«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

No basta con la ley, Mariano

El presidente del Gobierno ha “desembarcado” en Cataluña –así, con ese verbo, lo cantan sus corifeos- y ha anunciado que no habrá referéndum ni independencia. Bien: es grato oír esas cosas. Pero sería más grato aún saber qué es exactamente lo que piensa hacer el presidente, porque, de momento, lo único que le hemos escuchado es que está decidido a aplicar la ley, y ya se sabe que no hay argumento más inútil que ese para combatir a quien ha decidido saltarse la ley a la torera. Es la vieja figura que Jünger, descarnado, expone en uno de sus libros: “el tipo que ve que están violando a su madre y corre a llamar al abogado”. En el caso que nos ocupa –el catalán-, es perfectamente posible que el abogado llegue al lugar de los hechos, lea las generales de la ley y sólo coseche una paliza por parte de los infractores. O que le violen también a él. Hay ocasiones en las que no basta con el abogado, sino que además hace falta la policía. Lo sabe todo el mundo. En España nuestros sucesivos gobiernos han rehusado deliberadamente llamar a la policía cuando aún estábamos a tiempo. Ahora ya es demasiado tarde incluso para eso.

No basta con la policía, en efecto. Hay problemas que no se resuelven ni con la astucia marrullera del político ni con la fuerza armada, sino que requieren de una vista mucho más larga: sentido de la Historia y sentido del Estado (exactamente, por cierto, esas cosas que Vidal Quadras acaba de reprocharle a Rajoy). ¿De verdad cree alguien que un mero enunciado de legitimidad bastará para frenar un proceso que lleva treinta y pico años incubándose tenaz y pacientemente? Tal vez se consiga frenar el desafío del referéndum de noviembre, pero eso no será más que un pasajero obstáculo para un proyecto que mira mucho más allá. No, no: lo que hay que deshacer no es el plan de Mas, sino el espíritu que lo anima, a saber, ese discurso antiespañol, secesionista y victimista que se ha convertido ya en atmósfera cotidiana en Cataluña (y no sólo en ella). Hace falta que al discurso de la separación se oponga un discurso de la integración, y sobre todo hace falta que ese discurso esté en la calle y en los medios de comunicación, que no se quede en las declaraciones de despacho.

La larga marcha separatista, en Cataluña como en otras partes, se ha fundado en la hegemonía nacionalista sobre la comunicación y la educación, en esos laboratorios donde se ha fabricado la nueva leyenda negra de “España contra sus regiones”. También esto lo sabe todo el mundo, aunque nuestros políticos –tan soberbios, tan displicentes, tan despectivos hacia todo cuanto queda fuera de su esfera… tan inútiles-, se nieguen a reconocerlo. Por consiguiente, o el Estado se dota de una dimensión nacional española y la hace explícita, para combatir esa hegemonía adversa, o seguirá inevitablemente dos pasos por detrás de quienes aspiran a deshacer España. La pregunta es: ¿Nuestra clase política tiene aún un cierto sentido de España?

www.josejavieresparza.es

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