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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Delicado calendario del Kirchnerismo

Una hora y media de operación. La paciente se recupera bien. Había que drenar un hematoma situado entre la corteza cerebral y la meninge, ha informado la Fundación Favaloro, el centro clínico donde la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, era intervenida en la tarde de ayer. Una operación sencilla fruto de una afección localizada. Este fin de semana Cristina había acudido a los médicos por un súbito empeoramiento de su salud. Le recomendaron reposo, pero un hormigueo en el brazo izquierdo, con pérdida de control muscular, disparó las alarmas. Enseguida se programó una intervención de urgencia. El parte difundido ayer por la Fundación Favaloro es tranquilizador, pero habrá un mes de reposo. Y el próximo 27 de octubre hay elecciones legislativas.

 Cristina Fernández es joven –60 años– y no parece que haya que temer por su salud, pero su forzosa baja temporal ha creado una situación complicada en el gobierno argentino.

El problema Boudou

De momento quien queda al mando es el vicepresidente Amado Boudou, llamado Aimé, un hombre fuertemente criticado por su tren de vida y sus problemas con la justicia. El mismo lunes, cuando la presidenta ingresaba en la clínica, Boudou vacacionaba en Brasil paseándose en una lujosa Harley Davidson. Ese mismo día la consultora Management and Fit publicaba una encuesta según la cual Boudou es el miembro del gobierno con peor imagen. En el acto de toma provisional del poder por parte de Boudou apenas hubo ceremonia. Todo el mundo sabe, por otro lado, que el poder real van a seguir manejándolo los dos brujos de la presidencia: Carlos Zannini, el secretario legal, alias el Chino, y Óscar Parrilli, secretario general, llamado el Mayordomo en los pasillos de la Casa Rosada.

Ahora la cuestión es cómo se las va a arreglar el kirchnerismo para afrontar el delicado calendario que tiene por delante con las legislativas el 27 de octubre, y unos resultados previsiblemente malos, y las presidenciales de 2015, que van a someter a la salud de Cristina Fernández a un desafío notable, sobre todo si los médicos aconsejan una retirada de la escena, tal y como se rumoreaba ayer tarde en Buenos Aires. En la órbita del poder hay tres grandes esferas. Está por un lado el aparato del Partido Justicialista, la columna vertebral del Frente de la Victoria que encabeza Cristina, muy fragmentado y feudalizado, pero por ello mismo de difícil control. Está además La Cámpora, el núcleo duro del kirchnerismo, directamente controlado desde la Casa Rosada, que ha desplegado a su alrededor otros diversos grupos de carácter izquierdista radical y que apuesta por una bolivarización de Argentina. Y está, en fin, el poder sindical de la CGT, ya muy disminuido después de la aparición de una rama opositora (la CGT Azopardo) y de un sindicato alternativo, la CTA, pero cuyos despachos siguen siendo decisivos a la hora de apoyar a tal o cual candidato. Todos ellos hacen ya cábalas de cara a los próximos comicios.

Se ha dicho que el peronismo ya no es propiamente una ideología, ni siquiera un partido, sino más bien una “posología”, una forma de aplicar y administrar el poder.

El secreto del poder

Hay un peronismo legítimo que es el del Partido Justicialista fundado por Perón y cuya heredera directa es Cristina K, pero igualmente hijos del peronismo son los Federales de Rodríguez Saá y los Renovadores de Massa, líderes de candidaturas alternativas que perfectamente pueden movilizar en su beneficio la memoria del general y que, por cierto, ya metieron el miedo en el cuerpo del kirchnerismo cuando Massa arrolló a sus contrincantes en las primarias de Buenos Aires.

Las diferencias entre estas corrientes no son sólo de liderazgo personal. El kirchnerismo ha conducido al partido abiertamente hacia la izquierda con gestos tan gráficos como el abandono de la internacional demócrata cristiana para solicitar la entrada en la internacional socialista (sin que aún haya sido admitido por ésta) y el amadrinamiento de cualesquiera corrientes de carácter revolucionario o simplemente jaranero, desde los jóvenes airados de La Cámpora hasta los espontáneos del Movimiento Evita y la asociación Tupac Amaru que la otra tarde se congregaron ante la puerta de la Fundación Favaloro para animar a la presidenta. Frente a esa deriva izquierdista del kirchnerismo, los federales de Rodríguez Saá y sobre todo los renovadores de Massa representan posiciones más moderadas que buena parte de la sociedad argentina percibe como salidas naturales al desmadre económico del actual gobierno. La inflación real ronda el 25%, y lo peor es que la Casa Rosada oculta las cifras.

A última hora de ayer, un grupo de militantes kirchneristas guardaba vigilia en los alrededores del hospital mientras la presidenta se recuperaba de la anestesia. “¡Levántate y anda, Cristina!”, gritaba uno de los presentes. Medios de la oposición alertaban de que ahora el kirchnerismo quiera jugar con la enfermedad de Cristina una especie de carta Evita para las próximas elecciones. 

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