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12 de octubre: el nacimiento de la Iberosfera

El 12 de octubre de 1492 se produjo uno de los acontecimientos más grandes y trascendentales de la Historia de la Humanidad: Cristóbal Colón había llegado a las islas del Caribe, concretamente a Guanahaní (bautizada como San Salvador), haciendo que los occidentales pisaran por primera vez suelo americano. Es cierto que existen tesis e incluso hallazgos arqueológicos sobre la llegada de pueblos nórdicos a emplazamientos como Groenlandia y Terranova, pero desde luego no supusieron ni un ápice del significado que tomó la llegada del genovés, al servicio de la Monarquía Hispánica, a América.

Además de suponer un cambio total del paradigma global y del pensamiento filosófico, una revolución científica y el inicio del planteamiento del trato, tanto legal, religioso y moral, de la figura de «el otro«, fue la primera piedra de la extensión transatlántica de España y de lo que sería conocido posteriormente como Hispanidad, con la correspondiente expansión del cristianismo y de la lengua castellana. La revolución abarcaría también la ruptura de conceptos geográficos como “la Gran Isla Tierra” y permitiría el asentamiento de la hegemonía de Europa en el mundo, pues el metal llegado de América haría que la balanza comercial se decantara a favor del “Viejo Continente” y permitiría abrir nuevas vías con Asia.

Supuso un cambio total del paradigma global y del pensamiento filosófico, una revolución científica (…), fue la primera piedra de la extensión transatlántica de España

La herencia, el legado que se dejó allí desde España no murió con las sucesivas independencias del siglo XIX. De hecho, intelectuales de la talla de Miguel de Unamuno reivindicaban la Hispanidad, su diversidad y multiplicidad alegando que «en pocos pueblos la tierra, la divina tierra ha dejado más hondo cuño que en los pueblos que ha fraguado Hispania»., Otro fue Ramiro de Maeztu, quien en su obra Defensa de la Hispanidad dice: «El mismo año en que llevamos la Cruz a la Alhambra descubrimos el Nuevo Continente. Fue un 12 de octubre, el día en que la Virgen se apareció a Santiago en el Pilar de Zaragoza. La corriente histórica nos hacía tender la Cruz al mundo nuevo».

Más allá de su repercusión intelectual, se ha de abordar cómo se gestó el viaje, sin caer en él caso error de recurrir a la “leyenda negra” o a la “leyenda rosa”. 

¿Quién era Cristóbal Colón?

Cristóbal Colón es, con sus aciertos y errores, uno de los personajes más controvertidos y pintorescos de la Historia. El propio Fernando Colón se encargó de escribir una biografía sobre él y otros como George Washington Irvin, autor de Cuentos de la Alhambra (1829), se interesaron por su vida. Incluso Lope de Vega los plasma en una comedia de 1604 y Paul Claudel en una ópera.

Sus orígenes también han sido motivo de discusión. Sus contemporáneos afirmaban que era natural de Génova o Liguria, aunque incidían en que tenía interés en ocultar su verdadera patria. Otros autores apelan a que era descendiente de judíos españoles conversos, natural de Galicia e, incluso, el nacionalismo catalán lo ha reivindicado para sí. Curiosa controversia. 

Otra de las tesis hace a Colón portugués de adopción al naufragar en 1476 frente al cabo de San Vicente, en Portugal a borde de la nave Pasquerius. A su vez, y siguiendo la descripción que Hernando hace de la vida de su padre, parece que estuvo vinculado al mundo marino desde una temprana edad, participando en expediciones desde 1461, cuando solo tenía catorce años. 

Durante este periodo continúo con el oficio de marino y en 1479, se casaría con Filipa, hermana de Bartolomé Perestrello, capitán donatario de la isla de Porto Santo, lo que sirvió a Colón para obtener la nacionalidad portuguesa y comenzar a mandar nombre bajo su enseña. Estuvo al servicio entonces para el rey Juan II y, tras el fallecimiento de su mujer e hijo en el parto y por las disputas existentes entre el rey y la familia de su mujer, huyó a Castilla en 1484. 

Ávido lector y seguidor de autores como Ptolomeo, Roger Bacon, Pierre d´Ailly, Pío II o Marco Polo, comenzó a gestarse en su interior la idea de navegar hacia occidente apoyado en la fuerza que las tesis de esfericidad de la tierra estaban cogiendo en el siglo XV. 

Los monarcas portugueses conocían las teorías del matemático Paolo del Pozzo Toscanelli, que ya planteaban que llegar a las Indias por occidente que por oriente era más rápido y sencillo. De hecho, Colón le propondría esta idea a Juan II en 1482. El rey sometió la idea a una junta de expertos y la acabó desestimando. 

A su llegada a Castilla, continuó con la intención de poner en marcha este proyecto y, gracias al apoyo de fray Hernando de Talavera, confesor de Isabel la Católica, consiguió entrevistarse el 20 de enero de 1486 en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares con los Reyes Católicos. La reunión con los monarcas, envueltos en ese momento en la Guerra de Granada, produjo sensaciones adversas. Fue en este momento cuando otro religioso, fray Antonio de Marchena, defendió ante los reyes las ideas de Colón. No obstante, la propia Isabel le proporcionó durante estos meses alojamiento en Salamanca con la idea de que el proyecto acabara bajo patrocinio de Castilla.

La gestación del primer viaje de Colón

La Monarquía Hispánica de Isabel y Fernando estaba asentando a la Unión de Coronas como la principal potencia naval de la época. La Corona Aragonesa había iniciado a finales del siglo XIII con Pedro III el Grande una política de expansión que le otorgó un notable poder en el Mediterráneo, destacando figuras como Roger de Flor. Bajo bandera aragonesa se había creado el señorío de Neopatria y se había anexionado el reino de Nápoles.  Por su parte, Castilla había encontrado en su política naval a Portugal como rival. A lo largo del siglo XV había estado afianzando su presencia en el océano Atlántico con la conquista de las Islas Canarias y había tenido que acordar la partición con Portugal mediante el Tratado de Alcaçovas en 1479. 

Los Reyes Católicos, con otras prioridades en ese momento, rechazaron la petición de Colón tras un periodo de meditación, pero le dieron apoyo económico. El almirante conoció además en este periodo a Beatriz Enríquez de Arana, quien sería la madre de su hijo Hernando. Sin embargo, Colón no cejó en su empeño de iniciar el viaje y llegó a entrevistarse de nuevo con Juan II en 1488, con autorización de los Reyes Católicos. Las negociaciones no salieron adelante y, a su vuelta a Castilla, Luis de la Cerda, quinto conde y primer duque de Medinaceli, se comprometió a mediar con la reina Isabel, quien se acabó comprometiendo a atender su demanda tras la conquista de Granada. En este periodo fue fundamental para Colón el apoyo que le prestaron los frailes del Monasterio de la Rábida, quienes le pusieron en contacto con el armador y experto navegante, Martín Alonso Pinzón.

Con la toma de Granada en enero de 1492 y habiendo puesto fin a ocho siglos de presencia musulmana en la Península, fray Juan Pérez y fray Hernando de Talavera volvieron a mediar con los reyes y, el 17 de abril de ese año se firmaban las Capitulaciones de Santa Fe, en la que los reyes otorgaban importantes prebendas a Colón en su misión de abrir una ruta occidental hacia las Indias. Es cierto que Colón se comprometía a ceder a Isabel y Fernando las tierras que descubriera en el transcurso del viaje, pero el acuerdo firmando en el Real de Santa Fe muestra las importantes exigencias que puso sobre la mesa, algo que puede que motivara las negativas previas tanto de los Reyes Católicos como de Juan II de Portugal. Por ejemplo, Colón pretendía para sí y sus herederos el cargo de almirante de todos los territorios que descubriera, así como el de virrey, gobernador, tratamiento de “Don” y la potestad para nombrar funcionarios. También una quinta parte de todas las mercancías y una décima de los tesoros conseguidos. 

Los siguientes preparativos consistieron en la construcción de dos carabelas para ser puestas al servicio de Colón. Los hermanos Pinzón jugaron en este punto un papel fundamental para la administración de la empresa, la armadura de los barcos y la recluta de marineros. 

1492: la expedición se hace a la mar

El 2 de agosto 1492 la Nao Santa María y carabelas Pinta y Niña embarcaron a todos sus tripulantes (unas noventa personas entre pilotos, marineros y grumetes, veinte personas entre sirvientes y funcionarios, aunque se desconoce la exactitud del número) y emprendieron el viaje desde el puerto de Palos. La expedición había necesitado cerca de dos millones de maravedíes, de los cuales la Corona aportó más de la mitad. 

Cada nave iba cargada de provisiones y contaba con tres oficiales: capitán, maestre y piloto, estando el propio Colón a bordo de la Santa María. Los hermanos Pinzón estaban a bordo de las otras dos naves, quienes contaban con funcionarios reales para supervisar el viaje. 

Más allá de la revolución y los cambios que supuso (…), es necesario reivindicar la obra de la Hispanidad, aún vigente en mentalidad, idioma y fe

En cuanto al viaje, el diario de Colón es uno de los más importantes para conocer la historia de los descubrimientos geográficos, aunque el texto se ha perdido y lo que se conserva es una versión resumida y comentada por Bartolomé de las Casas. La primera parada de la expedición fueron las Canarias, donde el 6 de septiembre marchó hacia Occidente. De nuevo, su diario de navegación nos dice que creía estar situado en el paralelo de Cipango (Japón) y nos ofrece los cálculos de distancia que creía haber recorrido. El 14 de septiembre, los marineros de la Niña creyeron haber visto aves, indicativo de proximidad de tierra firme, un fenómeno que en lo sucesivo sería común. 

Sin embargo, los días sucesivos se fue extendiendo el desconcierto entre la tripulación al no avistar tierra, motivado por las pérdidas eventuales de los vientos alisios o las supuestas visualizaciones de tierra. Aunque hay anécdotas curiosas como el avistamiento de una ballena el día 21. Estos factores hacían que el rumor de motín creciera y el papel de Martín Alonso Pinzón fue fundamental para llevar el viaje a buen término, aunque Colón llegó a amenazar a los tripulantes de la Santa María para evitar el propio motín. 

El 11 de octubre comenzaron a aparecer palos, cañas y hierbas en el agua y, en la noche, Hernando Colón achacó a su padre la acción del descubrimiento del Nuevo Mundo, aunque el auténtico avistamiento de tierra no llegó hasta la madrugada del día 12. Los tripulantes creían que la isla ante la que se encontraban era Cipango, siendo en realidad la isla de Guanahaní, a la que el almirante bautizaría como San Salvador. Los indígenas del lugar fueron vistos en tierra: se había producido el encuentro entre “dos mundos”. Esta expedición no se detuvo ahí, pues Colón continuó navegando por las islas del Caribe, llegando el 27 de ese mes a Cuba y el 5 de diciembre a La Española, donde construyó el Fuerte Navidad con los restos de la Santa María, que había encallado el 24 de diciembre.

El viaje de vuelta se inició el 16 de enero de 1493 y haría que la Pinta, capitaneada por Pinzón, y la Niña, en la que viajaba el propio Colón, tomaran rumbo a España por diferentes vías. La primera tomó tierra en las costas de Galicia a finales de febrero y la nave del genovés llegaría 15 de marzo a Palos tras haberse detenido en las Azores y en Lisboa. Sin embargo, el encuentro con los Reyes Católicos no tendría lugar hasta abril, cuando le recibirían en Barcelona.

La trascendencia del viaje de Colón

En ese momento, nada hacía pensar a Colón que había descubierto las Islas Bahamas y que no se encontraba en las Indias. Sin embargo, esto supuso el inicio de la mayor obra que la Historia de España ha conocido: la Hispanidad. Desde el regreso de Colón, quien emprendió reprobables acciones que le acabaron condenando al presidio, multitud de españoles fueron motivados para lanzarse a la aventura en busca de honor y gloria para sus reyes y para sí mismos y, sin descuidarlo, encontrar la fortuna que en muchos casos no habían obtenido en España. Los excesos de Colón motivaron disputas intelectuales en la Península, que llegaron a traducirse en los Debates de Salamanca, de donde salieron las primeras leyes internacionales, pioneras de los Derechos Humanos. La propia reina Isabel, llegó a dejar por escrito la necesidad de cristianizar a las gentes de este Nuevo Mundo y a proveerles de un trato justo. Su nieto, Carlos I, llegó incluso a presidir estos debates. 

Más allá de la revolución y los cambios que supuso este hecho, mencionados al comienzo del artículo, y de la extensión de la Monarquía Hispánica a América después del periodo de Conquista, de nuevo es necesario reivindicar la obra de la Hispanidad, aún vigente en mentalidad, idioma y fe. 

Además, no fue un periodo, el inicial, exento de excesos e injusticias, pero que respondían en muchas ocasiones a la iniciativa personal de los individuos, pues desde la Monarquía Hispánica, avalada por las Bulas Alejandrinas y el Tratado de Tordesillas, siempre se trató de seguir la voluntad de la reina Isabel, y asimilar a las gentes del lugar como súbditos de Castilla, como acabó sucediendo a lo largo de los cuatro siglos en los que españoles de ambos océanos estuvieron unidos.

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