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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Zinedine Zidane y la microeconomía

19 de septiembre de 2016

 

Cuando el sábado abrí mi nevera y comprobé que aquello era lo más parecido al Cuadrado Negro Sobre Fondo Blanco, de Malévich, me acordé de Tebas. Cuando intuí que ni las sobras del espléndido cocido de ayer me daban para las nutritivas croquetas de hoy, me acordé de Tebas. Cuando las dos señoras que estaban delante de mí se empeñaban, por esa Ley de Murphy, en pagar a la cajera con monedas de diez céntimos pensaba, aún más, en invitar a comer a Tebas. Cuando salía cargada con las bolsas, porque una no tiene ese príncipe ni ese dentista que le tenga llenita la nevera, y las metía en el maletero, seguía pensando en invitar a comer a Tebas. Y que me explicara eso de que los chinos andaban como pollo sin cabeza y en un sinvivir, pegados al televisor, viendo el Leganés- Barcelona. Horarios, dice. Nada de interés económico, ¡qué va! ¡los chinos! Ya…

 

A las 13:00 horas frente al televisor. Que la menda es muy obediente. Me he reciclado, a la fuerza ahorcan. Butarque lleno. Algo, estéticamente, hemos ganado: otro estadio madrileño lleno,  nada del desolador Getafe. El Coliseum lo llaman. Ponle nombre si eso.  Como de fútbol, realmente, “no entiende nadie, así que opino sin problemas”, que decía la presidenta del Leganés, María Victoria Pavón, en El Mundo y “es muy fácil hablar de fútbol”, que no lo digo yo tampoco, lo soltó Edgardo Bauza, todos sabíamos que al Leganés le iba a caer la del pulpo. Un correcalles sin proporción ni armonía que hacía temer lo peor. Que es muy bonito salir hecho un valiente, como el 7º de Caballería,  pero ¡ay! qué duro recoger velas cuando el viento sopla a la contra y no tienes la mínima contundencia,  -llámalo calidad, llámalo experiencia-. Un suicidio, vamos. Como sabemos, en la antigua Roma el triunfador desfilaba en un carro con un esclavo a su vera cuya única tarea era susurrar a los oídos del victorioso: “Recuerda que sólo eres un hombre, recuerda que sólo eres un mortal”. Pero como dice mi amiga Ana, “¡y qué si soy mortal! ¡agorero, pesimista! Deja de estropear momentos maravillosos por la pura conjetura imaginación o miedo de que dejen de ser eso, maravillosos”. Prometo que mi amiga Ana no es el entrenador del Leganés. “Palabras, palabras, palabras”, que diría el poeta. Para colmo, la jornada era de sesión continua. Esas cosas de Tebas. Misma película repetida a las 4:15 horas. Mi cara como la de Bill Murray frente a un campo verde eterno. Los del Manzanares dándole la paliza al Sporting. Los de Gijón queriendo poner a prueba las posibilidades terrenales de la felicidad. Desafiar a los dioses griegos y romanos no está al alcance de cualquiera, Abelardo. Querer dar la sorpresa con esos mimbres. Como esa tostada que te hace la pirueta, de repente, en la tostadora. “No abuse, oiga, no abuse”, Rajoyanamente dicho. Apalizar  a un recién subido es como pegar a un padre. Eso está muy feo. Proezas, para algunos, más difíciles de desentrañar que el color de ojos de Renée Zellweger. El reto, en realidad, era despejar incertidumbres, recelos.  La incógnita que sobrevuela sobre Simeone y su singular acortamiento de contrato (de contrato, no penséis mal). Ese abuso en el marcador ni siquiera sirvió como termómetro ante la pseudoespantada del argentino. Fue todo una calidez compartida porque en la victoria todo son abrazos de los de crujir las costillas de puro amor.  El miércoles será otra historia. El hombre de negro es ya el ‘Benjamín Button’ de los contratos. El increíble hombre menguante aquel que rodó Pedro Almodóvar. A más de un aficionado atlético, desde ese jueves, algo le ha empezado a inquietar, atormentar y, sobre todo, a perturbar.

Respecto al líder, me van a perdonar, yo disfruto viendo ganar siempre al Madrid. Aunque su juego no sea para disparar todos los fuegos artificiales que aún queden de alguna mascletà. Aún con esa pesadez en la circulación. Al Madrid le faltó eso que llaman ‘relato’. Vale. Zidane está ganando sin gastar más energía de la que necesita, como el perfecto economista. Ya quisiera De Guindos. Sin perder ni un eón del necesario. La mejor jugada del Real Madrid fue la del segundo gol, el de Benzema y el que sentenció. Se llama microeconomía (ojo cuando llegue la ‘macro’). Porque, en definitiva, todo es como el oficio de escribir, que explicaba Muñoz Molina, “no diferente de crear un paso de danza, una partitura, realizar un descubrimiento científico o levantar una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería”. Armar y culminar con arte el capítulo del domingo para comenzar el del miércoles.  Todo era cosa de once; salvo Ramos, que va por su cuenta. El de Camas podría haber sido el autor de Departamento de Especulaciones con el permiso de Jenny Offill.  Un Benzema resucitado en cuerpo gentil para los ojos maquiavélicos de los que ya lo están arrojando a los leones. Me quedo con el éxtasis canterano, «con orden y bien plantados», que reconocía hasta el propio Quique Sánchez Flores. Hasta Isco haciendo encaje de bolillos por encima de sus posibilidades.  Ese portentoso eje Modric-Kroos. Y, todo, a pesar de la salida obligada por lesión de Casemiro, que casi produce un cortocircuito. Pero es lo que tiene este Madrid: el que sale, mejora. Un Kroos que parece desdoblarse en ese tiralíneas que tiene por pie. Y sin necesidad de calentar previamente porque es una cadena del motor perfectamente engrasada. Que lo de este germano viene de fábrica. Y ojo al bendito problema que le viene a Zinedine, como ya le están vaticinando los agoreros periodistas: el regreso de Keylor. Qué tranquilidad me da saber los dos porterazos que guardan la portería del Real Madrid. Qué tranquilidad de cancerberos. Y qué sabia la mitología.

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