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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La caída de la derecha según Gramsci

30 de enero de 2017

El último número de la revista de FAES, fundación presidida por José María Aznar, dedica ocho páginas a glosar la figura de Antonio Gramsci. Incluso Rita Barbera en su última rueda de prensa antes de su fallecimiento, justificándose ante el acoso de la izquierda, recomendó leer a Gramsci, tratando de hacer pedagogía para que la gente fuera consciente de que todo obedece a una estrategia de superioridad moral de la izquierda que transforma los hechos a su propio interés.

Antonio Gramsci nació en Cerdeña en 1891 y murió en Roma el 27 de abril de 1937. Fue un político, pedagogo, filósofo y teórico marxista italiano. Llegado a Turín en 1911, se hace miembro del Partido Socialista, y más tarde del comunista, del que llegaría a ser uno de los principales representantes durante los años veinte.

La gran aportación política filosófica de Gramsci se puede resumir en la siguiente frase: “Donde reina una atmósfera cultural específica, no es posible la toma del poder político sin ocupar antes el poder cultural”.

Por ello el planteamiento de este político era, a diferencia de los comunistas rusos, que el poder cultural es superior al poder del Estado para hacer la revolución. 

Para Gramsci la subversión política no crea una situación, sólo la consagra. “Un grupo social puede e incluso debe ser ya dirigente antes de haber conquistado el poder gubernamental: es una de las condiciones esenciales para la conquista de ese poder”. 

Gramsci era un absoluto convencido de que la preexistencia de un substrato cultural diferenciado y de una comunidad que lo haga suyo es necesario y fundamental para el desarrollo de un movimiento político viable.

Los pensadores de la nueva derecha atribuyen a la metodología de Gramsci una efectividad también aplicable al espectro político contrario al autor, y recomiendan aplicar ciertos métodos de Gramsci a la derecha para arrebatar el monopolio cultural, social y moral a la izquierda para luego recuperar el poder político.

España en el imaginario

El trabajo de la izquierda para asentar esa superioridad moral y ese entrismo social y cultural, ha sido constante desde hace cuatro décadas en España. Alfonso Guerra ya dijo que “a España no la iba a conocer ni la madre que la parió”. 

Las políticas en educación, sociedad y cultura han ido orientadas, los 23 años de socialismo, por esa voluntad gramsciana de cambiar la sociedad a largo plazo a través de la hegemonía del poder cultural. En frente se han encontrado muy poco y muy acomplejado.

La izquierda, de manera coherente, ha luchado por el mantenimiento del monopolio cultural, con uñas y dientes, acabando con cualquier resistencia en el camino. 

Frente a ese empuje de la izquierda, la derecha tuvo un momento de reacción en la segunda legislatura de Aznar y, sobre todo, en las dos legislaturas de Zapatero, donde hubo una reactivación de respuesta social, mediática y cultural de la derecha social frente a las políticas de ingeniería social de ZP.

Esa derecha social en la calle, junto al apoyo mediático del Grupo Intereconomia y de Federico Jimenez Losantos en la Cope, entre otros, fue el salvavidas del Partido Popular después de la derrota política posterior al 11 de marzo, sin ella el Partido Popular hubiera desaparecido bajo la bota de Zapatero. 

A partir de la victoria descomunal de 2011 de Rajoy, el propio PP comienza a dilapidar todos los resquicios culturales de resistencia política y social de esa derecha en la que se había apoyado. El PP asume todo el plantel ideológico de Zapatero, no derogando absolutamente nada. El PP desprecia a todos los Movimientos Cívicos netamente de derechas y asume el ambiente cultural progresista, así como sus valores.

Políticos tecnócratas y grises, consideraron que la lucha cultural, la batalla de las ideas es una batalla absurda, en un mundo donde lo importante es únicamente la economía, consideran que defender valores es incomodo y además perjudica los negocios pues lo importante es que esto siga sin conflictos. 

Y con el anterior pensamiento de una derechita centrista, absurda, apolillada, acomplejada y cobarde, hemos desembocado en la España de 2017 donde el PP es un pollo sin cabeza, bloqueado ante su derrumbe a medio plazo, la única esperanza es la casi imposible e improbable resistencia interna en el PP, o formaciones políticas embrionarias que aun deben desplegar un desarrollo cultural, comunitario y social, además de político, a medio plazo.

En frente tenemos una izquierda, que es postmoderna y radical, que controla culturalmente España, que ha recuperado brutalmente poder político municipal y autonómico, y que tiene una estrategia clara para conquistar el Estado frente a un bloque tecnocrático representado por PSOE-PP y Cs.

Gramsci tenía razón y sus correligionarios le hicieron caso. Otros sólo leen el Marca. 

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