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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

Un dardo contra el paroxismo catalán

19 de septiembre de 2014

Casi once puntos de ventaja de los partidarios de seguir en el Reino Unido, sobre los independentistas. Casi de forma automática Artur Mas retrasan la firma del decreto que convoca a los catalanes a votar el 9-N. Los cantos de sirenas han pinchado en la tierra del whisky, como flojearían en Cataluña por mucho que se empeñen Piqué Guardiola y Gasol. Lo reconocía el propio Artur Mas a Chistiane Amanpour, en una entrevista de la CNN (una cadena que no miente más que en los seguimientos de conflictos internacionales en los que interviene EE.UU.)

 

Todos los referéndums independentistas como Quebec, Escocia, Cataluña o el País Vascos se sostienen por un principio de egoísmo: ser más ricos. Creen los “suporters” que solos serían más libres y más ricos. Esa pretensión les lleva a perder los referéndums (2 en Quebec y 1 en escocia), porque –como fueron o son– más ricos, tienen enormes porcentajes de voto que teme lo desconocido, el cambio. Votan no arriesgar lo que tienen o lo que creen que tienen.

Sobre el metal que forja al héroe independentista de nuestros días,  recuerden a Josep Pujol Ferrusola, el segundo de los hijos de Pujol, que se “travistió” de contribuyente madrileño, para ahorrase dos puntos en la declaración de la renta. Si hubiera sido necesario se habría hecho socio del Real Madrid.

Ser más rico (o creer serlo) te vuelve conservador y cobarde a la hora de asomarse al abismo. Los independentistas catalanes que tienen dinero, aunque sea menos que los Pujol, no quieren ser William Wallace que montaba a pelo con las piernas al aire en las frías Highland.

Honradamente pienso que en Cataluña los partidarios de seguir en España serían más de un 20% más poderosos que los independentistas, a pesar del mono-pensamiento, de las campañas y de la presión, el voto silencioso, los que no ponen banderas “esteladas” en el balcón son muchos más que los que lo hacen.  Como Alex Salmond, muchos en CiU se frotaban las manos convencidos de que a los escoceses Cameron se lo “había puesto a huevo” y que ese efecto “scottish” metería más viento a sus velas.

 

La tragedia catalana entra en su penúltimo acto, el que va de la publicación de la ley de consultas, a la firma del decreto convocando a referéndum separatista el 9-N, recurso del Gobierno, suspensión del decreto y de la ley; pera desembocar, más bien pronto que tarde, en la convocatoria de elecciones autonómicas catalanas plebiscitarias para seguir haciendo sonar el soniquete. Los objetivos entonces pueden ser “a grande”: “Súbete a mi voto y te llevaré a un país libre” o “a chica”: “Vótenos para reformar la Constitución y poder votar si queremos seguir en España”

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