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Historia de los cristeros (III): las Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco

Como ya comentamos en nuestra primera columna, la Guerra Cristera en México ha sido uno de esos hechos históricos sometido a la tiranía del olvido, y poco se conoce sobre lo realmente sucedido. 

Investigando sobre el tema y buscando bibliografía, tuve la oportunidad de platicar con don Rafael López Morales, quien por 20 años estuvo recorriendo el país entrevistando a cristeros supervivientes, familiares e incluso miembros del Ejército Callista para recopilar fotografías, vídeos y testimonios de quienes vivieron y participaron en este episodio de la Historia mexicana. 

Después de mi conversación con Don Rafael, quisiera explicar un poco más sobre el papel que tuvieron las mujeres en la Guerra Cristera mediante la organización de las Brigadas Femeninas “Santa Juana de Arco”. 

Iniciado el alzamiento armado de los católicos en varios estados de la República Mexicana, la situación comenzó a complicarse. Por un lado, la lucha contra el Gobierno era desigual en número de personas, armamento, alimento, medios de comunicación, transporte y refugio; y por otro, era claramente necesaria una mejor organización interna. 

Las brigadas de Santa Juana de Arco se fortalecieron día a día por sus cimientos firmes, sus convicciones, su sólida preparación, su fe y sus ansias de libertad

Se buscó una solución rápida, eficaz y conveniente para estos problemas con el fin de obtener el mayor provecho sin exponer tantas vidas y perder tanto dinero. Fue don Luis Flores González, un hombre de prestigiosa capacidad intelectual, quien organizó un cuerpo de mujeres con disciplina militar, dispuestas a enfrentarse a todas las pruebas y sacrificios, conscientes de poder llegar incluso a ser sometidas a torturas y a la muerte; una entrega al servicio valiente y total por la defensa de la libertad de culto

En los meses de mayo y junio de 1927 quedó definitivamente organizada la agrupación “Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco”. Entraron de inmediato en acción a través de tres divisiones: la de Occidente, la del Centro y la del Distrito Federal; cuatro zonas: de los Altos, de Guadalajara, del Sur y de Nayarit; y siete brigadas: Brigada Miguel Gómez Loza, Brigada Sanitaria del Sur, Brigada de Los Altos, Brigada de La Unión, Brigada del Estado Mayor y Brigada de Tonalá. 

El 28 de junio de 1926 se firmó un documento en el que se incorporan las Brigadas Femeninas a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, en el que se comprometían a secundar la acción desarrollada para obtener la reconquista de las libertades y su consolidación, y a prestar servicios a los jefes militares reconocidos por la Liga, básicamente consiguiendo y proveyendo a los combatientes de elementos como dinero, alimentos, vestuario, medicinas, correo, refugio y parque, así como curar y proteger a los combatientes lastimados. Eran ellas también las encargadas de transportar armamento escondido de pueblo en pueblo. 

La Cristiada no podría entenderse sin la cooperación de las mujeres, quienes fueron un sostén insustituible para la lucha. Son ejemplo para todos en la defensa de nuestras libertades 

El ejército callista detectó que el trabajo de las mujeres se estaba materializando en triunfos para los cristeros y, por tanto, en derrotas y pérdidas materiales para ellos. Esto las convirtió en blanco de ataques, violaciones e innumerables atentados. 

A pesar de dichos ataques por parte del Gobierno y de otros cuantos perpetrados por los propios católicos que estaban en contra de la participación de mujeres en la lucha armada, las brigadas de Santa Juana de Arco se fortalecían día a día por sus cimientos firmes, sus convicciones, su sólida preparación, su fe y sus ansias de libertad. Llegaron a constituir más de 50 agrupaciones con cerca de veinticinco mil militantes.

La Cristiada no podría entenderse sin la cooperación de las mujeres, quienes fueron un sostén insustituible para la lucha. Ellas son, sin duda, ejemplo para todos en la defensa de nuestras libertades. 

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