CEDA: la derecha imposible de la II República
Fue el partido más importante por número de votos y por afiliados. Llegó a tener 700.000 inscritos. La izquierda pretende borrar el partido de la derecha católica de la historia
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La II República tuvo su derecha: la CEDA, la Confederación Española de Derechas Autónomas, que nació en marzo de 1933. El inspirador de la idea había sido el jurista, periodista y político Ángel Herrera Oria, después sacerdote y fundador de la Asociación Católica de Propagandistas. El objetivo de la CEDA era agrupar a la opinión conservadora y católica, que había quedado completamente desorientada tras la proclamación de la República en 1931, para defender sus ideas desde dentro de las instituciones republicanas.
La II República, en efecto, había nacido muy acusadamente orientada hacia la izquierda, excluyendo a la derecha social del nuevo régimen. ¿Era posible una derecha dentro de la República? A partir del periódico “El Debate” y del partido Acción Popular, liderado por José María Gil Robles, diecisiete pequeñas formaciones de carácter agrario, conservador y regionalista de toda España decidieron unir sus fuerzas. El resultado fue un enorme partido de masas con más de 700.000 afiliados. Así la II República, tan claramente inclinada hacia la izquierda desde sus inicios, se encontró con que le había nacido una poderosa derecha.
La CEDA se presentó a las elecciones de 1933 y se convirtió en la primera fuerza del país. No obstante, los socialistas y la izquierda republicana amenazaron con acciones violentas si la CEDA entraba en el Gobierno. La antidemocrática coacción de la izquierda surtió efecto en el presidente de la República, Alcalá Zamora, y la CEDA se vio obligada a permanecer como mayoría en el parlamento, pero sin gobernar. Cuando entraron dos ministros de la CEDA en el gabinete, ya en 1934, la izquierda encontró ahí el pretexto para desencadenar la violenta revolución de Asturias. Porque la izquierda consideraba que la República era suya y sólo suya.
Finalmente Alcalá Zamora, que quería liderar la derecha a su modo, maniobró para cambiar el Gobierno y forzó la convocatoria de elecciones en 1936. La CEDA volvió a ser el partido más votado, pero los pactos post-electorales y los abundantes fraudes en el recuento dieron la victoria al Frente Popular. A partir de ahí se entró en una espiral donde la legalidad, sencillamente, dejó de existir, y con ella murió la democracia, si es que alguna vez hubo tal. La República, en fin, no dejó gobernar a la derecha cuando ésta ganó democráticamente las elecciones. El resultado fue un sistema político inviable que terminó en guerra civil.
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