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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Muere un gran sacerdote

Tenía bastantes años. No sé exactamente cuántos pero muchos. Y una actividad incansable. Su congregación está dedicada preferentemente a dar ejercicios espirituales y son innumerables las tandas que el Padre Cura dio a lo largo de su vida. Acercando a muchos a Dios. Y cuando digo Padre Cura es porque Cura era su apellido. En los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey de Pozuelo hubo muchos años un Padre Cura y un Hermano Capellán. Los dos están ya con Dios Nuestro Señor.

El P. Cura era muy conocido en Pozuelo. De figura alta, magro de carnes, sonriente siempre, nunca le vi sin clergyman, era una institución en Pozuelo. Y en muchos más sitios. Irradiaba bondad. Además de su ministerio como predicador de Ejercicios Espirituales, últimamente se dedicaba también al apostolado con jóvenes universitarios. Con notable éxito pese a la gran diferencia de edad entre el director y los dirigidos. Ahora está de moda el olor a oveja. Nunca se me habría ocurrido pensar que el P.Cura olía a oveja. Más bien transmitía el buen olor de Cristo. Hasta con su mera presencia.

Como buen catalán era ahorrativo. Había conocido a muchísima gente en sus tandas de ejercicios y era director espiritual de no pocos de los que acudieron, y bastantes repitieron, a sus ejercios ignacianos. Sin la menor acepción de personas por su parte. Lo mismo le veías con un hombre humilde que con una señora de la más alta sociedad. Y no en raras ocasiones recibía donativos de almas agradecidas. Un compañero de congregación refiere dos anécdotas que vivió con él. Una en un viaje a Barcelona. Llegados a la ciudad acompañó al P. Cura en un periplo por diversos lugares de la ciudad en el que iba entregando a familias necesitadas cuyas carencias económicas conocía sobres con dinero. En otra ocasión fueron a visitar a una señora madrileña de acomodada posición que había llamado al P. Cura para entregarle una cantidad. Recogieron el sobre y al salir de la casa el Padre pidió a su acompañante que le llevara a una dirección de Vallecas. Y en una humilde casa entregó sin abrirlo el sobre que acababa de recibir. Como en el regreso su acompañante le dijera que cómo no había visto el dinero que entregaba la respuesta fue más o menos: Es igual, necesitan mucho. Yo sólo puedo darles lo que tengo.

Predicador incansable de los Ejercicios de San Ignacio, la muerte no era para él una desconocida. Hace muy pocos días, una chica que se dirigía espiritualmente con él recibió una llamada telefónica del padre. Me hiciste una consulta y no me quiero morir sin contestarte. Y telefónicamente respondió a cuanto ella le había planteado. La joven no dio mayor importancia a lo de no me quiero morir sin responderte hasta que muy pocos días después le llegó la noticia de que el P. Cura acababa de fallecer.

De su abrazo con la Hermana Muerte hay constancia de otro hecho admirable. Un día, hace muy poco, hablaba con otro cooperador de la angustia de una familia, muy próxima a la congregación, que estaba esperando un niño que venía con los peores pronósticos. Y el P. Cura confesó a su interlocutor que había ofrecido su vida a Dios por la del niño. Yo ya estoy viejo, he hecho todo lo que tenía que hacer, y ese niño tiene toda la vida por delante. Y le añadió que había sentido una enorme paz interior tras su ofrecimiento. Pocos días después estaba el sacerdote que había recibido la confidencia en Barcelona y recibió una llamada telefónica. Era el padre del niño que le anunciaba que la criatura había salido ya de la UCI y que estaban muy esperanzados. Media hora después hubo otra llamada. De la casa de los Cooperadores de Pozuelo. Anunciándole que el P. Cura acababa de fallecer.

Ese día había anunciado que no bajaría a cenar porque no se encontraba bien. Estaba la comunidad en el comedor cuando reciben una llamada del P. Cura: Subid a darme la extremaunción porque me muero. Subieron precipitadamente procuraron animarle y él les urgió los últimos sacramentos que recibió con plena lucidez. Cuando momentos después llegó la ambulancia el P. Cura ya había comparecido ante Dios para recibir de Él el abrazo al siervo bueno y fiel.

El funeral abarrotó la capilla de la Casa de Ejercicios en una emocionante despedida a un sacerdote ejemplar. Qué el Señor le tenga en su gloria.  

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