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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Grecia: la posibilidad de la que nadie quiere hablar

La imagen desesperada de Giorgos Chatzifotiadis, un jubilado griego de 77 años, ha dado la vuelta al mundo. Tendido en el suelo y con el rostro enrojecido por el llanto, sostenía una cartilla para la que ningún cajero expedía ya dinero: “Veo a mis compañeros pidiendo limosna para comprar pan. Veo que hay más y más suicidios. No puedo ver a mi país en este estado».

Grecia es hoy un estado fallido. Emocionalmente deprimido, económicamente quebrado y nacionalmente humillado. El presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz advertía hace unas horas del riesgo de crisis humanitaria. La falta de futuro es más insoportable al ser humano que un presente ruinoso. Los griegos tienen las dos cosas. El turismo se desploma, los inversores huyen y, ahora sí, todo el mundo sabe que el dinero europeo ya no llegará.

El referendo del domingo añadió un nuevo y peligroso elemento: la fractura social. Masivas concentraciones a favor del sí y del no llenaron la plaza Syntagma y la plaza del Parlamento. Grecia partida en dos. Rota. En semejantes condiciones el más mínimo error de cálculo puede encender la mecha de las revueltas sociales y los disturbios. Syriza puede perder el control del país.

Así las cosas ninguna opción debería descartarse, ni siquiera la asonada militar. En 2011 el socialista Yorgos Papandréu cesó a su la cúpula militar por temor, precisamente, a un golpe de Estado. Hoy no gobiernan los socialistas sino el comunismo de nuevo cuño de Syriza. Y hoy, la realidad griega es infinitamente más grave que la de 2011.

Grecia cuenta con unas Fuerzas Armadas a las que dedican tres veces más recursos que cualquiera de sus socios europeos. La tensión geopolítica con Turquía mantiene un ejército absolutamente desproporcionado, que cuenta con más carros de combate que Alemania, Francia e Italia… juntas. Grecia es el país de la Unión Europea que más militares tiene por cada mil habitantes. El ratio resulta escandaloso en tiempos de paz y está próximo al de países inmersos en un conflicto bélico.

Quizá ahora cobran sentido algunas medidas de Alexis Tsipras que en su día nadie entendió. Por ejemplo, la coalición de gobierno con la derecha radical y militarista de Griegos Independientes (ANEL) que, quién sabe, puede estar actuando de cortafuegos ante posibles tentativas golpistas. O alentándolas. Su líder, Panos Kamenos, ocupa, precisamente, la cartera de Defensa. 

Lo cierto es que, a pesar de todo, la instauración de un régimen militar en un país miembro de la Unión Europea parece ciencia ficción. Pero no es menos cierto que hace sólo unos meses, la posibilidad de una guerra civil en Ucrania también lo parecía. Y que tan sólo unas semanas antes de la guerra en los Balcanes (de los que Grecia forma parte) nadie imaginó el desastre que se avecinaba.

Aún así es improbable que algo parecido ocurra hoy en Grecia. Improbable, pero no imposible. 

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