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El Museo del Prado cumple 203 años

Una de las grandes riquezas de España es su amplio patrimonio cultural. Dentro de nuestras fronteras encontramos auténticas joyas del calibre de la Alhambra de Granada, la ciudad romana de Emerita Augusta, catedrales como las de Burgos o Santiago de Compostela o el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso -por mencionar algunos ejemplos-. También contamos con pinacotecas de referencia del calibre del Museo Reina Sofía, el Museo Picasso -tanto el de Málaga como el de Barcelona-, el Guggenheim o el Thyssen-Bornemisza. Pero si uno destaca sobre los demás, ese es el Museo del Prado

¿Cómo se gestó el Museo del Prado?

Carlos III personificó, junto con sus ministros, el movimiento ilustrado en España. Las artes y las ciencias tenían una especial importancia para S. M. el Rey, por lo que ideó todo un programa cultural y arquitectónico que diera cabida a sus inquietudes intelectuales, que debían materializarse para el disfrute público.

En un principio, el museo albergaría 311 pinturas procedentes de las Colecciones Reales (…). En poco tiempo, en sus paredes habría colgadas 1510 obras

Uno de los proyectos que el monarca quiso llevar a cabo fue la construcción de un magnánimo edificio que albergase el Real Gabinete de Historia Natural. En colaboración con uno de los políticos más importantes de su reinado, José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, encargó la obra al arquitecto Juan de Villanueva en 1785. El edificio, que pasaría a convertirse en una de las mayores referencias del Neoclasicismo español, formaría parte de un gran complejo en el que estaban también el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico y el palacio del Buen Retiro, del que solo ha sobrevivido el Casón del Buen Retiro.

La construcción del edificio en el madrileño Paseo del Prado se extendió durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, pero su uso no se definió hasta la etapa de Fernando VII. Fue la segunda esposa de este último, Isabel de Braganza, quien puso en marcha el proyecto de lo que se conoció, hasta 1868, como Museo Real de Pintura y Escultura. En un principio, el museo albergaría 311 pinturas procedentes de las Colecciones Reales, nutridas por el notorio mecenazgo ejercido por las dinastías de los Austrias y los primeros Borbones. En poco tiempo, en sus paredes habría colgadas 1510 obras. 

El expolio artístico de la Guerra de la Independencia

La Guerra de la Independencia había tenido, pese a la victoria, unas trágicas consecuencias para España. En lo relativo al patrimonio cultural y material del país, además de la destrucción, franceses e ingleses, sobre todo, expoliaron de forma abusiva e impune palacios, catedrales, bibliotecas, academias, universidades y conventos nacionales. Desde la celebración del Congreso de Viena, el general Miguel Ricardo de Álava invirtió gran parte de su tiempo en recuperar las obras artísticas robadas, llegando una de sus peticiones a ser contestada por Luis XVIII de Francia con un «ni los doy, ni me opongo». Gracias a su labor pudieron recuperarse 2065 obras, como La Virgen de la rosa de Rafael, La Adoración de los Reyes Magos de Zurbarán o Dánae recibiendo la lluvia de oro de Tiziano, entre otras. 

El 19 de noviembre de 1819, un año después de la rehabilitación del edificio por Antonio López Aguado, la pinacoteca conocida hoy como el Museo del Prado abrió sus puertas

Sin embargo, estas no suponían ni la mitad del desvalijamiento realizado. De hecho, obras que deberían haber sido devueltas a España aún hoy están diseminadas por diferentes museos y colecciones privadas del mundo. El patrimonio español aun cuelga de las paredes del Museo Wellington, la National Gallery de Londres, el Louvre o el Hermitage. Cuadros como La Inmaculada Concepción, Felipe IV de castaño y plata y la Venus del espejo de Velázquez, la Muerte del inquisidor Pedro de Arbués de Murillo o La Virgen y el Niño de Ribera, no regresarían nunca a España.

El nacimiento del Museo del Prado

En este contexto, Fernando VII decide anunciar el proyecto en la Gaceta de Madrid del 3 de marzo de 1818, reivindicando la labor cultural de Carlos III y los esfuerzos de su esposa Isabel de Braganza, con las siguientes palabras: «[…] el magnífico edificio del Museo de ciencias, empresa digna de la memoria del Sr. D. Carlos III, en cuyo reinado se comenzó, ha herido continuamente la vista del REY nuestro Señor, y excitado en su Real ánimo la gloriosa idea de perfeccionar una obra […] y de que las ciencias y las artes recibirían un nuevo ser reunidas en este hermoso monumento de la arquitectura».

Así, el 19 de noviembre de 1819, un año después de la rehabilitación del edificio por Antonio López Aguado, discípulo de Villanueva, la pinacoteca conocida hoy como el Museo del Prado abrió sus puertas. Su catálogo, al provenir en un principio del patrimonio de la Corona, estuvo nutrido de arte hasta entonces expuesto en otros Reales Sitios

Desde ese momento, el Museo del Prado fue testigo de los pronunciamientos militares, de las guerras carlistas del siglo XIX y de la Guerra Civil española, cuando el 30 de agosto de 1936 los dirigentes de la Segunda República decidieron cerrar sus instalaciones y trasladar sus obras primero a Valencia, y después a diversos puntos de Cataluña como el Castillo de Figueres o el Castillo de Peralada, para terminar en el extranjero en última instancia. La colección regresaría desde Ginebra en octubre de 1939, casi tres años después de haber sido sacada del edificio. 

Un símbolo de la personalidad de la nación

El Museo del Prado, de titularidad de la Corona hasta su nacionalización en 1872, cuenta en su catálogo con más de 1.150 cuadros expuestos, con 8.600 pinturas más en sus almacenes; además, tiene, de forma aproximada, 35.000 objetos inventariados, entre los que encontramos pinturas, dibujos, grabados, mapas, libros, monedas, armas y armaduras, y fotografías o esculturas, entre otros. Hasta el día de hoy, ha recibido durante 2022 más de 2 millones de visitantes, con una media semanal de más de 50.000 personas que se acercan al lugar para contemplar sus obras. 

No cabe duda de que el Museo del Prado es un lugar especial en su conjunto. La sensación abrumadora comienza desde que eres recibido, en la puerta de Goya Alta, por la majestuosa estatua del Emperador Carlos V venciendo al Furor de los hermanos Leoni. La magia y el transcurrir del tiempo son diferentes en su interior, donde aguardan, imperiales, las pinceladas de Tiziano, Rubens, el Greco, Murillo, Ribera, Zurbarán, Fra Angélico o Gisbert. 

El Museo del Prado puede considerarse el proyecto cultural más grande que ha tenido España

Mención de honor merece el enigmático Jardín de las delicias del Bosco, pero, sin lugar a duda, las joyas de la pinacoteca son las que fueron plasmadas por las manos de Diego de Velázquez y Francisco de Goya. Su Pinturas Negras, cargadas de simbolismo, te atrapan causando tanta exaltación como temor: El duelo a garrotazos, El aquelarre o Saturno cargan de misticismo la sala donde aguardan a los ojos de todo curioso que se detenga a contemplarlas. Con Las meninas, Velázquez hace que casi puedas percibir el olor de la Corte de Felipe IV y escuchar las voces de las damas que acompañaban a la infanta Margarita Teresa de Austria; con La rendición de Breda hay momentos en los que te sientes como un lancero que luchó bajo las órdenes de Ambrosio de Spínola y que logró colocar el estandarte de la Cruz de Borgoña en lo alto de la ciudad. 

Así pues, el Museo del Prado puede considerarse el proyecto cultural más grande que ha tenido España, representante de nuestra historia con obras que materializan el espíritu de la nación, y que dio valor a la belleza del arte como forma de una aproximación a lo divino. De hecho, el historiador estadounidense Jonathan Brown llegó a afirmar que «pocos se atreverían a poner en duda que es el museo más importante del mundo en pintura europea».

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