«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Unir y dividir

29 de octubre de 2015

Vemos en la historia, tanto reciente como antigua, que cuando unos pueblos separados por las circunstancias geográficas o del puro devenir buscan el aunar intereses buscando el superar las diferencias para centrarse en lo que poseen en común se genera una corriente positiva que acaba beneficiando a todos ellos,   todos en su conjunto en mayor o menor medida  consiguen mejorar su situación económica, social y de seguridad frente a las agresiones externas.

Así mismo cuando vemos que unos pueblos entran en un proceso de disgregación y se centran en diferencias en lugar de afinidades todos salen perjudicados y todos se exponen incluso a su extinción bajo el dominio o control de fuerzas ajenas a sus territorios respectivos. Es una situación en la que todos pierden y que suele venir acompañada de una decadencia general, aunque es debatible afirmar si la decadencia precede y es origen de la disgregación o al revés. Probablemente haya experiencias para justificar ambas hipótesis.  Lo que parece poco discutible es que la división suele tener su origen en intereses particulares de miembros concretos de esas colectividades que anteponen sus intereses a los del conjunto, ya que la unión claramente beneficia a un mayor número de miembros de esas sociedades. Por supuesto el nivel de bienestar o mejora colectiva alcanzada en cada caso dependerá del momento histórico, lo que interesa destacar es el fenómeno en sí,  la tendencia, la corriente, positiva o negativa  que arranca a partir de uno u otro acontecimiento, no necesariamente los niveles de bienestar en términos absolutos ya que eso no sería ni riguroso conceptualmente, ni justo, ya que nos llevaría a juzgar los hechos con criterios anacrónicos.

Es algo tan sencillo como intentar visualizar un par de hechos históricos tan concretos en el caso español como lo  que ocurrió antes y después de la constitución del califato de Córdoba con Abderramán III y su desmembramiento en los reinos de taifas, que lleva al desastre de la invasiones norteafricanas, o la península ibérica antes y después de Isabel y Fernando y posteriormente con Portugal y la influencia hispánica en el mundo. En casos fuera de nuestras fronteras,  la Alemania de los cientos de principados y reinos y la actual, con todos sus defectos y desastres, la Francia de las guerras civiles terminadas por Enrique IV y Luis XIV eliminando  el poder de los localismos de la nobleza franca, Europa ha ensayado múltiples  intentos fallidos de unión, del cual el que en este momento estamos queriendo poner en pie es uno más, pero en este caso, buscando una solución pacífica de transferencias de soberanías regionales. ¡Qué decir del Reino Unido…! Los E.E.U.U. de América, en su terrible conflicto de 1860, sufrió una guerra en la que se debatía si iba a ser una gran nación o una confederación de pequeños estados, como resultó al final el destino de la América hispana. ¿Es que no hay diferencia en cuanto a su importancia y situación en el mundo en ambos casos? Por supuesto que también hay razones culturales que lo explican, pero ¿quién puede negar que el que haya ese mosaico de países ha contribuido, y no en pequeña medida, a desbaratar cualquier gran desarrollo colectivo racional y colectivo del continente? Podríamos buscar otros muchos ejemplos en culturas tan distintas y distantes como China o India pero eso nos  apartaría del tema central: la obviedad del refrán de que la unión hace la fuerza. Parece lógico, y sin embargo lo ignoramos, en aras de localismos intrascendentes, que los separatistas quieren elevar y han elevado aprovechando la indiferencia y tolerancia del resto de España a la quintaesencia de la antropología humana. La fuerza del sentimiento irracional ha triunfado sobre la razón y eso es grave, pues los sentimientos irracionales conducen irremisiblemente al conflicto o la pobreza.

Por eso, con una incorrección política total, creo que el día que se puso en marcha el llamado “Estado de las Autonomías” se dio el primer paso hacia un retroceso evitable en la convivencia y bienestar de los españoles y cualquier solución política futura que no contemple el invertir esa corriente disgregadora está condenada al más absoluto fracaso. Es una falacia el confundir descentralización y racionalización administrativa con una descentralización política que es el callejón en el que nos han metido.

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