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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: La mujer de negro 2, terror sin terror (2/5)

Las segundas partes nunca, o casi nunca, fueron buenas. La mujer de negro 2: El ángel de la muerte es una de esas muestras de cine de terror en que los sustos han dejado de sobresaltar y la historia ha sido tan repetida en todas sus variantes que poco nos sorprende a estas alturas. A pesar de su magnífica fotografía, la película dirigida por Tom Harper no logra alcanzar el nivel de la primera parte, estrenada en 2012, y se convierte en una sucesión de secuencias que no innovan y son, lamentablemente, predecibles.

Cierto es que cada vez son menos la películas de terror psicológico que logren una reacción positiva más o menos unánime entre los espectadores. Lo supieron hacer películas como The Conjuring con una trama que, a priori, parecía muy típica y que la primera parte de La mujer de negro realizó con cierto éxito. No ocurre, sin embargo con la segunda parte, que devuelve a nuestras pantallas sin pena ni gloria las historias de casas encantadas y el espíritu maligno que aterroriza a quien la habita. La diferencia es que la primera parte de La Mujer de Negro, protagonizada por Daniel Radcliffe, supo entretener y asustar, mientras que la cinta que se estrena este viernes parece un ‘remix’ de todos los traumas que hemos visto en las cintas de terror más representativas y que, sin pizca de originalidad, transcurre sin pena ni gloria en la gran pantalla de principio a fin.

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Situada durante la Segunda Guerra Mundial, La mujer de negro 2: El ángel de la muerte tiene como protagonistas a una profesora con un oscuro pasado que la hace vulnerable, a los niños a los que da clase, todos ellos atormentados por las bombas, y a un piloto destinado a salvarlos. La profesora, la directora del centro y los niños se refugian de los bombardeos en una mansión abandonada hace mucho tiempo por causas que ellos desconocen y que se encuentra en una isla pantanosa que nadie habita. En ese cóctel de habitaciones cerradas sin razón aparente y ruidos extraños, comenzamos a ver juguetes que se encienden solos por alguna fuerza maligna, agujeros en el suelo que de alguna forma sabemos desde el primer momento que tendrán un papel, niños que empiezan a morir de forma repentina empujados hacia el suicidio, las visiones de la profesora a la que nadie cree y una tragedia pasada en la casa maldita por la que sus nuevos inquilinos deben pagar. ¿Les suena?

La pena es que la película parecía prometedora. Intachable en el plano visual y en su vestuario, regala una fotografía que da la sensación de que se malogra en una cinta que, a pesar de su trama conocida, podía haber innovado mucho más o, al menos, haber profundizado en la psicología de los personajes para sumergirnos en su juego.

Puntuación: 2/5 

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