su interpretación. ¿Cómo es posible que algo así no fuera detectado por el Banco de España? Pues verde y con asas. ¿Y por los auditores internos y externos de la entidad? Igual de verde y con las mismas asas. El Sistema es el dueño del poder. Lo demás, literatura. Así que esa conciencia de impunidad, que se manifiesta en todos los ámbitos de la actuación del Sistema sobre la sociedad civil y en el manejo del poder del Estado, es el soporte ideológico factual a la actuación de esas personas.

En el fondo confían en que esa impunidad  les salve. Sucede que gobierna el PP que, hará lo que les convenga en el plano electoral, sobre todo vista la caída de intención de voto. El Sistema edifica su impunidad real sacrificando en ciertos momentos a determinadas personas cuando lo grosero se convierte en políticamente insoportable. Puede que eso suceda. Puede que no. Pero pase lo que pase las tarjetas de Caja Madrid opacas evidencian de manera, insisto, lasciva, obscena y  lacerante, pero terriblemente elocuente, en qué consiste el modo de pensar y de actuar de muchos de los componentes de eso que llamo El Sistema

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