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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Mercosur en clave iberófona

La Iberofonía es un espacio multinacional de cooperación y convergencia que abarca 800 millones de habitantes y más de treinta países con afinidades identitarias e intereses comunes

BUENOS AIRES.- Las declaraciones del presidente argentino Alberto Fernández en materia de geopolítica internacional expresadas en la ciudad de Madrid hace unos meses demandan una revisión y análisis de actuales procesos de cooperación y convergencia. El presidente Fernández, pésimamente asesorado por el cineasta chileno Marco Enríquez-Ominami, alias MEO, quiere crear una nueva figura geográfica: el continente latinoamericano. No es una broma. Fernández lo dijo en serio en una conferencia en el Congreso de los Diputados organizada por Podemos.

Tampoco es una broma decir que no lo vamos a dejar que invente ningún continente nuevo. Desde hace mucho tiempo existe el continente americano o Nuestra América y estamos contentos con el. Un presidente argentino tiene el deber de saber como es el mundo en el que vivimos. No puede ignorar procesos geopolíticos y tendencias globales. Ni tampoco dejarse llevar de las narices por los intereses de ninguna potencia extranjera.

A estas intenciones o infelices expresiones de nuestro mandatario debemos sumarle la crisis por la que atraviesa el Mercosur que viene arrastrándose desde las administraciones Kirchner, y el fracaso o deslucida última cumbre de la denominada Celac en México, apoyada por el gobierno argentino en medio de un clima regional de confrontaciones ideológicas, revueltas populares y rencillas con el presidente brasileño Jair Bolsonaro.

Cooperación y convergencia

El mundo vive un ciclo postrealista de comunidades transnacionales diseñadas para la cooperación y colaboración de sus Estados miembros, con objetivos de seguridad colectiva, obtención de ganancias, búsqueda de paz y prosperidad. Para ello las nuevas comunidades articulan mecanismos que aprovechan todo el bagaje común dado por la historia en beneficio del conjunto desde una visión igualitaria tendiendo hacia la horizontalidad.

Estas comunidades están caracterizadas no sólo por los propósitos y objetivos comunes de sus miembros sino fundamentalmente por elementos de afinidad identitaria compartidos. Elementos que favorecen la confianza mutua y relaciones de cooperación.

Nos guste o no, durante los últimos dos mil años los imperios y sus rivalidades han creado por todo el mundo una serie de contextos en los que la gente estableció vínculos, comunidades étnicas y religiosas, redes de emigrantes, colonos, agentes comerciales, esclavos, etc. «La política de los imperios, las prácticas imperiales y las culturas imperiales han modelado el mundo en el que vivimos». (1)

Hay varias comunidades postimperiales, es decir herederas de antiguos imperios o poderes, inclusive algunas de ellas no son de origen europeo pero utilizamos dicha terminología por que se adapta muy bien.

Estas son: La Commonwealth (ex British Commonwealth of Nations); la Organización Internacional de la Francofonía (OIF); la Comunidad de Estados Independientes (CEI) derivada del antiguo Imperio Ruso y de su sucesora la URSS; la Unión de la Lengua Neerlandesa (Nederlandse Taalunie), la Liga Árabe que reúne a los países arabófonos remitiéndonos en sus orígenes a los califatos Omeya y Abasí impulsados desde Damasco y Bagdad a partir de la Hégira musulmana; y el Consejo de Cooperación de los Estados de Habla Túrquica y la Organización de la Cultura Túrquica, que podría encontrar un referente geocultural en el antiguo imperio turco selyúcida.

La comunidad postimperial francesa, es decir la Francofonía, heredó un legado lingüístico y cultural en varios países. El espacio multinacional francófono se articula paulatinamente como solución evolutiva del espacio colonial. Después de la Segunda Guerra mundial, la Unión Francesa en 1946, la Communauté en 1958, la Agencia de Cooperación Cultural y Técnica en 1970 y finalmente la creación de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) en 2005.

La OIF está compuesta por 58 Estados y gobiernos miembros pero en realidad la francofonía propiamente dicha es parcial y relativa. El proyecto responde al objetivo de promocionar la lengua francesa que en líneas generales no es verdaderamente hablada por todos los países miembros. Esta organización forma parte del diseño de la política exterior de Francia para promover su presencia e influencia en todo el mundo.

Lo mismo sucede con la Commonwealth de los británicos. Hay un protagonismo neoimperial de ambas potencias en la creación y estructuración de sus comunidades respectivas. En el caso de Gran Bretaña su comunidad aparece ‘después de haber dejado un entramado de intereses que hace pervivir su presencia por medios más o menos efectivos o sutiles’. (2)

El espacio iberófono

El espacio multinacional iberófono o de la Iberofonía está institucionalizado a través de la Comunidad Iberoamericana de Naciones (CIN) y la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP). Estructuración que ha sido posible a partir del final de los regímenes autoritarios en la Península Ibérica y demás países iberófonos, y sobretodo después de la Guerra Fría o bipolaridad.

Hablando estrictamente, por supuesto que también son comunidades postimperiales surgidas del legado cultural e histórico de Portugal y España. Pero las consideramos comunidades naturales por que pasó mucho tiempo desde la hegemonía de aquellos imperios ultramarinos y están integradas por países que ya tenían una historia e identidad nacional definida cuando decidieron formarlas bajo gobiernos democráticos.

Nuestras comunidades multinacionales son el resultado de un largo proceso de sincretismo y mestizaje integral.

En estas comunidades naturales aprovechamos la potencialidad derivada de las afinidades lingüísticas y culturales así como también las proyecciones internacionales de los distintos países iberófonos. Las aprovechamos para la concertación y cooperación multilateral, por que hay intereses comunes. Concertación y cooperación hasta donde sea posible.

También somos conscientes que la articulación de este espacio dará mayor visibilidad e influencia al conjunto de países iberófonos equilibrando geoculturalmente la comunidad internacional de la preponderancia de cosmovisiones anglosajonas y del idioma inglés, en favor de una mayor diversidad cultural y lingüística.

El fundamento esencial de este espacio es la afinidad entre las dos principales lenguas ibéricas, el español y el portugués, únicos dos grandes idiomas recíprocamente comprensibles. Si filológicamente son diferentes, en términos comunicacionales internacionales llegan a visualizarse prácticamente como si fueran uno solo. Lo bueno de ambos idiomas es que también son lenguas vehiculares que nos conectan naturalmente con muchas culturas en los cinco continentes.

La articulación CIN + CPLP comenzó en 8/2014 durante la XXIV Conferencia Iberoamericana de Ministros de Educación realizada en la ciudad de México cuando la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, Ciencia y Cultura (OEI) (enlace) incorporó en bloque a los países lusófonos no iberoamericanos de África y Asia, en calidad de observadores y colaboradores.

En 7/2018 durante la XII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) realizada en la Isla de Sal (Cabo Verde) se aprobó la incorporación de los países iberohablantes no lusófonos – Chile, Argentina y Andorra, y de la OEI, en calidad de Observadores Asociados a la CPLP.

La convergencia iberófona es una tendencia global que no puede ser ignorada por el actual gobierno argentino que preside Alberto Fernández.

Las diferencias entre la Commonwealth y la Francofonía con la CIN y la CPLP han sido bien explicadas por varios especialistas. Entre ellos, el catedrático Cástor Díaz Barrado quien distingue fundamentos, orígenes y procedimientos de creación de las distintas comunidades. (3)

El gran internacionalista asturiano Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (Oviedo, 1948 – Madrid, 2010) señaló refiriéndose a la Commonwealth y a la Communauté francesa (posteriormente OIF): «Se constituyen todavía durante la fase de dominación colonial, sin duda como un instrumento más de dominación y de control… nada de esto sucede en el caso de España, ya que nuestras relaciones con los territorios americanos son las normales entre Estados soberanos e independientes desde hace más de siglo y medio. En consecuencia, una unión supranacional (institucionalizada o no) con tales países no podría ser nunca considerada como una continuación de relaciones de dominio y dependencia, sino como el resultado de una comunidad de afectos» (1989).

El doctor Frigdiano Álvaro Durántez Prados reafirma: «La circunstancia de que la Comunidad Iberoamericana se articule, en líneas generales, siglo y medio después de la pérdida del grueso Imperio ultramarino impide señalar al proyecto iberoamericano como un mecanismo de instrumentación y salvaguarda de intereses de la antigua principal potencia imperial» (2018) (leer más).

¿Patria grande o patria chica?

Ahora el gobierno de Alberto Fernández quiere darle injerencia a la CEPAL asesorando en el Acuerdo Mercosur – UE firmado en 6/2019 tras 20 años de negociaciones. Otro error de este gobierno dejar que los organismos internacionales hagan nuestro trabajo. Es un asunto privativo de los Estados sudamericanos que intervienen en dicho acuerdo a través de sus parlamentarios.

Hay un sector de la política regional que está empecinado en imponer el latinoamericanismo sin conocimientos históricos, sin razonamientos geopolíticos y fundamentalmente sin respeto hacia nuestras verdaderas identidades culturales u ofendiéndolas directamente.

América Latina o Latinoamérica es una comunidad postimperial surgida de un imperio fallido sin legado civilizacional, lingüístico ni cultural. Nos referimos al Segundo Imperio proclamado por la Dinastía Bonaparte.

El poeta y parlamentario Alfhonse de Lamartine tenía mucha razón cuando definió proféticamente en 1848 el ascenso de Luis-Napoleón: «El enloquecimiento del país, la ruina de la República, la restauración del Imperio, las orgías, la sangre derramada, las conquistas, la invasión» (4).

Napoleón III quiso someter política y económicamente a nuestra región creando una afinidad identitaria explícita que hasta ese momento no existía. Las ideas raciales de su ministro Michel Chevalier, otros sansimonianos y logistas carbonarios que lo secundaron, son equivocadas y excluyentes. Amérique latine es un proyecto geopolítico del Segundo Imperio.

El emperador francés quiso comprometer en sus planes a la prestigiosa Casa de Habsburgo valiéndose de la ingenuidad del archiduque Maximiliano, tercero en la línea de sucesión con escasas posibilidades de llegar al trono en su país. Lo entusiasmó con la gloria de una corona mexicana, lo embarcó en el proyecto y posteriormente lo traicionó.

La participación del joven príncipe austríaco fue mas parecida a la de un elemento decorativo en la política de Napoleón III que a la de un aliado. Es un tema de la Historia Mexicana que en este caso nos distrae del objeto principal de estudio.

Sin embargo, hemos de coincidir que su actuación fue irrelevante en un territorio con un pueblo valiente en guerra continua contra el ejercito francés invasor, apoyado por un pequeño grupo de traidores locales.

Luis-Napoleón terminó sus días de emperador capturado por los prusianos en Sedán, trasladado el 3/9/1870 al Palacio de Wilhelmshöhe, y después huyó o se refugió en Inglaterra donde murió.

Sin embargo Francia mantuvo la «idée latine» en Montpellier a través de la iniciativa del Barón de Tourtoulon (Montpellier, 1836 – Aix-en-Provence, 1913) (5), y los romanistas Paul Meyer y Gaston Paris, formados en la École des Chartes, escuela planificada por Napoleón para el estudio de ciencias auxiliares de la historia.

Finalmente los franceses resucitaron el antiguo proyecto en 1945 de común acuerdo con sus aliados británicos y estadounidenses vencedores de la Segunda Guerra mundial. Ellos nos impusieron la «idée latine» a través de la CEPAL y los nuevos organismos de posguerra.

El ‘latinoamericano’ es una identidad cultural ficticia o planificada por un emperador francés para engrandecer su imperio. También es un producto de la manipulación de los medios de comunicación internacionales durante las últimas décadas. Después de la Segunda Guerra mundial se impulsó con los mismos objetivos de satisfacer los intereses políticos y económicos de uno de sus vencedores.

Esto es lo que defiende Cristina Fernández de Kirchner, a quien ya vimos en 3/2014 rindiendo pleitesía frente al mausoleo del Usurpador Universal (ver foto), Alberto Fernández, Marco Enríquez-Ominami, el politólogo activista Pedro Brieger con su portal Nodal y periodistas como Víctor Hugo Morales, entre otros, que desconocen (o se hacen los burros) el origen y desarrollo de los actuales procesos de geopolítica internacional.

El Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (Celac) son procesos de naturaleza diferente. Latinoamérica fue concebida en Francia para que los sudamericanos no existan como poder soberano, sino dependiente y periférico.

La patria chica es la que inventó Napoleón III para que Francia ejerza «un fecundo y afable patronazgo», como decía Chevalier (leer más). Ninguno de nuestros emancipadores jamás en su vida habló de Latinoamérica. Esta es la razón principal de casi todos los conflictos de integración regional suscitados en el Cono Sur.

Sudamérica es un proyecto autóctono de integración cuya idea quedó escrita para siempre en la declaración de nuestra Independencia el 9/7/1816, después de la Guerra hispano-francesa (1808-1814). Idea unionista que Brasil, Paraguay y Uruguay hicieron propia.

El bolivariano Hugo Chávez (Sabaneta, Venezuela, 1954 – Caracas, 2013) terminó sus días pecando de ignorante al impulsar la Celac, nacida en Caracas en 12/2011.

¿A quién le interesa ser «hermano latinoamericano»? (como dijo Alberto Fernández en México el 5/11/2019), si podemos conservar nuestras verdaderas identidades culturales nacionales, regionales, étnicas y lingüistas dentro del espacio multinacional iberófono con 800 millones de habitantes y más de treinta países cooperando entre sí.

El Mercosur se potencia en la Iberofonía por que es su base natural. Cualquier comisión o grupo de empresarios sudamericanos puede participar en rondas de negocios en Macao, Dili, Manila, Maputo, Oyala, Luanda, Santo Tomé, Santander, Ciudad de México, Bilbao, Madrid, Lisboa, Salamanca, Praia, Managua, Coimbra, Bissau, El Aaiún, Cádiz, El Salvador, etc., sin barreras idiomáticas ni intermediarios de otras potencias. En la mayoría de los casos con apoyo institucional. MGB 14/2/2020

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(1) Jane Burbank y Frederick Cooper, 2011. (2) Manuel Díez de Velazco, 1991. (3) Cástor Díaz Barrado, 1994. (4) Henri Dérieux, 1938. (5) Paul Marieton, 1883.

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