El presidente checo, que esta semana se enfrenta a la primera vuelta de las elecciones, exigió a los países poderosos de la UE que tomen medidas al respecto.
Milos Zeman se ha convertido en uno de los personajes más polémicos de la Unión Europea. El presidente checo, que esta semana se enfrenta a la reelección, pidió a los países más fuertes que reaccionen ante la oleada migratoria y tengan en cuenta las consecuencias de sus políticas para las nuevas generaciones.
«Si la Unión Europea no cuenta con el coraje suficiente para fortalecer sus fronteras externas tendremos más de 10 millones de refugiados en nuestras ciudades en los próximos años», ha asegurado Zeman. La República Checa se ha unido a los países de Visegrado (Hungría, Polonia y Eslovaquia) y han logrado cortar las intenciones de la canciller alemana, Angela Merkel, en materia migratoria.
Merkel decretó el ‘Welcome Refugees’ y proclamó la apertura de fronteras en todo el espacio comunitario. Políticos como Viktor Orbán le advirtieron de lo arriesgado de sus intenciones, pero la líder alemana no dio marcha atrás y centenares de terroristas y migrantes económicos se aprovecharon de las debilidades del espacio Schengen para alcanzar Europa.
La última Cumbre europea del año sirvió para que Bruselas escenificara el funeral del sistema de cuotas y la apertura de una nueva era, donde países como la República Checa se han destacado como naciones a tener muy en cuenta. En muy pocas ocasiones Alemania ha perdido un enfrentamiento público en el tablero de Bruselas, pero las políticas de Merkel han resultado un completo fracaso desde su imposición en septiembre de 2015.
La ciudadanía, en contra
La oposición de los ciudadanos del Este a las políticas migratorias impuestas por Merkel en toda Europa es sintomática. En Hungría, nueve de cada 10 ciudadanos se posicionan en contra. La encuesta fue realizada por el Instituto Nézőpont en Austria, Bulgaria, Croacia, República Checa, Alemania, Hungría, Polonia, Rumanía, Serbia, Eslovaquia y Eslovenia.
El 74% de los encuestados cree que las medidas tomadas por los dirigentes europeos “eran negativas” para el futuro del continente. Eslovacos y húngaros tienen la visión más negativa, seguidos muy de cerca por checos y austríacos.
Elecciones a la vista
Zeman se perfila como vencedor en la primera ronda de los comicios presidenciales, que se celebran este viernes y sábado por sufragio directo, aunque es muy probable que necesite una segunda vuelta para revalidar el cargo que ha ocupado durante los últimos cinco años.
El veterano político, de 73 años y economista de formación, despejó sólo en el último momento las dudas sobre si se presentaría a la reelección, ya que sufre diabetes y está aquejado de una neuropatía en las piernas.
Durante sus primeros cinco años en el Castillo de Praga, sede de la Presidencia checa, Zeman mantuvo altos índices de popularidad, que han llegado en ciertos momentos hasta el 70%, aunque las encuestas le dan ahora sólo un 32% en intención de voto.
Su primer mandato coincidió con el del Ejecutivo del socialdemócrata Bohuslav Sobotka, con el que Zeman nunca ocultó sus desavenencias.
Durante la ola migratoria de 2015 y 2016, Sobotka fue inicialmente partidario de una política de acogida de refugiados de Oriente Medio, algo que Zeman rechazó desde el primer momento.
El presidente checo aseguró que integrar a los musulmanes en Europa es «virtualmente imposible» y que, para mantener a los islamistas lejos de las fronteras, era necesario que Occidente uniera sus fuerzas con el presidente sirio, Bashar Al Assad.
Por otra parte, Zeman muestra abiertamente simpatías hacia Moscú mientras buena parte de Occidente se mantiene a distancia del presidente ruso, Vladimir Putin, por la anexión de Crimea en 2014. El líder checo lo justificó como algo «inevitable».
Al mismo tiempo, Zeman es favorable a Israel y a la decisión del Gobierno de Estados Unidos de reconocer Jerusalén como capital de ese país.
En la década de 1960, Zeman militó en el Partido Comunista de la entonces Checoslovaquia, del que fue expulsado por criticar la invasión soviética de 1968 que acabó con el intento aperturista de la «Primavera de Praga».
A partir de ahí se convirtió en una voz incómoda para el régimen totalitario, por lo que perdió varias veces el empleo, y sólo pudo ejercer su vocación de analista económico cuando llegó la democracia en 1990.
Por entonces estaba afiliado al «Foro Cívico», un movimiento de disidentes e intelectuales en torno a Vaclav Havel, el primer presidente de la época postcomunista del país.
Zeman refundó poco después, junto con algunos correligionarios del exilio, el Partido Socialdemócrata, que se caracterizó por sus tesis anticomunistas.
En 1998 ganó las elecciones generales para liderar durante los siguientes cuatro años un Gobierno en minoría.
En 2001 dejó la presidencia del CSSD y en 2002, tras abandonar el cargo de primer ministro, fue elegido como candidato de su partido para la elección presidencial en 2003, que acabó perdiendo contra el conservador y euroescéptico Vlaclav Klaus, elegido por los diputados de la Cámara Baja y el Senado.
Tras una década alejado de la política, tiempo en el que escribió sus memorias, Zeman se presentó y ganó las primeras elecciones directas a la presidencia checa.