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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Helmut Kohl quería a Viktor Orbán en su funeral, no a Merkel

Conocemos los deseos del finado político por su viuda, Maike, que pese a todo ha acabado cediendo a la 'Realpolitik' y la concordia y se ha inhibido de todo el asunto.

El último deseo expreso del difunto ex canciller alemán Helmut Kohl fue que Viktor Orban, y en ningún caso Angela Merkel, hablara en su funeral. Naturalmente, la canciller alemana hablará en su funeral, no Víktor Orbán.

Conocemos los deseos del finado político por su viuda, Maike, que pese a todo ha acabado cediendo a la 'Realpolitik' y la concordia y se ha inhibido de todo el asunto.

Lo mismo que Otto von Bismark dijo de la elaboración de las leyes y las salchichas -si quieres disfrutarlas, mejor no observes cómo se hacen- puede decirse de la política electoral, es decir, de la política moderna de partidos. Que no se respete la última voluntad de un muerto, especialmente una tan sencilla de cumplir, es el último ejemplo de vileza sonrojante en este terreno.

El caso, lo entendemos, es potencialmente explosivo en cálculos electorales, y las generales que decidirán la continuidad de Merkel están a la vuelta de la esquina. Helmut Kohl lo tiene todo para ser el espaldarazo ideal: murió el pasado viernes -de mortuis nihil nisi bonum-, pertenecía al mismo partido de la canciller, la democristiana CDU y fue el artífice y firmante de la Reunificación de Alemania, separa en dos Estados pertenecientes a universos ideológicos diferentes desde 1945 hasta 1990.

El hecho de que personaje tan emblemático del partido y la política alemana especifique que no quiere que la jefe de Gobierno, sucesora suya y correligionaria, hable en su funeral es un golpe demoledor a la imagen de Merkel; que fuera igualmente específico en su deseo de que hablara Víktor Orbán, primer ministro húngaro y 'bestia negra' de Merkel y todo el establishment mundialista, es un verdadero desastre.

Reclutar a los muertos prestigiosos para las causas de moda no es precisamente estrategia de ayer por la tarde, y la prensa internacional, incluida la española, ha insistido en el papel de Kohl como uno de los 'padres' de esa Europa siempre en construcción que ahora lideran al alimón el triunvirato Merkel-Macron-Juncker. Insinuar que ese campeón del megaestado europeo -del IV Reich, para los más maliciosos- no quería dar protagonismo a Merkel en sus exequias y sí a ese aborrecible soberanista, Viktor Orbán, es un verdadero escándalo.

El caso es que Kohl fue mentor y protector de esa joven promesa procedente de la recién incorporada Alemania comunista, Angela Merkel, y la aupó a la cúpula del partido hasta que la discípula se enfrentó al maestro por una cuestión relativa a la financiación del partido.

Pero -la trama se complica- también fue mentor de otro político venido del frío comunista, este un joven húngaro que había sufrido la represión de su gobierno, Viktor Orbán. 

Pero si los muertos proponen, los vivos disponen. Hablará Merkel, callará Orbán, Kohl será enterrado en un ataúd cubierto, no con la bandera alemana, sino la azul con doce estrellas.

«Debemos a Kohl una ceremonia de Estado europea», ha terciado Jean-Claude Juncker, el jefe del Ejecutivo europeo que ningún electorado ha elegido. «Y me aseguraré personalmente de que la reciba».

Naturalmente, Herr Juncker; como usted disponga.

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Merkel tomará la palabra en el funeral de Kohl, contra la voluntad del excanciller

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