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Aniquilación, el nuevo dardo de Houellebecq

En el año 2002 Michel Houellebecq fue incluido en el libro Llamada al orden. Encuesta sobre los nuevos reaccionarios. Este índice elaborado por los policías del pensamiento trataba de estigmatizar a todos aquellos artistas y pensadores que tenían la osadía de no aceptar los dogmas progresistas. Lo cierto es que Houellebecq había hecho muchos “méritos” para aparecer en esa lista negra. Y su última novela, Aniquilación, no le va a permitir salir de ella.

En el año 2002 Michel Houellebecq fue incluido en el libro «Llamada al orden. Encuesta sobre los nuevos reaccionarios» (…). Su última novela, «Aniquilación», no le va a permitir salir de esa lista negra

La trama empieza con la aparición de un enigmático vídeo viral que recrea con hiperrealismo el ajusticiamiento en la guillotina del ministro francés de economía y finanzas. A este misterioso episodio le seguirán varios atentados terroristas que no parecen obra de ningún grupo conocido: la explosión de un carguero en La Coruña o un ataque contra un banco de semen en Dinamarca. Estos asaltos no parecen responder a ninguna ideología concreta, más allá del puro nihilismo. Son escenas delirantes que parecen extraídas del Glamourama, de Bret Easton Ellis o del Club de la lucha de Chuck Palahniuk.

Estos ataques aparentemente aleatorios llegan en mal momento para el ministro, que está barajando la posibilidad de presentarse a las elecciones presidenciales de 2027. Francia necesita una candidatura centrista sólida para poder parar los pies al joven y carismático líder de la Agrupación Nacional. En este contexto, la apacible e insípida vida del protagonista, Paul Raison, sufre un vuelco. Paul es un burócrata de larga trayectoria y asesor personal del ministro. Necesita entender lo que está pasando. Pero justo en ese momento su vida familiar también se desmorona. Su padre, un antiguo alto cargo de los servicios secretos, sufre un infarto cerebral y entra en coma. Paul y sus dos hermanos deben reunirse para decidir qué hacen con su padre.

Este drama familiar permite a Houellebecq pintar un fresco sobre la decadencia francesa. El hermano del protagonista, Aurélien, es un restaurador de tapices medievales. Los encargos que le asigna el ministerio no dependen de la calidad artística de las obras, sino de la capacidad para generar ingresos que tiene el castillo en que se encuentran los tapices. Así, el pasado glorioso de Francia queda reducido a una maquinaria obscena para sacar cuartos a las masas de turistas chinos.

Houellebecq sigue empeñado en saltar en todos los charcos de la incorrección política. Es como un niño que lanza dardos

Entre los pocos personajes a los que Houellebecq trata con cierta dulzura encontramos a la hermana de Paul. Pese a haber nacido en una familia laica y republicana, Cécile se convirtió en su adolescencia al catolicismo. Cécile es una practicante devota que se casó con un antiguo militante del Bloc Identitaire. Ambos conservan un gran poso de humanidad y dignidad y acabarán entrando en contacto con un grupo de activistas contrarios a la eutanasia. Pero su vida no es fácil. Su nivel de vida se ha deteriorado mucho en los últimos años, igual que el de toda su provincia en la periferia. Cécile es una amante de la gastronomía francesa y para subsistir debe trabajar por horas en casas ajenas para que los nuevos ricos impresionen a sus invitados con unos platos que ya no saben cocinar.

Houellebecq es imprevisible, escurridizo y dice lo que piensa sin filtros. Y esta actitud vital no le penaliza, sino que consigue que su estrella literaria siga en ascenso

Pero el retrato familiar y la intriga de tecno-thriller son solo el pretexto de Houellebecq para desplegar su feroz crítica política y social. La novela contiene una enmienda a la totalidad de la modernidad. La palabra aniquilación parece responder tanto al proceso de declive físico del padre del protagonista como a la decadencia de Occidente.

Houellebecq sigue empeñado en saltar en todos los charcos de la incorrección política. Es como un niño que lanza dardos. Es imprevisible, escurridizo y dice lo que piensa sin filtros. Y esta actitud vital no le penaliza, sino que consigue que su estrella literaria siga en ascenso. Hace tiempo que ha dejado de ser el enfant terrible de las letras francesas y ahora es el gran crítico de nuestro tiempo. Mientras los mandarines del establishment celebran fanfarria de la globalización, Houellebecq es el niño impertinente que grita que el emperador está desnudo. Por eso, Aniquilación puede ser una novela refrescante para el verano.

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