«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cospedal debe restaurar la dignidad de los Ejércitos

18 de enero de 2017

Federico Trillo se ha puesto a sí mismo en muchas situaciones difíciles. El dictamen del Consejo de Estado sobre el Yak-42 parece ser otra, y tiene lugar en un momento malo por varias razones. Incluido su cese en Londres.

 

Hay casualidades, por supuesto. Incluso hay quien cree en ellas. Pero que cese en su puesto de embajador en Londres (nombramiento político, no de carrera) justo al conocerse el dictamen del Consejo de Estado sobre uno de sus patinazos como ministro no parece una casualidad. Tampoco el ilustre prelacial es el más indicado para convertirlo en víctima, porque las víctimas son otras y el las trató no demasiado bien.

 

62 militares españoles volvían de Afganistán el 26 de mayo de 2003. Volaban en un avión alquilado por el Ministerio de Defensa, en vez de hacerlo en un avión de transporte español; y ese avión no cumplía los parámetros de seguridad españoles. Había sido elegido por el Ministerio, y el Ministro eraFederico Trillo. En un Ejército, el mando implica la responsabilidad, y eso es sencillo de entender. Rehuir la responsabilidad propia puede ser hoy en día incluso legal, pero es totalmente impropio de una organización militar digna de tal nombre.

 

Federico Trillo no es una víctima en todo esto. Víctimas del ahorro, la improvisación y el bajo gasto militar fueron los caídos. Víctimas son sus familias. Víctimas fueron y son los hombres utilizados por el ministro en su torpe gestión del caso -la identificación en Turquía y de malas maneras- y luego abandonados. Víctimas fueron y son los Ejércitos, en su honor y su reputación.

 

No será penalmente culpable, que lo digan los jueces. No será moralmente responsable, lo dirá su confesor. Pero si España quiere tener unos ejércitos menos lejanos de los que debería tener, hace falta más gestos como el de la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, y más que gestos hechos. En cambio, sobran comentarios mezquinos de otro ministro lleno de rencores y nostalgias personalísimas, José Bono, a quien las FAS tampoco deben nada bueno y no deben tomar tampoco como alternativa a las miserias del PP. Aparte que, evidentemente, alguien le hablará a él de los muertos del Cougar.

 

Los Ejércitos, el nombre genuino y evocador de lo que la Constitución denomina Fuerzas Armadas, están de moda. España, porque ha elegido que así sea, está empleando como instrumento y escudo sus Ejércitos y, al hacerlo, está pidiendo de los hombres y mujeres en servicio activo un esfuerzo y un sacrificio no siempre fácil. Por ahorro y por política miope, demasiado a menudo deja que su defensa cercana o lejana recaiga sólo en otros, y que sus FAS se empleen lejos de nuestras tierras e intereses.

 

Con todo esto, España tiene hoy las Fuerzas Armadas más ocupadas de su historia reciente, sometidas a ciclos operativos con frecuencia remotos y a períodos de entrenamiento y maniobras casi sin precedentes. Porque así debe ser. Pero también tiene las Fuerzas Armadas más exiguas en número de los últimos siglos.

 

La moderna doctrina militar ha descubierto que la fuerza de un Ejército no reside en el número de combatientes, sino en la potencia de fuego, es decir, en la capacidad de responder con rapidez y contundencia ante todas las situaciones. Al menos eso creen, hasta que la lucha antiterrorista redescubre la necesidad de un despliegue extenso y numeroso dentro de las fronteras. Se cuentan, pues, los hombres y los medios. Y en ese sentido los planes del ministro Trillo y los del ministro Bono quedaron en nada.

 

Ahora bien, lo que se sabe en los Ejércitos desde mucho antes de que Trillo vistiese uniforme es que más importante que el número, y más importante incluso que los medios, es el espíritu. Durante demasiados años las Fuerzas Armadas han sido despreciadas, ridiculizadas y postergadas ante el pueblo español. Políticos sin escrúpulos han querido romper el nexo espiritual entre Pueblo y Ejército, y han deseado privar así a los defensores de España de una razón para combatir. Sin razón y voluntad de existir, los Ejércitos más numerosos y mejor equipados serían inútiles. Sin dignidad y sin moral, sin espíritu, ninguna unidad militar subsiste.

 

 

Junto a la ilusión del amor del pueblo, junto al cariño sentido en las ocasiones más dolorosas, junto a las nuevas misiones y a los nuevos medios y retos, los Ejércitos necesitan recuperar su dignidad, su espíritu. La política de bajas a los militares que han cumplido cierto tiempo de servicio, política economicista pero miope, está creando profundo malestar en un colectivo disciplinado y taciturno por definición. No basta fomentar colocaciones civiles ni créditos blandos, pues se trata de dar dignidad y prestancia a quienes dieron sus mejores años de juventud a la Patria. 12 años de servicio, o 35 años de edad, no cancelan un espíritu militar; pero la torpeza política y administrativa sí pueden crear inquietudes indebidas. Que Cospedal lo resuelva y que se le den, además de los medios, el espíritu que falta. Sin politiqueo barato.

.
Fondo newsletter