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Historia de los cristeros (II): San José Sánchez del Río, mártir y Santo

Regresamos en el tiempo a un 28 de marzo de 1913, el día que nació José Sánchez del Río en el municipio de Sahuayo, una población pequeña ubicada en el Estado de Michoacán, México.

José fue un niño que, como otros miles en todo el país, nació y creció en el campo con las necesidades básicas apenas cubiertas, lo que le obligó a conocer el valor del esfuerzo, el sacrificio y el trabajo desde pequeño. Vivió rodeado de una familia unida y fue educado en valores cristianos que cimentaron sus acciones y su lucha de santificación.  

A su corta edad, con tan sólo 12 años, Joselito fue testigo del inicio de la Guerra Cristera que estalló en el Bajío de México. Allí presenció la batalla que dieron hombres y mujeres valientes para defender con bravura la libertad de culto, de asociación y de expresión, libertades fundamentales que se vieron coartadas y censuradas por el propio Gobierno.

Y es que Sahuayo fue tierra de cristeros. Allí se vivió en carne propia la lucha armada. En su ciudad natal Joselito veía trotar a los caballos y escuchaba a los hombres y mujeres avanzar con gallardía al grito de ¡Viva Cristo Rey!

Él pedía a sus padres, sin éxito, sumarse a los cristeros y pelear por su fe con unas palabras que serán recordadas por la historia: «nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora». Finalmente, tras mucho insistir, y muy a pesar de la opinión de sus padres, se unió a las fuerzas cristeras que luchaban al mando del general Prudencio Mendoza. Ahí Joselito se encargó de preparar y servir comida en los campamentos, cuidar a los caballos y engrasar las armas.

San José Sánchez del Río es hoy un ejemplo para todos los cristianos víctimas de la persecución religiosa, que todavía sigue viva en muchas partes del mundo

En 1928, cuando apenas contaba 14 años, fue arrestado por el ejército federal. Es conocida una carta que en esos momentos envió a su madre:

“Cotija, 6 de febrero de 1928…

Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios, yo muero muy contento, porque muero en la raya al lado de nuestro Dios”.

Atormentado y torturado para hacerle renegar de su fe, le desollaron las plantas de los pies y le obligaron a caminar hasta el cementerio de su Sahuayo natal, lugar donde sería asesinado. Relata su madre que él lloraba y gemía de dolor, pero no cedía. Por momentos le detenían y decían: «si gritas ‘Muera Cristo Rey‘ te perdonamos la vida», pero con mucha fe Joselito rezaba y gritaba ¡Viva Cristo Rey! Al llegar al destino final, sus verdugos lo asesinaron con una bala en la cabeza.

Esta es la historia de un joven mártir, como muchos que entregaron su vida en la defensa de su religión.

En el año 2005 fue beatificado en Guadalajara, Jalisco, y el domingo 16 de octubre de 2016 fue canonizado.

En estos momentos de incertidumbre debemos hacer un llamado a la cordura, a la compasión y a la solidaridad entre naciones por la defensa de la libertad de culto

San José Sánchez del Río es hoy un ejemplo para todos los cristianos víctimas de la persecución religiosa, que todavía sigue viva en muchas partes del mundo; aquella que busca silenciar sistemáticamente los valores y principios cristianos, como la trágica matanza de católicos que tuvo lugar el pasado domingo 5 de junio en Nigeria.

En estos momentos de incertidumbre debemos hacer un llamado a la cordura, a la compasión y a la solidaridad entre naciones por la defensa de la libertad de culto. Como mencionó el Cardenal Saraiva Martins en la beatificación de Joselito “los tiempos no son exactamente los mismos, pero la exigencia de vivir coherentemente en fe en todos los ámbitos de la vida es la misa ayer que hoy”.  

¡Viva Cristo Rey!

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