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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El mito necesario

12 de mayo de 2017

“No solo de pan vive el hombre…” nos advierte el evangelio, lo cual es una verdad indiscutible si analizamos el comportamiento humano a lo largo de la historia, si bien también es cierto que sin “pan” los humanos no viven. Esta es una de las grandes contradicciones con que la naturaleza o la providencia nos agobia: por un lado el idealismo y la generosidad y por otro la necesidad de supervivencia, la condición genética encarnada en la perpetuación de la especie.

Al igual que necesitamos profundizar en tales contradicciones recurriendo a un punto de vista más amplio, no necesariamente anclado en la sola evidencia aparente, también existen necesidades psicológicas que carecen de una base racional, y a ese sector de la mente colectiva es en el que debemos incluir a las múltiples y diversas mitologías que de alguna manera en ocasiones irracionalmente dan sentido a la vida tanto del hombre en particular como de las colectividades humanas.

Los mitos no solo pertenecen al ámbito de la religión, de hecho, aunque muchos se negarán a reconocerlo, se extienden a una infinidad de aspectos de la convivencia política y social. Son ideas o criterios rectores vigentes en diversos momentos de la historia, que pasan por verdades incontrovertibles pero que en realidad obedecen únicamente a convicciones, más o menos fundamentadas,  sin más apoyo objetivo que el resto de los mitos, aunque su manera de presentarse y justificarse tenga una apariencia más racional.

Tales conceptos arraigados son absolutamente necesarios para fundamentar la convivencia en una colectividad, al igual que los de origen religioso o épico lo son para responder a las interrogantes trascendentales del ser humano, este otro tipo sirve para ubicar al individuo y sus congéneres en un marco social con unos objetivos comunes. Todo mito posee un elemento de realidad profunda y obedece a un objetivo, no es un puro acto de voluntarismo irracional, por ello cuando nos estamos refiriendo a esta segunda clase de mitos: los sociales, políticos  o económicos, es tan difícil deslindar su naturaleza, ya que al estar nosotros mismos inmersos en esa sociedad, en ese momento determinado, tales mitos disfrutan de una consideración tan predominante que la opinión mayoritaria los descartaría como conceptos de naturaleza “mitológica”. Solo con el paso del tiempo, a medida que vaya transformándose esa sociedad, cuando pase la “moda”, será posible distinguirlos.

El mito es necesario, ya que el ser humano actúa motivado por impulsos y sentimientos tanto como por razones,  deseos e ilusiones, reales o no, y este tipo de conceptos responden mejor a esa necesidad atávica que los humanos necesitan para dar sentido a sus vidas. De ahí que sea tan peligroso, difícil y casi imposible criticarlos o ponerlos en duda, ya que constituyen una columna vertebral emotiva de la colectividad. Por eso los eslóganes, proclamas simples y primarias, que transmitan ideas elementales apelando a instintos básicos,  son tan bien acogidas y seguidas por la masa de ciudadanos.

Cada momento de la historia, tanto en Occidente como en Oriente,  ha tenido sus verdades incontrovertibles, sus “mitos”: El origen divino de la monarquía,  la sociedad estamental, el dorado,  la fuente de la eterna juventud, Shangrila, la infalibilidad de la razón, la superioridad e inferioridad de razas, el progreso ilimitado, los nacionalismos…y tantas otros principios indiscutibles en su día  que sería interminable enumerar.

Pues desde hace unos años, parece que hay grupos poderosos que más o menos coordinada y descaradamente están empeñados en cambiar el “paradigma”, como  definen algunos hoy en día al conjunto de principios que han venido estructurando nuestras sociedades, que se correspondería con el criterio del mito al que aquí me refiero, es la nueva mitología  socio-política occidental.  Los nuevos “mitos”: El “cambio climático exprés”, el “nuevo ecologismo”,  la “globalización”, la “ideología de género”, el sufragio universal,  la sacralización de la “democracia”, la filosofía “garantista”, el “igualitarismo absoluto” como criterios rectores de todas las relaciones humanas,  además de aquellas derivadas que se derivan de tales postulados, que se pretende sustituyan a nivel nacional e internacional al orden anterior…

Es evidente que el actual orden tiene muchos fallos e inconvenientes, que hay que equilibrar a nivel global, pero estas nuevas tendencias que pretenden imponerse sin control, también arrastran consecuencias a las que estamos asistiendo que tampoco auguran, ni mucho menos, la  evolución pacífica de una gran parte de la humanidad. Todo lo que sea querer dirigir a las sociedades en unas direcciones únicas y determinadas mediante ingenierías sociales, por altruistas que puedan ser o parecer, tiene unas consecuencias imprevistas y generalmente no buenas.

  Estamos cansados de verlo a lo largo de la historia, baste recordar, por poner un solo ejemplo,  lo que fueron  la Reforma y la Contrarreforma en Europa para poder dimensionar adecuadamente lo que fue la partición de la Europa cristiana en dos: odio, muerte y destrucción durante siglos, casi no lo hemos superado todavía, por eso cualquier cambio de los llamados “paradigmas” debe hacerse con mucha cautela ya que las consecuencias pueden ser letales. Las revoluciones nunca traen nada bueno lo que funciona es la evolución.

   Frente a algunos de estos nuevos “mitos”,  “vacas sagradas” del pensamiento único y de la corrección política,   se están produciendo reacciones populares, algunas de las cuales podrían llevarnos a retroceder respecto a grandes logros conseguidos tras ímprobos esfuerzos.  Unas simples muestras de lo apuntado: por haber ido más lejos de lo prudente  en el tema de la globalización, la emigración  y el multiculturalismo, se ha provocado el renacimiento de viejos “mitos” nacionalistas de infausta memoria; la liberalización de los mercados no financieros, ha llevado al renacimiento de la esclavitud en muchas zonas del mundo;  se ha generado una superclase global incontrolada e incontrolable con un poder excesivo;  un “garantismo” exagerado unido a la falta de autoridad ha llevado a un gran deterioro del orden público, con el riesgo de que surja una nueva forma de dictadura; la idea de extender el principio democrático  electoralista a todo el mundo ha acabado por llevar a naciones que iban por un camino de evolución positiva, a la hora de incorporarse pacíficamente al orden mundial, a retroceder hacia formas políticas radicales, Turquía por ejemplo, por no hablar de la charada de la “primavera árabe”.

 

    Los “mitos” son necesarios, la mayoría de los humanos necesitan creer y aspiran a unos ideales que les den un sentido a su vida, si nos cargamos  los  valores tradicionales, sin que los nuevos que se pretenden imponer, no solo no calan en la mayoría de la población sino que son rechazados por amplios sectores de la misma,  el desastre es inevitable. La partida está sobre la mesa: las actuales estructuras políticas propuestas están haciendo aguas, será cuestión de más o menos tiempo, lo que no es prudente ni aconsejable es achatarrar las tradicionales fórmulas y tratar de imponer unos nuevos “paradigmas” incapaces de satisfacer las profundas y verdaderas necesidades, aspiraciones  y emociones de los seres humanos.

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