«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

«The Interview», o cómo una comedia adolescente revivió la Guerra de Corea

 

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La Guerra de Corea nunca acabó.   Jamás se firmó un tratado de paz.  Tácitamente, pero siempre con tensiones, se delimitó la actual frontera que separa el Norte del Sur.  Una franja de 4km esbozada sobre el paralelo 38 e infestada de minas separa hoy la colorida y próspera tierra del Gangnam Style de un infierno en la tierra en el que musitar el más ligero desacuerdo con el régimen puede acabar contigo, tus hijos y tus nietos en un campo de trabajo forzado.    Y cincuenta y un años después de que EEUU se retirara de la península coreana habiendo ganado la mitad inferior para la causa capitalista, el conflicto entre Norte y Sur (y por ende con entre Norte y Occidente), sigue sin una resolución formal.  No obstante, durante medio siglo, y con una larga guerra fría de por medio, Corea de Norte y EEUU vivieron en relativa paz.  Una paz no libre de odio y miedo latente.  Pero paz de facto a fin y al cabo.  Hasta que llegó este par de energúmenos. 

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            Sí, señores.  El hipster con ínfulas de renacentista, James Franco y el fumeta de Seth Rogen, en su incesante exploración más allá de los límites del buen gusto, decidieron que era una idea pistonuda buscar las cosquillas a un dictador cargado con armas nucleares y mucho, mucho odio.  Queda hoy demostrado que desde el minuto cero fue una muy mala idea.  Como quien se lava las manos, el coguionista Dan Sterling (la dupla la completa el propio Rogen) hizo público hace poco que su idea original era escribir sobre un dictador ficticio en un país ficticio.  Dicho método ha funcionado en el pasado a las mil maravillas, pues hay cierto mérito en la sutileza de una sátira que no menta nombres reales.  ¿Para qué levantar ampollas?  A fin y al cabo, todos sabemos que Orson Welles hablaba de Hearst, George Orwell hablaba de Stalin, Chaplin de Hitler, y más recientemente, Sacha Baron Cohen hablaba de Gaddafi.  Por supuesto, Rogen no está a la altura de las mencionadas mentes brillantes.  En cuanto el proyecto  de “The Interview” llegó a manos de Rogen y Sony, hacer la película sobre el asesinato del mismísimo y único Kim Jong Un parecía lo más lógico, brillante y, sobre todo, lo más rentable.  Este Hollywood sabe más que nunca que cuanto más morbo, más dinero.   Decir que les ha salido el tiro por la culata se queda corto.  Dios sabrá cómo “The Interview” obtuvo la luz verde por parte de Sony, que recordemos se trata de una empresa japonesa.   Entre Japón y Corea del Norte hay poca distancia más que la que separa Cuba y EEUU, no sé si me explico…

            Las amenazas de represalias por parte de Corea del Norte empezaron a llegar a Sony el verano pasado.  Sin embargo,  parece ser que nadie quiso tomar en serio a un país sin internet y sumido en una hambruna perpetua.  Pero como dice el refrán, el que avisa no es traidor… El segundo aviso de Corea del Norte no fue un mero comunicado, sino un acto de ciberterrorismo que destripó las entrañas de Sony, sacando a la luz información confidencial sobre los proyectos del estudio así como datos personales de sus empleados.  Y digo que fue otro aviso porque poco después llegaron las amenazas reales, en las que se hacía alusión al 11-S y se aseguraban actos de terrorismo similar contra los exhibidores que proyectaran la polémica cinta.  Las grandes exhibidoras no tardaron en darle la espalda a “The Interview”.  Y cuando no quedó dónde proyectarla, Sony canceló la distribución de la película por completo.  Las reacciones han sido de todo tipo. George Clooney así como el senador McCain han asegurado que los eventos acontecidos van mucho más allá de lo que incumbe a la burda película cómica.  Lo sucedido es indicativo de algo muy superior a James Franco, Seth Rogen, Sony y compañía.  Éste es para ellos el titular: una dictadura comunista con armamento nuclear roba información estadounidense confidencial, hace palanca con ella, siembre el pánico, y somete a un medio de comunicación americano a su merced.   Ahí es donde el asunto pasa de castaño a oscuro.  Pero donde McCain ve agüeros de una identidad americana muy distinta a la gallarda y sólida que él conoció en su juventud, Clooney ve un acto de cobardía por parte de instituciones y personajes clave en Hollywood que no mostraron su apoyo a Sony.    ¿Pero se le puede llamar cobardía de verdad? En las palabras de ambos hombres se subraya la importancia de defender a toda costa la libertad de expresión que tan poéticamente defiende la Primera Enmienda.  Lo triste es que este pilar de la cultura americana suela salir a la palestra con asiduidad para defender actos de auténtica estupidez e imprudencia.   Es el lado malo de la celebrada primera enmienda, por la cual el Ku Klux Clan y el Nazismo siguen vivos y coleando en EEUU, y por la cual un par de chistes gamberros de una comedia de Hollywood pueden llevar al país al borde de otra crisis bélica.  Quién lo iba a decir.  Pero si es Seth Rogen, apenas el rey ocasional del género caca, culo, pedo, pis.

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Cuando apenas era un niño inconsciente y curioso, se me ocurrió trastear con una colmena de abejas.  Resumiendo detalles humillantes, sólo diré que salí mal parado de esta interacción.  Pero fuera de aquel incidente no me ha picado una abeja en la vida.  Ojalá los responsables de “The Interview” hubieran tenido una experiencia parecida en su niñez.  “Pero si es una inofensiva comedia”, dirán algunos, “hay que tomárselo con humor”.   Exigir sentido del humor a un dictador con complejo de deidad con respecto a una película que trata sobre su magnicidio, (el cual llega a fruición con todo lujo de sangrientos detalles) quizá sea exigir demasiado.  Vamos a ver, estamos hablando de un hombre que se mosqueó con su tío y lo ejecutó empleando una jauría de ciento y pico perros hambrientos.  Cabe esperar una reacción desfavorable y desproporcionada, diría yo.   Hay cosas con las que no se puede jugar, sean unos insectos kamikazes equipados con un punzante aguijón venenoso o un régimen comunista de engañados armados supuestamente hasta los dientes.  En ambos casos mantener cierta distancia de seguridad es un acto de prudencia, no de cobardía.  Prudencia.   Tristemente en Hollywood se habla más bien de cobardía, y el malparado estudio de Sony ha elegido cargar con esa etiqueta para evitar tragedias mayores. 

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Hubo un tiempo en que EEUU mantenía pulsos tensos con peligrosas potencias mundiales en auténticas batallas del Bien contra el Mal.  Había vidas inocentes en juego, pero sobre la mesa había ideales que merecían la pena.  Ahora puede haber vidas inocentes en juego, pero sobre la mesa hay una pueril comedia firmada por unos tocahuevos natos.  ¿Merece esta cinta tanto agravio?  No, mil veces no.  Pero llegados a este punto, el tema ha pasado de lo anecdótico e inconsecuente a lo serio y potencialmente peligroso, y ha originado un candente debate.  Hay quienes ya encumbran “The Interview” como un bastión de la valiente y osada mentalidad americana.  Ya es mucho más que una peli gamberra; es un símbolo de la libertad imperante en EEUU, y como tal ya es un consagrado clásico de culto antes siquiera de su estreno (que puede que nunca se dé).   Otros ven en esta cinta un inconmensurable acto de irresponsabilidad, apenas otra película desesperada de un estudio sumido en una crisis de creatividad que ha apostado por la polémica para obtener taquilla.   Y lo peor, Corea del Norte ha acabado doblegando a EEUU a su antojo.  Ya es imposible saber cuál sería la opinión general sobre la película de haber visto la luz sin problema alguno.  A la cabeza me viene el largometraje “Amanecer Rojo”, cinta de los ochenta firmada por el controvertido director y guionista John Milius.   El argumento de esta cinta se resume así: EEUU es invadida por tropas soviéticas y cubanas y un pelotón caudilleado por unos jóvenes Patrick Swayze y Charlie Sheen lidera la resistencia en una violenta y encarnecida guerra de guerrillas.  La película salió a los cines con el  régimen soviético ya moribundo, así que no hubo represalia alguna por parte de los comunistas. Pero curiosamente, “Amanecer Rojo” fue condenada y restringida en territorio americano por incitar a la violencia más despiadada de manera gratuita y John Milius vio como Hollywood le dio la espalda hasta condenarle al completo ostracismo.   Era una cinta arraigada en las misma ideología que “The Interview” (de hecho, Hollywood hizo el remake de “Amanecer Rojo” décadas después, esta vez con los norcoreanos en el papel de villanos).   ¿Qué ha cambiado?  ¿Habría defendido Clooney a Milius entonces?  Quién sabe.    

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Mucho ajetreo ha vivido Hollywood estos días.    Cuando era incierta la autoría del hackeo, el cotilleo que originó la multitud de emails filtrados ocupó a gran parte de los medios especializados.   Nadie sabía entonces que Corea del Norte había proporcionado los tabloides de ese día.  El incidente sirvió para medir la muy dudosa ética de publicaciones como Variety o Hollywood Reporter, y Sony acabó probando de su medicina:  el morbo vende.  Pero el tema de fondo aún no quedaba claro.  Ahora se aprecia con mayor perspectiva:  el ciberterrorismo es una amenaza muy real en el siglo XXI, quizá más real que cualquier cabeza nuclear.  El hackeo de Sony y las amenazas pueden costarle a la empresa hasta 100 millones de dólares.  La información es poder, como ha comprobado Kim Jong Un.  Hoy son Sony y sus empleados los que han salido mal parados en lo que, esperemos, sea un aviso inconsecuente para el resto de la humanidad.  Pero una vez se ha hecho sangre con un simple hackeo, quién sabe qué se le ocurrirá al tirano dictador ahora que ha comprobado su poder.   Por su parte, Obama habiendo sido arrastrado a este surrealista rifirrafe, espera que la película se estrene tarde o temprano.  El hipotético estreno no supondrá ninguna utilidad real para el sentimiento americano más allá de la que pudo proporcionarles su meritorio alunizaje del 69. Es un golpe sobre la mesa para batirse el pecho con orgullo.  Un logro puramente simbólico, de una practicidad real cercana a nula, pero con una alta carga poética, tan etérea a fin de cuentas como se espera que sean las amenazas del dictador.  De eso van las guerras de faroles.  A estas alturas poco importa si la película sea una buena comedia o no.   Se debe estrenar, porque los americanos sienten que pueden y deben hacerlo y, sobre todo, nada ni nadie debería poder impedírselo por medio del miedo. 

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