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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La polémica entrevista al mismísimo demonio

La sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estraburgo (TEDH) que supuso la derogación de la aplicación retroactiva de la llamada doctrina Parot está teniendo consecuencias imprevistas de muy profundo calado en España. La primera fue la ejecución sin pestañear de esta sentencia por parte de los tribunales de nuestro país. Sus decisiones dejan cada semana en la calle a varios terroristas de la banda asesina ETA junto a otros tantos condenados por graves delitos como violaciones y asesinatos múltiples. Al dolor y escarnio de las víctimas de estos criminales se une la alarma social que las excarcelaciones están provocando en los lugares de origen de los presos puestos en libertad, en las zonas donde cometieron sus crímenes y en los vecindarios que han elegido para instalarse. Una buena parte de los españoles no acaba de entender por qué los tribunales de justicia obedecen la sentencia del TEDH, cuyos fallos tienden a ignorar el resto de nuestros socios europeos por no considerarlos vinculantes. Y además, se pregunta esa buena parte de españoles cuál es la razón por la que el Gobierno que preside Mariano Rajoy se ha resignado a acatar la sentencia y ha abierto las puertas de las cárceles españolas como si nada estuviera en su mano para evitarlo. Esta es la penúltima consecuencia de Estrasburgo en Madrid, explicada con meridiana claridad por el columnista de cabecera de este periódico, Kiko Méndez-Monasterio, el día 29 de noviembre: “Mañana –es decir, el lustro que viene–, pensar en Rajoy será recordar las cárceles abiertas de par en par, y un tropel de criminales saliendo a la calle como si se estuviera filmando una película de Batman. Porque la infamia de estos días no acaba aquí, se acrecentará con cada crimen de los amnistiados, con cada nueva violación de esos monstruos a quienes la indignidad del Gobierno les ha devuelto la libertad, el derecho a decidir cuando matarnos”.

Y la última consecuencia de la sentencia del TEDH es el debate abierto en la sociedad y en los medios de comunicación sobre el tratamiento que los propios medios de comunicación están dando al fenómeno de las excarcelaciones y a los criminales puestos en libertad. El programa La noche en 24H del canal todo noticias de Televisión Española se hacía eco esta semana de esa discusión en la calle y en las redacciones sobre la cobertura que la Prensa debe o no hacer de la puesta en libertad de los etarras, los asesinos o los violadores. Algunos creen que es no correcto montar un circo a las puertas de las cárceles y ponerle la alcachofa al malvado que sale antes de tiempo mientras que otros consideran que es información veraz y de interés público que esos individuos abandonen la prisión ante las protestas y el dolor de sus víctimas y ante la indignación de todos los españoles con excepción de quienes vitorean y reciben con alborozo, por ejemplo, al asesino de un niño de tres años a quien su padre, guardia civil, tuvo que sacar a trozos del coche en el que viajaban.

Pero la polémica mayor se ha producido con las declaraciones, recogidas y emitidas por los servicios informativos de Antena 3, del asesino de las niñas de Alcàsser. Ese reportaje, ya retirado de la web, dio lugar a que la posibilidad de que Ricart se sentara en un plató para ser entrevistado previo pago de una cantidad indeterminada de euros revolucionara el patio. La repulsa con se recibió esa hipotética entrevista hizo que ninguna productora ni cadena de televisión se decidiera a hacerla. El pago de dinero al asesino fue determinante; sin él, sin pasta de por medio, hasta el mismísimo demonio tiene una entrevista bien hecha por un buen periodista. Ayer lo escribía, como sólo él podría haberlo hecho, David Gistau en ABC: “El periodismo, a poco que aspire a abarcarlo todo, a contar por entregas diarias la existencia del mundo, también es una prospección en el lado más siniestro de la condición humana. No puede limitarse a entrevistar únicamente a personajes positivos, a reinas de la belleza y ganadores del Nobel de química. También debe sentarse, con una grabadora encima de la mesa, delante del asesino. Otra cuestión es el criterio ético con el que cada uno maneje la información, el respeto a las víctimas, la evitación del mero show con noria y de la hagiografía”.

Alejandra Ruiz-Hermosilla

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