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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los límites del control, un viaje onírico por España

 

 

Es de sobra conocido que el director de cine Jim Jarmusch es un enamorado de la música, hasta el punto de que muchos se refieran a el como ‘el músico cineasta’, ya no solo por el amor que siente hacia la música sino porque que además se dedica profesionalmente a ello. Jarmusch, el director cuya obra conforma una pieza indispensable en el cine independiente norteamericano de los 80 y que perdura hasta nuestros días, hace convivir en sus cintas sus dos grandes pasiones, la música y el cine. El cineasta utiliza en todas sus películas la música como punto de partida para crear a sus personajes y comenzar a escribir el guión. La música es su musa y a la vez es la protagonista que dibujará la atmósfera de la historia, marcará todos los aspectos estéticos hasta hacernos viajar al origen de esas melodías, en este caso viajaremos a España guiados por el flamenco, donde el director mostrará rincones de las distintas ciudades que visita y retratará sus edificios más emblemáticos y peculiares.

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 En los Los límites del control (The limits of control, 2009) Jarmusch se traslada hasta España para rodar una película cuyo protagonista es un asesino a sueldo que deambulará por distintos escenarios españoles hasta llegar a su objetivo.  La mayoría de estos escenarios están localizados en Madrid y varias zonas de Andalucía como Almería y Sevilla. El director es un gran admirador del flamenco tradicional,  éste estará muy presente en el filme e irá ligado al personaje principal, sin embargo, hay una secuencia concreta en la que se homenajea a este género   de manera genuina. En un momento dado, el protagonista guiado por una pista entra en el interior de un tablao flamenco donde la bailaora La Truco junto con Manuel el Sevillano, se encuentran ensayando la canción ‘’Quién se tenga por grande ‘’ de Carmen Linares. La elección de este tema por parte del cineasta no fue trivial, según sus palabras: ‘’me interesaba que fuera casi una versión blues del flamenco. Suele tratar sobre temas trágicos –muerte, pérdida amorosa- y descubrí esta canción en particular que tiene una versión increíble por Carmen Linares, una de las más sorprendentes cantaoras de flamenco’’. La música flamenca se irá alternando con otro tipo de música más etérea y experimental que encaja perfectamente con  el ambiente onírico de la historia.  Esta música corre a cargo del grupo japonés Boris, un grupo de stoner rock y música psicodélica, creadores de sonidos que nos sumergen en el océano del sueño, una música que además casa perfectamente con la extravagancia de disintos personajes que van interactuando con el protagonista.

 

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 Mientras que para la mayoría de directores la música es un elemento que se añade a una historia, para Jim Jarmusch este proceso funciona a la inversa, el origen de esta historia es la música, es la verdadera protagonista en las cintas del director, la música es quien guía y quien lleva a Jarmusch hasta un lugar para después fundirse con el entorno y la que construye a los personajes. Es la manera que tiene de homenajear a los distintos géneros que disfruta el director y a su vez de homenajear a lugares y personas. Los límites del control es un homenaje al flamenco, a Madrid, Andalucía y a toda su cultura, un homenaje con atmósfera de sueño.

 

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