Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

El nacimiento de un escritor inmortal

Era un plácido día de verano en Northmoor Road, de esos en los que el sol se deja sentir en Oxford. La cálida brisa entraba por la ventana de un profesor de Lengua y Literatura Inglesas del Merton College. Este se encontraba sentado, corrigiendo los exámenes de sus alumnos, cuando se encontró que uno de ellos había dejado su hoja en blanco —lo mejor que puede esperar el que corrige—. Sin embargo, una idea atravesó su mente como un rayo y, dejando volar la pluma, escribió sobre el folio: «En un agujero en el suelo vivía un hobbit». En efecto, ese académico era John Ronald Reuel Tolkien y esa primera línea era la apertura de uno de los cuentos más universales de la Historia: El Hobbit

Bloemfontein, el lugar que le vio nacer

El 4 de enero de 1892, Arthur Tolkien escribía una misiva con dirección a Birmingham. La destinataria era su madre, a la que contaba lo siguiente: «Esta semana tengo noticias para ti. Mabel me ha dado un hijo precioso anoche (3 de enero) […]. Su primer nombre será John, como su abuelo, y es probable que su nombre completo sea John Ronald Reuel. Mab quiere que se llame Ronald y yo deseo conservar John y Reuel».

El pequeño John nació en Bloemfontein, en el Estado Libre de Orange (actual Sudáfrica), pues su padre, originario del condado de Staffordshire, había desistido del negocio familiar del comercio de pianos y emigró a dicho lugar para trabajar en el Bank of Africa, del que llegó a ser director. Arthur se había casado con Mabel Suffield el 16 de abril de 1891 y el matrimonio gozó de una notoria felicidad, naciendo de él John y, el 17 de febrero 1894, su hermano Hilary Arthur Reuel. 

Una infancia en orfandad

Pese a la acomodada vida que la familia llevaba, el caluroso verano y el invierno seco, frío y polvoriento de Sudáfrica afectaba de forma negativa a la salud de los infantes, lo que causó que Mabel tomara la decisión de regresar a Inglaterra con sus dos hijos a comienzos de abril de 1895. La desgracia se cerniría sobre la familia poco tiempo después, pues Arthur falleció el 15 de febrero de 1896 debido a unas fiebres reumáticas. 

Viuda, Mabel se vio de pronto obligada a encargarse de la educación de sus hijos en Birmingham. John estaba entonces encantado de vivir en la bucólica Sarehole, una pequeña villa de Worcestershire, cuyo molino inspiró al joven para idear varios de los pasajes de La Comarca. Mabel enseñó a sus hijos, entre otras cosas, latín, y les daba lecturas como Alicia en el país de las maravillas, las leyendas artúricas o el Red Fairy Book de Andrew Lang, cuyo pasaje favorito para John era en el que Sigrud acababa con el dragón Fafnir.

La finalización de los estudios de Tolkien estuvo marcada por el transcurso del primer año de la Gran Guerra

En 1900, Tolkien ingresó en el King Edwards School, y por esas fechas se produjo uno de los actos que marcaría su vida. Tras la muerte de su marido, Mabel se había volcado en su fe y asistía todos los domingos a una iglesia anglicana. Sin embargo, a partir de dicho año, su madre comenzó a asistir a la Iglesia católica romana de St. Anne. Ese año Mabel se convirtió al catolicismo, transmitió a sus hijos los valores de dicha fe y les educó en ella pese a la oposición de su familia. 

Pocos años más tarde, el 14 de noviembre de 1904, Mabel falleció tras pasar seis días en coma a causa de la diabetes que padecía. Le toma el relevo el padre Francis Xavier Morgan, quien continuó transmitiendo a John y a Hilary las enseñanzas católicas. Ya por esos años el joven Tolkien se maravillaba con las pinturas medievales y románticas de Edward Burne-Jones, miembro de la Hermandad Prerrafaelita.

El amor de Edith-Luthien y la Gran Guerra

Con 16 años John se enamoró de Edith. La pareja se comprometió en enero de 1913 y, tras convertirse Edith al catolicismo, se casaron el 22 de marzo de 1916 en Warwick. Durante esos años John también se había centrado en acabar sus estudios de Filología Inglesa en Oxford. Allí profundizó en lecturas como Beowulf o algunas de la mitología nórdica como la Kalevala, que también tendrían un notable reflejo en su obra.

Tolkien comenzó a escribir ‘El Hobbit’ como un cuento para leer a sus hijos pequeños antes de dormir

La finalización de los estudios de Tolkien estuvo marcada por el transcurso del primer año de la Gran Guerra. Tal y como narra John Garth en Tolkien y la Gran Guerra (Minotauro, 2019), Tolkien se apresuró a alistarse, como estaban haciendo sus amigos, apenas estalló el conflicto. El 9 de julio de 1915 el Ministerio de Guerra le notificó que era admitido con el grado de subteniente en el 13º Batallón de Fusileros de Lancashire. Este sería trasladado a Francia el 6 de junio de 1916, se uniría al 11º Batallón y participaría en la batalla del Somme. El 27 de octubre, Tolkien comunica que está enfermo a causa de la llamada “fiebre de las trincheras”, abandonando al día siguiente el servicio de su batallón y regresando a Inglaterra el 8 de noviembre a bordo del Asturias. Sin embargo, parte de Tolkien había muerto en los campos franceses, pues sus amigos Rob Gilson y Geoffrey Smith, con quienes había fundado la sociedad TCBS (Tea Club and Barrovian Society), cayeron en combate. Esto caló de forma profunda en J. R. R. Tolkien, como demostró cuando le tocó contestar a los críticos sobre si El Señor de los Anillos era una reacción a la Segunda Guerra Mundial, manifestando que «la experiencia de un joven atrapado por las circunstancias de 1914 no fue menos horrible que la misma situación en 1939. En 1918, todos mis amigos, menos uno, estaban muertos».

Tolkien en Oxford: el nacimiento del Legendarium

Los años siguientes fueron los de gestación de las grandes creaciones de Tolkien. Tras regresar con Edith, tuvo cuatro hijos, entre los que estaba Christopher, gran valedor y difusor de la obra de su padre. En 1925 comenzó a trabajar en la Universidad de Oxford, donde trabaría una profunda amistad con C. S. Lewis, quien le llegó a proponer en 1961 al Premio Nobel de literatura. 

En este contexto, Tolkien comenzó a escribir El Hobbit como un cuento para leer a sus hijos pequeños antes de dormir. A la composición de este le siguió la que fue su mayor obra, El Señor de los Anillos, cuyo primer volumen, La Comunidad del Anillo, fue publicado el 29 de julio de 1954. En ella Tolkien volcó sus valores conservadores y católicos, a los que supo añadir el folklore de las leyendas artúricas y de los mitos nórdicos. El resultado fue el mayor regalo que ha podido dar a todos los que admiramos su obra: un viaje lleno de fantasía a través de la Tierra Media, desde la bucólica campiña verde de La Comarca, pasando por los colosales Argonath, hasta la inmortal roca blanca de Minas Tirith.

Tolkien falleció el 2 de septiembre de 1973, pero sus obras continúan editándose en la actualidad y la traslación al cine de El Señor de los Anillos por Peter Jackson ha sabido estar a la altura de su pluma. Enterrado bajo el pseudónimo de Beren, junto a Edith -Luthien-, sus restos descansan en el cementerio de Wolvercote. Durante su vida siempre defendió su carácter conservador, su fe católica —pese al desencanto que supuso para él el Concilio Vaticano Segundo— y una férrea oposición tanto al nazismo como al comunismo. Nosotros no hemos tenido la suerte de conocer en persona a J. R. R. Tolkien como lo hizo Christopher Lee, quien dio vida a Saruman en la gran pantalla, pero leyendo sus obras y tomando ejemplo de sus ideas podemos seguir luchando por mantener, como hizo su hijo Christopher, su legado.

Más ideas