«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Sergio Ramos o la excepción

23 de enero de 2017

De camino al bar diviso al actor Carlos Santos que presentaba El hombre de las mil caras en la Filmoteca. Lo del Bernabéu, últimamente, no son los Goya pero algún dislate de Ronaldo dirigiendo, como una fuerza del destino, el balón al palo, bregando como La teniente O’Neil en el barro y un Benzema girando entre cuatro del Málaga, como esas tauromaquias de Barceló en las que aparecen múltiples círculos concéntricos, tras la pelota merecía Goya a los mejores efectos especiales. Aquello era como el chiste, entre que tú no sabes y que a mí se me ha olvidado… El hombre de las mil caras era Zidane del blanco al amarillo y al verde en décimas de segundo. Ya en el bar, tengo que apartarme de los expertos futboleros como se apartaba Laura Ingalls de los carros camino de la tienda de los Oleson. Olvídense de esos científicos que hace un año vaticinaban que el fin del Universo podría ocurrir antes de lo previsto. Los tenemos a todos en el Bernabéu (y en el bar), abonados y más pesimistas que Houellebecq. Ojo, primeros en la Liga. Campeones de invierno. Récord de victorias…pero, perdimos dos partidos y… ¡Qué le gusta al aficionado hurgar en la herida con el bisturí, como si el equipo estuviera pidiendo a gritos quirófano! Que son los mismos que veo llegar algún domingo con un libro de Montaigne bajo el brazo… Supongo que está bien zanjar las cosas (¿derrotas?) antes de que tomen cuerpo, pero esta fiebre silbante, en el propio coso, la veo pelín histérica. Aficionados fascinados por la tragedia griega: dioses que luchan, los aman, se odian, los castigan… mientras entran en pánico contemplándolos. Que el Madrid baje el pistón, llevando ventaja, es lo que produce el miedo en el aficionado. Miedo a que no regrese ese Real Alien que iba  matando rivales de uno en uno. Total, impactaron contra un meteorito imprevisto (Sevilla), perdieron casi el rumbo… Tranquilos, parada técnica. Enero, as usual.

Y, arrecian los pitos. De nuevo. Se clavan en el oído como esta semana cada chasquido  de la pala en la nieve. Que, oiga, a veces silbar trae maravillosos resultados. Recuerden que Gloria Van Aerssen se acercó a Carmen Santonja por un silbido y allí nació Vainica Doble: “Estaba silbando Tannhäuser  y nuestra madre se acercó y se unió a ella silbando una segunda voz, y a partir de ese momento se hicieron inseparables”. Aquí hay mucha tensión deportiva no resuelta. Hasta que llega Ramos y deshiela los Polos. Y vuelven los abrazos a la grada, de esos que crujen las costillas. Otra vez, Sergio.  Lo impredecible. Un central pichichi. “Laexcepción es una hermosa novela”, que dijo alguien. Provocando un estremecimiento de placer. Esa cabeza que define aquella frase de Obi-Wan, “la altura es una ventaja”. Afirmaba el maestro Pepe Luis Vázquez que “al toro hay que poderle con la cabeza”. Si Pepe Luis era el Sócrates de San Bernardo, habrá que ir buscándole alias de tronío al de Camas. Y, salió Morata. Esa mirada de extrañamiento de Álvaro cuando Zidane entra en lógica combustión (lógico). Cuando esos ojos azulados del francés se clavan en ti como palillos de dientes, que leíamos en Bukowski. Más de uno haciendo méritos para que el rapapolvo se escuche en la calle Goya esquina con Serrano. Entender lo de Morata lo he dado ya por imposible. Comprendía más a Burt en Enredo cuando pensaba que era invisible tras ser abducido por los extraterrestres. Parafraseando a Nolan en boca de Mathew McConaughey, el Madrid está aquí para ser el recuerdo de nuestros hijos. Pero sin el sentimentalismo de Interstellar. Mientras, seguimos del rock progresivo a Outlandos d’Amour sin despeinarnos.   

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