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Fervor isabelino

Las portadas y telediarios de todo el mundo atienden casi exclusivamente desde este jueves al fallecimiento de Isabel II, una noticia para la que los medios de comunicación llevaban preparándose años, si no décadas.

La relevancia histórica de su figura es difícilmente cuestionable, incluso desde su papel de reina constitucional, cuyas prerrogativas se limitaban a “ser consultada, a alentar y a advertir”. Todo bajo el secreto de confesión que se supone debe rodear siempre a las audiencias del monarca británico con quien ocupe el número 10 de Downing Street. Bajo su cetro, el Reino Unido acaso haya vivido la mayor evolución política de su historia, con el desmoronamiento del Imperio Británico y el desarrollo de la Commonwealth, y también un profundo cambio social. En palabras de la nueva primera ministra, Liz Truss, Isabel II ha sido “la roca sobre la que se ha construido la Gran Bretaña moderna”.

la presidenta madrileña, con sus indudables y numerosas cualidades, tiene una cierta tendencia a buscar el foco mediático cuando conviene y también cuando no

No es de extrañar, por tanto, la reacción que la noticia ha generado dentro y fuera del Reino Unido. Pero algunos se han dejado llevar por su fervor isabelino, y, sí, el adjetivo va con segundas. Lo digo porque entre los homenajes a la difunta reina ciertamente ha sorprendido el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha decretado tres días de luto oficial en la región. Las banderas ondearán a media asta y la Real Casa de Correos, sede del Gobierno autonómico, se iluminará con los colores de la bandera británica.

Me veo obligado a aclarar, no obstante, ante la reacción que una cierta parte de las redes sociales ha protagonizado en los días pasados, que mi reticencia a la iniciativa de Ayuso no tiene nada que ver con la disputa sobre cierto peñón mediterráneo ni con la bravucona cita atribuida a un cierto marino vasco del siglo XVIII.

Hablamos más bien de un valor en clara retirada hoy en día, el del saber estar. Y lo cierto es que la presidenta madrileña, con sus indudables y numerosas cualidades, tiene una cierta tendencia a buscar el foco mediático cuando conviene y también cuando no.

No le disputo a Ayuso la admiración personal e intransferible que pueda sentir por Isabel II; es más, la comparto. Sin embargo, la mandataria madrileña ocupa un cargo oficial recogido en nuestro ordenamiento jurídico y los poderes constitucionales, como en el caso de un gobierno autonómico, deben prestar honores oficiales a lo estrictamente propio y sólo hasta el ámbito que les corresponde. Deben evitar, en cambio, atender a las filias o fobias particulares de quienes las ocupan.

los británicos son los maestros absolutos del protocolo, la pompa y el boato. Nadie mejor que ellos para despedir por todo lo alto a Isabel

En este sentido, sí tiene un pase que el Gobierno central envíe un mensaje de pésame o que la Casa Real española haya puesto en marcha ciertos protocolos de luto oficial, como el hecho de que el Guion Real —la bandera con el escudo de Felipe VI— haya ondeado a media asta en los reales sitios en homenaje a Isabel II. Si alguien debe encabezar las condolencias a los Windsor, esos son los Borbones. Máxime cuando el rey de España y la fallecida monarca británica compartían un parentesco, aunque este fuese lejano.

Además, los británicos son los maestros absolutos del protocolo, la pompa y el boato. Nadie mejor que ellos para despedir por todo lo alto a Isabel y darle la bienvenida más solemne al nuevo rey Carlos III. No creo que desde Buckingham o Westminster vayan a estar muy pendientes estos días de lo que ocurre en Madrid.

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