«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Hipótesis

16 de junio de 2016

El domingo pasado me preguntaba en esta misma Tribuna “Por qué” un digital nacional trataba de convencer a sus lectores de que a un determinado Partido político “nadie” lo conocía y nadie lo votaba. El objetivo de ese artículo fue poner de manifiesto una clamorosa mala praxis de la profesión periodística e intentar reparar la injusticia cometida contra la persona del líder de ese Partido. Pero creo que –como profetizaba Chesterton– ha llegado la época en la que hay que explicar lo evidente. Por eso, voy a tratar de ofrecer alguna hipótesis como posibles respuestas a ese Por qué.

Por ejemplo: ¿Habrá algún grupo social (en particular –aunque no exclusivamente– el católico) que no encuentre en ninguno de los programas de los cuatro Partidos más conocidos determinados elementos que para ellos sean fundamentales? ¿Podrían ser esos elementos algunos de los que la Iglesia califica como “principios no negociables”? ¿Por ejemplo, un diáfano rechazo del aborto y de la eutanasia; una apuesta sincera a favor de la familia fundada en el matrimonio entre el hombre y la mujer; o una defensa clara, equilibrada y sin complejos de la libertad religiosa? ¿Será razonable pensar que, si conocieran ese programa (sin distorsiones), probablemente, en alguna proporción, personas de ese grupo social –y, posiblemente, otras– orientarían en esa dirección su voto?

 

Estas preguntas nos conducen a otras como: ¿Quién puede estar interesado en privar o deformar a los ciudadanos el programa político de un Partido con tales características? ¿Quizá otro Partido que tema que sus posibles votantes puedan preferir ese otro programa al propio? ¿Quizá un Partido que haya conseguido millones de votos en comicios anteriores con esos mismos elementos que ahora su programa no contiene? ¿Podría ese Partido, ante la amenaza de perder votos en beneficio de otro programa más acorde con los valores de ese grupo social, tratar de impedir ese cambio de opción también atacando a su líder, a la vez que evita afrontar el debate de las ideas?

Mi conclusión–además de una reivindicación de un periodismo verdadero que no esté al servicio del poder, sino de la verdad– es una invitación a que el ámbito de la política nacional se mueva más en torno al debate de las ideas, y menos al ritmo de los pulsos del poder, del marketing o de la estrategia. Es decir, una invitación a desear sinceramente que todos puedan expresar y dar a conocer sus propuestas políticas de tal manera que toda la sociedad pueda conocerlas, para valorarlas, para poder compararlas y para que, de esa manera, poder libremente elegir, a partir de una información honrada y veraz. Estoy convencido de que de este cambio saldría beneficiada toda la sociedad.

 

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