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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La sonrisa de Zidane

30 de mayo de 2016

Ese galimatías de Mariano Rajoy previo al partido, “tiene que ganar el mejor. Y todo el mundo sabe quién es el mejor. Aunque a lo mejor no coincida con todo el mundo” y esa interminable actuación de una espléndida Alicia Keys, tal vez era el presagio de la Final de Champions tan farragosa y tan rara que disfrutamos el sábado. Hasta, como si de una broma con voluntad de profecía, apareció la falta de Ramos en el ‘92 (totalmente necesaria) que pudo acarrear la victoria atlética removiendo a los hados allá donde estuvieran.

El Real Madrid ya es el equipo con más copas de Europa. Tras un año extraño, esta Champions hay que leerla con el espíritu del viajero, del que hace el camino de Oz por ese trayecto de baldosas amarillas (vale, blancas). Todo un Real Madrid excesivo para sus antagonistas que siguen codiciando  nuestra gloria. ¡Pero si hasta nos recalcan que somos el único club que tiene una cuadrilla de halcones para ahuyentar esas palomas que picotean las semillas en el césped! Por cierto,  el más potente de ellos es un ejemplar árabe de dos kilos llamado Zidane. No digo más.  A toro pasado, resulta raro hablar del carácter pasajero de los triunfos y derrotas, esos dos impostores que afirmaba Kipling, cuando el Real Madrid significa hasta el final, de aquí a la eternidad. Desenvolviéndose con un tempo lento, sobreponiéndose al desgaste físico con un Casemiro colosal cuyo  pundonor y poderío físico no entiende de calambres ni contracturas. Sin olvidar una maquinaria de precisión alemana llamada Toni Kroos.   

Pero, esa sonrisa de Zidane. La serenidad enigmática del sabio. Parafraseando a Umbral, “la sabiduría sonriente”, como definió a Carlos Bousoño. Ha multiplicado la grandeza y el propósito de este equipo en intenciones y en logros. A través de ese dandismo ha ido tejiendo con la poética, ilusión, ensueño y nos ha atado a la gloria.  Zinedine, el único hombre del mundo que ha ganado Copa de Europa como jugador, como entrenador y como segundo entrenador. Es el hombre que lo hace todo. Gana Champions desde todos los sitios donde lo pongas. Hay un hombre en España que lo hace todo, que canta Astrud. Acapara Champions  con la facilidad que mea, que apuntó Miguel Delibes de la escritura de Umbral. El francés, también, con una prosa depurada y precisa. Pero el talento, en definitiva, es una cuestión de insistencia. El escritor ya dejaba caer en una de sus columnas sobre Zinedine, “el balón de Zidane no sólo piensa, sino que es de donde él recibe la luz y aquí se le ve en éxtasis bajo el balón pensante. Hay en ese balón algo de aureola que alude a la gloria”. Umbral…sabía. Y les recuerdo cómo recibió Chirac a Zizou, “eres un hombre de corazón, compromiso y convicción”.  Y es que “sonreír mejor que reír a carcajadas; insinuar y no recargar”, que decían en el ‘Cantar de Mio Cid’.     

Simeone, herido en lo más profundo de su moral, ponía cara del que no recuerda si se dejó encendido el horno. Queda comprobado que de nada sirve alterar el destino, vivir de supersticiones. El destino es caprichoso. Escogió que España librara, nuevamente, la batalla europea entre un insaciable Real Madrid y un Atlético que ansiaba su primera orejona. En la bella Italia, un escenario castizo aderezado de carpaccio, ñoquis, pizzas y remojado con Spritz que olía a belleza, a arquitectura monumental, a la Última Cena de Da Vinci  y…¡ a victoria!  El destino no se prepara, de nada sirve ir contra los hados.  El Atlético ha caído tres años consecutivos ante el mismo rival, el Real. Qué manera de sufrir, qué manera de palmar. No supo apretar cuando el Real Madrid estaba roto. No supo ser ese cazador que respira la herida de su presa. Los blancos adolecían de mordiente, paseaba a veces sustentando su figura y otras  destruyéndola.  Minutos que pasaban peor que la pájara del ciclista. Una pájara que les comía las fuerzas, pero no los arrestos. Nosotros solitos nos metimos en un psicodrama tras el gol de Gareth Bale (yo se lo anoto al de Cardiff) como si un tigre se les hubiera metido en las tripas; un tigre o tres tristes tigres, para completar el galimatías que escribiera mi paisano Jaime Campmany. Europa se nos ponía cuesta arriba, la prosa se iba endureciendo. Había que cincelar, cual Bernini, los presentimientos del laberinto y esa agónica prórroga no vaticinaban lo mejor.  La solución pasaba por coraje, eficacia, acierto y resolución. Y es que hasta el ‘irracionalismo’ más exacerbado tiene su razón, por muy improbable que nos pareciera.  

 

El Cholo, vapuleado, medita su marcha. Por su particular ‘ad calendas graecas’. Con un destino propio aún por desempaquetar, aunque esa espita con forma de gol produjera un entusiasmo irreprimible pero inválido. El fútbol lo ha devuelto al punto de partida.  Aunque el Atlético pertenezca más a una época  nadie les quitará esos momentos de gloria alcanzados de la mano del cholismo y seguirá paseando como Sabina, “mira si soy colchonero que paso por Concha Espina como pasa un forastero”. Nosotros seguiremos por paisajes homéricos, transgrediendo los límites físicos del arte y la belleza. Y despertando recelos al prójimo a lo Churchill: “Hay otra cosa que los ingleses no podremos tener nunca. Una vez le dije que el Mediterráneo, ¿verdad? Pues otra más, ese endiablado Real Madrid”. Y las mocitas madrileñas seguiremos yendo alegres y risueñas porque juega su Madrid.  Como decía el dentudo Ronaldinho, no necesitamos dormir para soñar. Porque los sueños, amigos, se cumplen. 

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