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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La genética política

11 de marzo de 2016

Probablemente todos conocen ese chiste en que un escorpión le pide a una rana que le permita subirse a su espalda para cruzar un charco, prometiendo no hacerle daño, y que al llegar a la otra orilla le clava el aguijón. La rana muriéndose le pregunta por qué ha faltado a su firme promesa y este le contesta que está en su naturaleza…

El que esta  pléyade de movimientos de extrema izquierda entren en una fase de discrepancias internas, que amenazan con dividir a “Podemos”, cuando en realidad dicho “movimiento” o “partido”, no es más que un slogan que unifica a todos aquellas posturas extremas de izquierda o separatistas, es consecuencia normal de su propia naturaleza.

En realidad todos estos grupos prácticamente no tienen en común  más que el deseo de que el PP no pueda gobernar, dar un vuelco al sistema político con objeto de crear una “nueva sociedad”.  Es evidente para cualquiera que se tome el trabajo de estudiar la historia reciente de la evolución de estas posturas y sus discrepancias internas, ideológicas y de objetivos en Europa, descubrirá  que siempre ha existido una guerra mortal, en la mayoría de los casos, y lo de mortal no es en sentido figurativo, entre los marxismos, tanto originarios como los leninistas, estalinistas o maoístas, y la pléyade del anarquismo teórico o práctico. Esto es totalmente lógico, ya que la denominada derecha al menos tiene, a pesar de sus múltiples versiones, una serie de anclas objetivas, en torno al concepto  de propiedad y de libertad, que la unen a pesar de sus discrepancias, mientras que el mesianismo de la izquierda revolucionaria, con mayor o menor sinceridad, se mueve en torno a la ideología y sus enormes matices subjetivos: ¡las fantasías pueden ser infinitas! En última instancia, estamos hablando, en el caso del marxismo, aún en su expresión más sincera, no cuando se trata de un simple mecanismo de conquista del poder por parte de una minoría,  de una cuestión de fe: es un mundo de creencias, por mucho que algunos quieran añadirle el adjetivo de “científico” no deja de ser una teoría sociológica o económica más entre la múltiples que la humanidad ha ensayado a lo largo de la historia. En cuanto al anarquismo ¡qué vamos a decir! En su propio nombre lleva el adjetivo: tan idealista o humanitario en algunas de sus versiones como sanguinario y destructivo en otras.

Lo que sí sabemos es que en la práctica son incompatibles y que acaban por intentar exterminarse los unos a los otros. En España durante la última guerra civil en concreto, tenemos el ejemplo más evidente. El esfuerzo de eliminación sistemática de los anarquistas, CNT, FAI, o izquierda revolucionaria POUM fue ejecutado por comunistas y socialistas radicales, con la colaboración y dirección de órdenes concretas del propio Stalin.

El problema de “Podemos” es que la cúpula parece obedecer a una fórmula marxista leninista, dirigista y centralizadora, de corte populista a la venezolana, como cobertura, mientras una gran parte de las bases y grupúsculos regionales, los que que le dan volumen y consistencia a nivel nacional, obedecen a una tendencia claramente anarquista, ácrata y descentralizadora, que en las regiones conflictivas adopta formas de separatismo. Mientras todos estén en la oposición frente a las fuerzas tradicionales, consiguen dar una apariencia de unidad, pero en el momento que se vean en posición de ejercer el poder y tomar medidas concretas, acabarán enfrentándose con una virulencia mayor aún que con la derecha. ¡Es pura memoria histórica! A la que tanto les gusta remitirse…   

Al final toda ideología tiende a su ser, y los anarquistas, sobre todo si son jóvenes y sinceros con sus convicciones, y estas son su cemento de unión, al carecer de hipotéticos lazos materiales comunes entre sí, son como son y tenderán a ser fieles a sus criterios y rechazarán toda forma de autoridad provenga de donde provenga; con  lo cual, si no es ahora, que tácticamente parece que les conviene, en su momento rechazarán cualquier dirigismo de la cúpula leninista.

El error histórico es de ambos, una vez más, del socialismo que da alas a estos movimientos, tanto marxistas como anarquistas, con el insensato deseo de eliminar a la derecha, la mitad del país, del gobierno de España, quebrando el consenso de la transición, (el pacto del “Tinell”, el cordón sanitario…) y de la propia derecha con su negativa a sostener el discurso ideológico que le es propio en todos los medios de comunicación incluidas las universidades y con una visión a corto plazo, para debilitar al socialismo, permitir tomar protagonismo a grupos radicales que se nutrieran de esa tolerancia y connivencia de ambos en un primer momento.

Lo único cierto,  lo estamos viendo a diario desde el 20 de diciembre, es que el país es ingobernable, no son capaces de ponerse de acuerdo ni en la designación de un Presidente, ¡qué harán cuando tras una hipotética componenda alguien consiga alcanzar el poder! Es evidente que el país solo podría ser gobernado por una coalición PP. PSOE, Cs, en un mínimo de “amor y compañía”. Pensar que una colección de grupos anarquistas pudieran ejercer cualquier tipo de gobierno va en contra de su propia naturaleza, y creer que dichos grupos pudieran plegarse a la dictadura de una dirección marxista leninista sin rechistar están soñando despiertos.

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