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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La peligrosa deriva islamista en el Sudeste Asiático

El terrorismo islamista se está abriendo un peligroso hueco en el Sudeste Asiático. El fenómeno, que en sí no es nuevo -el islamismo radical “moderno” lleva teniendo presencia en la región desde la década de los 80-, ha mostrado en los últimos meses una evolución preocupante. A finales del mes de mayo grupos islamistas radicales lanzaron un ataque de gran capacidad a una ciudad del sur de Filipinas, consiguiendo tomar control de la misma y buscando establecer en Filipinas una wilayah o provincia del califato.

Desde que los islamistas tomaran el pasado 23 de mayo el control de Marawi, ciudad de mayoría musulmana situada en la isla de Mindanao, al sur del país, el Ejército filipino ha tratado de liberar la urbe ocupada por el Grupo Maute y Abu Sayyaf, ambos afiliados a Estado Islámico. El Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte declaró, tras los primeros ataques en Marawi, la ley Marcial en Mindanao. A través de la implementación de esta ley de excepción dotó de poder extensivo temporal a las fuerzas de seguridad con el propósito de restablecer el orden en la ciudad y neutralizar en la totalidad de la isla el radicalismo encabezado por Abu Sayyaf, llegando a alertar incluso de una eventual guerra civil en caso de que la rebelión islamista llegue a niveles aún más críticos.

Abu Sayyaf ha posicionado su marca distintiva en las acciones recurrentes de secuestro-rescate de rehenes que han otorgado al grupo no solo notoriedad, sino también una vasta fuente financiación que alcanza millones de dólares. El pasado febrero decapitó a un ciudadano alemán y a dos canadienses el año anterior.

El asalto a Marawi puede traducirse en una mera respuesta a la operación que las Fuerzas de Seguridad de Filipinas ejecutaron sobre un piso franco de Isnilon Hapilon, localizado en la misma ciudad. Hapilon es y ha sido la figura más representativa de Abu Sayyaf, razón por la cual fue nombrado emir de los combatientes de Estado Islámico en el Sureste asiático. No solo el Grupo Maute o Abu Sayyaf han llevado a cabo a ataques en la región, otros grupos también próximos a Estado Islámico han lanzado acciones armadas, poniendo a Midanao en una situación extrema e insostenible. En ese sentido, Hapilon, en los últimos meses, ha sido capaz de de juntar bajo la bandera de Estado Islámico a 14 grupos islamistas. El Gobierno filipino, en su intento de capturar a Hapilon, infravaloró la capacidad de los combatientes islamistas quienes, tras la tentativa gubernamental, comenzaron la ofensiva tomando gran parte de la ciudad.

Además, el control de Marawi por parte de grupos afines a Estado Islámico se está utilizando, y además con gran eficacia, como elemento propagandístico de gran valor. El último número de la revista Rumiyah, herramienta de propaganda y reclutamiento de Estado Islámico, trajo como título de portada “The Jihad in East Asia”. En sus últimas páginas se transcribe una entrevista hecha a Hapilon cuya narrativa no es novedosa: la situación de debilidad de la comunidad musulmana frente al enemigo apóstata también en el Sudeste Asiático, la necesidad revertir esta -virtual- situación y el éxito cosechado en la lucha armada de los grupos terroristas islamistas en Filipinas.

Ante la pregunta que formula el entrevistador sobre en qué condiciones se encuentra la “yihad” en la región, Hapilon responde: “La condición de los “muyahidines” aquí, en general, es buena y va a mejor. Continúan creciendo en número de combatientes y en armas, y ahora tienen una gran cantidad en Mindanao. Además, han llegado muchos militantes de otros lugares del Sureste Asiático, e incluso de fuera de la región”.

La afirmación de Hapilon no dista de ser cierta. Estos últimos días se está viendo cómo la capacidad de los islamistas en Mindanao está, alarmantemente, en aumento. Este incremento se ha hecho efectivo tanto por parte del factor humano, debido a la llegada de combatientes voluntarios de otros países, como del operativo. Se están emulando actualmente los procedimientos y las tácticas que emplea Estado Islámico en Siria o Irak, llevando ataques con IEDs -explosivos improvisados- e incluso con VBIEDs -vehículos bomba-.

Mientras tanto, la respuesta del Gobierno de Filipinas frente a la creciente amenaza está siendo insuficiente. La estrategia puesta en marcha solo contempla el empleo de fuerza militar, pero no se está haciendo nada más allá. Una respuesta militar fuerte y efectiva es, sin duda, necesaria para neutralizar la capacidad de avance y actuación de las organizaciones terroristas islamistas en Mindanao, sin embargo, también se han de emplear recursos dedicados a cuestiones de contraterrorismo, por ejemplo, medidas dirigidas a frenar la llegada tanto de voluntarios como de suministros de combate.

El terrorismo yihadista en el Sudeste asiático no se circunscribe solamente a Filipinas. La presencia de grupos islamistas es transnacional, además de muy significativa. Junto a Filipinas, los otros dos países más afectados por este fenómeno son Indonesia y Malasia. Las fuerzas de seguridad de Indonesia, el país con el mayor número de habitantes musulmanes, han venido alertando sobre la presencia de células durmientes en, prácticamente, todas las provincias del país.

Entre los dos países, Filipinas e Indonesia, juntan un total de casi 25.000 islas. La vigilancia y las patrullas marítimas fronterizas son escasas, por lo que numerosos militantes viajan entre el sur de Filipinas y el este de Indonesia sin pasar por controles de inmigración.

Ante el desafío islamita creciente, transnacional y fácilmente propagado entre países, es necesaria una cooperación multilateral efectiva para hacer frente al fenómeno antes de que la amenaza se agudice. Esta cooperación es especialmente primordial en lo relativo a las aguas regionales, ya que las organizaciones y grupos terroristas islamitas utilizan los canales y las entradas marítimas a las costas para mover armas, personal y dinero.

Por Nora Gómez, de AICS

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