«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El ariete

23 de febrero de 2017

Era este artefacto un recurso elemental, sencillo, tosco y contundente para abrir brecha en murallas o portones que protegían a fortalezas y castillos difíciles de tomar al asalto, para a continuación, hecho el boquete, precipitarse toda la tropa al interior del recinto amurallado y apoderarse  de la ciudadela.

Era un instrumento que manejaba un pelotón de hombres que no requerían gran preparación,  ni militar ni ingenio o habilidad especial, se basaba en la simple fuerza bruta del que lo manejaba y la envergadura y contundencia del tronco. Pero una vez que se produjera la ruptura  permitía la entrada de  contingentes suficientes para tomar la plaza. Era una herramienta no suficiente pero si imprescindible en la toma de las ciudades que permitía en última instancia alcanzar la victoria.

Este símil se me ocurrió a raíz de la llegada a la casa blanca  del nuevo Presidente de los EE.UU.: El Señor Trump es el ariete, la fuerza bronca,  ordinaria, soez en ocasiones, pero contundente, de lenguaje transparente, que en el fondo comparten una infinidad de personas, aunque no se atrevan a manifestarlo,  muy seguro de sí mismo para bien y para mal, nada convencional que viene a quebrar la fortaleza de una corrección política y una actitud derrotista y acomplejada imperante no solo en EE.U.U. sino en todo Occidente, un estado de ánimo que nos paraliza como naciones ante  una serie de consignas de ingeniería social cuyo propósito último es más que dudoso en cuanto a que sea conveniente para la supervivencia de nuestra forma de vida, de entender el mundo o valorar al ser humano.

Ante esta nueva dictadura ideológica que pretende dominar todos los resortes del poder para encaminar a la ciudadanía en la dirección que más  le convenga a la nueva “intelligentsia,  la clase política e intelectual conservadora clásica de la sociedad occidental ha permanecido prácticamente silente, por miedo a que no se la tildara de intransigente,  mientras una buena parte de las fuerzas de origen socialista le han hecho el coro, creyendo que abriéndose a tales cantos de sirena su postura saldría favorecida y su poder reforzado.

Lo cierto es que, utilizando múltiples recursos, con perseverancia, astucia, inteligencia sin duda, y recursos económicos de diversos orígenes han ido colonizando  casi todos los sectores, que van desde organismos e instituciones que influyen en la opinión pública, hasta la propia judicatura y los parlamentos, mediante la indoctrinación publicitaria, apoyándose en reclamaciones, unas justas y otras infladas, en movimientos sociales o en la propia insatisfacción congénita humana, aireando interpretaciones históricas manipuladas y realidades utópicas, han conseguido  formar una muralla ideológica que impide la contestación a sus pretensiones y postulados.

Dicha fortaleza político-económico-mediática es muy poderosa y le ha declarado la guerra a este nuevo presidente norteamericano, a ambos lados del Atlántico, sin disimulo ni consideración, y no solo a él sino a aquellas personas que discrepan con la forma “ortodoxa”de entender la realidad,  a un empresario  que ha conseguido por sus propios y exclusivos medios y financiación, oponerse a dicha filosofía y vencerles democráticamente, rompiendo el cerrojo al “establishment políticamente correcto”. Casi parece un milagro, apoyándose básicamente  en el sentir más profundo de una gran parte del pueblo americano que no está de acuerdo con la deriva ideológica que estaba tomando su país.

Concedido… Trump es poco diplomático,  aunque no tanto como pretenden presentarle, bruto y directo, aunque no estúpido, sus   formas sociales no le asisten en los círculos en que debe moverse, aunque no será ni la primera ni la última vez que personas de este perfil alcancen notoriedad y poder político ¡El escandalizarse de tal comportamiento también forma parte del teatro del rechazo! Esta persona, sin temor a la crítica del sistema, puede convertirse en  el ariete que abra la puerta a un cambio de tendencia, el rompedor, el tronco sin pulir que abra un hueco en esa muralla, en ese bastión político social real e intransigente, un hueco por donde al fin se puedan ir animando y colando otros, más comedidos y educados, pero más pusilánimes que necesitan al bruto que les abra el paso, para ocupar la ciudad y empezar a darle la vuelta a la situación, desmantelando  los dogmas establecidos por la nueva “intelligentsia”.

No puede ser malo perderle el miedo a contradecir al  pensamiento único y que de nuevo se abran las puertas a la creatividad intelectual, al análisis riguroso, objetivo, veraz,  aunque quebrante nuestros deseos emocionales,  que  personas e instituciones tradicionales empiecen a darse cuenta de que no están solas, que no son los bichos raros, que hay sitio para toda suerte de formas de interpretar la realidad y que la tradicional occidental no es necesariamente la peor, incluso, nos atreveríamos a decir, si analizamos objetivamente el conjunto de la historia,  sea la mejor, pues es la que con todos sus fallos, ha proporcionado más libertad y bienestar a un mayor número de personas.

No nos perdamos en una maraña de simpatías o antipatías, imagen y sonido, que promociona el propio sistema para crear cortinas de humo, para que no nos demos cuenta de que por primera vez el sistema nivelador que venía imponiéndose sin obstáculos, por primera vez se ve amenazado por una reacción fundamentada en un poder constituido y fuerte.

Antes de juzgar  con actitud partidista este fenómeno político inusitado,  observemos como se desenvuelve, tanto el personaje como las instituciones a su alrededor, y cómo responden el resto de jugadores en este tablero de ajedrez que es la geopolítica y el equilibrio de intereses.  Lo que no tiene grandes dudas es que Europa tendrá que adoptar una postura más activa en lo que se refiere a su defensa, una mayor y más decidida participación, no solo económica, para defender nuestros  intereses, así como un mayor realismo  en lo que se refiere a su estructura interna, con objeto de presentar un frente común más sólido frente a desafíos externos al igual que una política más definida y colaborativa con nuestros inseparables aliados naturales en América y Asia.

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