«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El juego de la confusión

11 de febrero de 2016

Por mucho que se repitan ciertas afirmaciones ello no las hace veraces ni válidas. Cuando se habla de partidos “constitucionalistas” entendiendo por ello aquellos que desean el respeto a la carta magna, mantener la unidad nacional y la igualdad entre todos los españoles, e incluimos entre ellos al PSOE, no estamos siendo del todo objetivos. Si vemos la trayectoria del PSOE a lo largo de su historia, vemos que en muchas ocasiones han ido de la mano de los separatistas, a nivel nacional, regional, autonómico y municipal, por tanto afirmar que sean unos aliados fiables en la eventualidad de un desafío a la soberanía nacional, no deja de ser más que un deseo y un arma de homologación táctica.

En estos momentos el mejor ejemplo es Cataluña, en donde tras una cortina de humo absolutamente inconcreta de “federalismo” se han mimetizado con los nacionalistas, por no retrotraernos a su tan celebrada República,  como a tantos hoy en día les gusta  hacer, al 36-39, donde estuvieron luchando codo con codo con el separatismo.  

Cs se ve cogido en esa maraña semántica en que se juega su credibilidad, sobre todo la de su presidente, al afirmar que no formará ni apoyará a ningún partido que lleve en su programa la “desconexión de España” y no tengo la menor duda de que eso es una afirmación sincera, pero si el aliado que busca para tal fin es el PSOE, mal orientado anda, pues ese partido no ha sido, ni es en estos momentos,  garantía de la unidad de España tal como la entiende la constitución. Por ello no creo que una alianza entre ellos pueda ser perdurable, en cuanto empiecen a desmigar los detalles de su “federalismo” se tendría que apear de su apoyo si son consecuentes.   

El fracaso de tal alianza, aparentemente estable, aun con la abstención del PP, no puede funcionar, pues esencialmente, si Cs es sincero con sus afirmaciones,  sus objetivos no coinciden más que en cuestiones puntuales, y sobre todo porque en este momento a Pedro Sanchez, lo único que le interesa descaradamente y a cara de perro, es tocar poder. Resulta irónico oírle hablar a este candidato de la corrupción como si su partido no tuviera en su seno los casos de mayor corrupción de España. Aunque el tema de la corrupción es otro ejercicio magistral de hipocresía que practica todo el sistema, pues la realidad es que la misma es atributo de todo el montaje de los propios partidos, que sin comisiones no podrían sobrevivir, ni mantener el personal en nómina que trabajan para el mismo. ¿Quién propone que los partidos políticos vivan solo de las contribuciones de sus militantes además de lo asignado por el estado? ¿Se imagina alguien como tendrían que reducir todo su aparato…?  Nos guste o no, ese es otro problema, que tendrán algún día que decidir los españoles: que  modificaciones serían necesarias  para evitar tanto desvío de fondos a dichas instituciones, transferencias y comisiones, que propician la corrupción   particular.

Por ello independientemente de que ahora Cs y el PSOE  puedan llegar a un arreglo temporal para la galería, el único acuerdo que realmente podría instrumentarse,   a la hora de la investidura es el de frente popular, con la abstención de los separatistas. Los escrúpulos unitarios de los barones socialistas se deben a que si España se “desconectara” fiscalmente, estas taifas quedarían muy perjudicadas económicamente.   El gran error de dicho pacto es que dividiría a España de nuevo en dos bandos irreconciliables, el país sería ingobernable en el día a día y se partiría indefectiblemente. Esa situación de inestabilidad y desconcierto nacional tendría unas consecuencias económicas y sociales enormemente perjudiciales para el conjunto de los ciudadanos.

 

La situación no podría prolongarse demasiado, ya que el malestar de la población iría potencialmente en aumento hasta tocar cotas inaguantables, a medida que se perciba la incompetencia de estas nuevas formaciones políticas. Desde Europa no tardarían en intervenir para ponerle coto a cualquier desafuero. Pero triste consuelo que haya que pasar por un calvario para que tengamos que volver a la racionalidad. Eso sí: más sabios pero más pobres…

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