El término ‘no-go zone’ ya no es ajeno a las autoridades españolas. El islamismo radical ha llegado a nuestras ciudades para quedarse.
Europa ya no es lo que era. Las irresponsables decisiones tomadas por los dirigentes durante las últimas décadas han modificado los pilares culturales de cada nación hasta el punto de, en algunas zonas, dinamitarlos. La implementación del islamismo y la connivencia de las autoridades han propiciado la proliferación de zonas en las que rige la ley islámica y los agentes de Policía tienen prohibido de facto acceder. Ocurre en Reino Unido, Francia, Bélgica y ahora también en España.
La Policía española ha admitido la existencia de cuatro ‘no-go zones’ repartidas a lo largo y ancho del país. Allí la única ley válida es la islámica, la misma en la que se ampara el ISIS para llevar a cabo sus atrocidades o Arabia Saudí para batir, año tras año, su propio récord de ejecuciones públicas, y el poder está en manos de los imanes convenientemente colocados por las autoridades islámicas del Golfo.
La Policía califica cuatro barrios españoles como ‘no go zones’
Los derechos de las personas que profesan otras religiones desaparecen en cuanto se cruzan las lindes del barrio, las mujeres deben cubrirse el rostro, no existen comercios de comestibles que no cumplan el precepto halal y los niños son educados fuera del sistema escolar del país. Molenbeek, el barrio islamista de Bruselas, se convirtió en la cantera de los terroristas que han asediado Europa durante los últimos dos años y medio. Sus calles sirvieron de refugio a los radicales y muchos de ellos crecieron en la zona impregnándose día a día del odio hacia Occidente.
Desde que Abu Bakr Al Baghdadi autoproclamó el califato islámico, los islamistas señalaron a España (Al Ándalus) como uno de los objetivos esenciales para impulsar la religión de Mahoma por Europa. El grupo terrorista vive sus momentos más bajos, pero sus soflamas contra nuestro país no han cesado. Los líderes ya no hablan de recuperar la «tierra de sus antepasados», sino de «asesinar al mayor número de infieles posibles».
Los islamistas ven Europa como un objetivo factible y motivos desde luego no les faltan. La mayor parte de los países han renegado de sus raíces cristianas amparándose en la corriente laicista predominante en el mundo. En palabras del primer ministro húngaro, Viktor Orbán: «Quieren que nos avergoncemos de nuestra historia, de nuestro pasado, pero eso no es posible. Somos de donde venimos y eso nada lo va a cambiar».
España aún está a tiempo de reaccionar y frenar esta corriente de islamismo radical en su interior. Sin embargo, permítanme ser pesimista. Y es que los complejos de la sociedad española hacen imposible una reacción contra el islam extremista que crece en su interior. Los mismos grupos feministas que denuncian la violencia contra las mujeres guardan un comprometedor silencio con los preceptos de las leyes islámicas e incluso, en un gesto sin precedentes, se colocan el niqab, la prenda islámica que oprime a las mujeres y esconde su rostro, en señal de protesta contra los dirigentes.
Charles Haddon Spurgeon, conocido como el ‘Príncipe de los Predicadores’, explicó que la «cercanía a Dios trae parecido a Dios, pues cuanto más veas a Dios, más de Dios será visto en ti”. Europa hoy, desgraciadamente, camina en rumbo opuesto.