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La mujer empoderada y el hombre blandengue en el Hollywood actual

«El zeitgeist y el BOE, que en España vienen a ser lo mismo, ya nos mostraban la masculinidad como algo a superar, objeto de burla y de sospecha»
  • Las consecuencias de todo ello las vimos en esa terrible lista que abría el artículo, nos las encontramos en la incesante cadena de bodrios que se estrenan ininterrumpidamente en los cines y, también, en lo que no se rueda. No hay sitio en nuestros días para el bueno de Conan el Bárbaro, cuya posible serie según nos enteramos hace unos meses fue abandonada arguyendo su «masculinidad tóxica». Pero no podemos concluir sin señalar lo esperanzadoras que son las señales ya clamorosas indicando que el público está realmente hastiado de todo esto, que solo quiere que le cuenten buenas historias. Aquellas creaciones audiovisuales que en el momento de su estreno se jactan de su diversidad y empoderamiento femenino acaban casi invariablemente estrellándose. Un ejemplo lo tuvimos el pasado año con Los anillos del poder, que siendo la producción más cara de la historia acabó en la posición 14 de series más vistas de 2022. Y al contrario. Es paradigmático el caso de Top Gun: Maverick que, sin ofrecer nada novedoso ni cautivador, tuvo una colosal recaudación en taquilla que desbordó cualquier previsión simplemente por ser una continuación fiel en su espíritu a la original ochentera. Es decir, estaba más cerca de aquellas rodadas en promedio en 1974. En cualquier caso, al margen del tiempo que Hollywood se resista a seguir por ese camino merece la pena explorar las cinematografías de otros países, ahí está la espectacular RRR de la India. También, cómo no, recurrir a los clásicos, pues las generaciones previas sí tienen mucho que enseñarnos.

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Hace poco un amigo me pasó este listado de la base de datos IMDB en torno a las películas donde mayor es la diferencia en el voto según sexo. Entiéndase, no necesariamente las preferidas por hombres y mujeres, sino las que solo gustan a unos o a otras. En un primer vistazo llama la atención lo mucho que impactó en el público femenino Harry Potter, saga probablemente muy entretenida pero a la que según temo debí llegar con la edad y sexo equivocados (lástima que de lo primero aún no se haya legislado para que uno decida sus años autopercibidos). Y qué decir sobre la inclusión de ese ejercicio de reescritura de la historia llamado Figuras Ocultas, por el que la llegada a la luna no fue un logro de brillantes ingenieros de pasado nazi sino de mujeres negras. Bodrio prescindible. Ahora fijémonos en las preferencias masculinas: ahí están entre otras La cosa, Sin perdón, Hasta que llegó su hora, El submarino, Toro salvaje, Rocky, Casino, Los siete samuráis, La gran evasión ¡Qué impresionante sucesión de obras maestras! Pero apenas empezaba a regodearme en cierto chovinismo cinematográfico una sombría constatación me heló la sonrisa… las del listado femenino eran todas posteriores al año 2000 salvo 3, mientras que en el masculino ocurría lo mismo pero en sentido opuesto. Dicho de otra forma, el año promedio del estreno de unas era 2004 y el de las segundas 1974.

Uno ya se barruntaba ser un vestigio de otra época, un dinosaurio al que ningún meteorito había dado aún su merecido, y esto solo venía a ratificarlo. El zeitgeist y el BOE, que en España vienen a ser lo mismo, ya nos mostraban la masculinidad como algo a superar, objeto de burla y de sospecha, un artefacto que debe deconstruirse con la cautela que requiere desmontar una central nuclear soviética pues en su núcleo solo alberga toxicidad. No es sorprendente que el cine, como arte propio de nuestra época y formidable herramienta de propaganda, haya hecho de todo ello su blasón. Pero a un precio aún más alto que el de una entrada, dado que son la calidad, el talento y el mérito los jirones que han quedado colgando en esa cerca. Veamos a continuación algunos ejemplos y analicemos las causas de la mano de quienes ya llevan un tiempo denunciando esta deriva.  

Ripley y el cambio de roles

A los humanos nos encanta fijarnos unos en otros, ya sea para criticarnos, desearnos o imitarnos, pero no a todo el mundo ni durante todo el tiempo le gusta ser observado. El cine entonces se convirtió en una excelente rendija por la que mirar a los demás con atención sin ser vistos. Para que el truco funcionase, eso sí, se requería que esa representación ficticia de la vida fuera reconocible. No realista, aunque sí creíble. La suspensión de la incredulidad funciona mientras el universo recreado tenga coherencia interna y coincida con lo que intuitivamente sabemos sobre las personas y sus motivaciones.

En Alien, por ejemplo, nos narraban la infiltración en una nave espacial de un extraterrestre, pero desde el primer minuto veíamos a personajes que a la hora de desayunar criticaban el sabor del café, pedían un aumento de sueldo y hasta tenían un asiento favorito, bromeaban entre ellos o se detestaban ¡Cómo no identificarse con lo que luego les pase! Posteriormente, en su secuela, Aliens: el regreso, nos reencontrábamos a una protagonista inicialmente reacia a arriesgar su vida por el bien de otros —así es como se comportan las personas, incluso las más valientes— aunque luego acabe aceptando la propuesta de viajar a aquel maldito planetoide. Una vez allí, de forma simbólica se convertirá en la madre de una niña y de ese vínculo materno-filial extraerá el coraje necesario para enfrentarse a otra madre de peor aspecto que también lucha por sus crías. Es una historia ambientada en un tiempo y lugar remotos, pero resuena en nuestro interior porque sabemos que las madres enfadas y protectoras son temibles.

El problema llega cuando los guionistas ya no quieren describir cómo somos, sino cómo deberían ser de acuerdo a la agenda política progresista. Una que, precisamente, presupone que no existe tal cosa como la naturaleza humana y que todo es un constructo social, que el sexo lo determinará el DNI y que las mujeres y los hombres no deben ser iguales en derechos sino idénticos e intercambiables en su personalidad y prioridades vitales. De manera que en esta época en que se hace de la excepción la norma y se considera lo normal algo tabú o anticuado, nos toca ver en pantalla una sucesión de mujeres de dureza carcelaria, hackers infalibles, apasionadas de la mecánica e implacables soldados de élite, mujeres que con su 1,65 y 55 kilos apalizan a maromos de 1,90 (un saludo a los esforzados especialistas de tales escenas, eso sí que es actuar), dan siempre el primer beso https://www.youtube.com/watch?v=2pu8OMW2lOA y, en definitiva, se comportan en cada aspecto de la vida como un hombre, porque al parecer solo así es cuando serán libres e importantes. Por supuesto, algo como la maternidad pasa a ser irrelevante. Dado que todas las mujeres de la ficción deben ser fuertes —¡cada personaje en la pantalla ahora es embajador de un colectivo! — eso trae consigo dos inconvenientes narrativos de primer orden. El primero es que terminan convirtiéndose en personajes estereotipados, sin aristas, ni sombras, ni debilidades. El segundo, consecuencia del anterior, es que por tanto no hay una evolución y un crecimiento interior del personaje, su historia ya no encarna el clásico esquema del viaje del héroe descrito por Joseph Campbell. Pero eso lo veremos a continuación.

«We Don’t Need Another Hero«

Pocos autores han dedicado tanto empeño y con tal brillantez a analizar estas cuestiones que estamos abordando como el escocés Will Jordan, novelista, guionista de una película ya en rodaje y crítico cinematográfico en YouTube con más de un millón y medio de seguidores bajo el seudónimo The Critical Drinker. Para quien se maneje con el inglés es muy recomendable todo su canal en general y particularmente esta lista de vídeos titulada ¿Por qué el cine moderno apesta?  En él responde a la pregunta partiendo de distintos ángulos: desde el abuso de remakes, reboots y refritos en general que son indicio de una alarmante falta de nuevas ideas, pasando por el abuso de efectos realizados por ordenador, la pérdida del aura de misterio de las estrellas de Hollywood por su cercanía con el público debido a las redes sociales y, finalmente, dos asuntos interrelacionados que ahora nos atañen, el fin del héroe y la deconstrucción de la masculinidad.

Según señala, el trasfondo moral que tradicionalmente encontrábamos en una narración heroica estaba vinculado al aprendizaje y la autoexigencia. Pero el primero presupone un cuerpo de conocimientos heredado del pasado y unos maestros como figuras de autoridad, mientras que lo segundo choca con la idea narcisista tan extendida ahora de que uno está bien tal como es, ¡el resto del mundo será quien tenga que aprender a aceptarte como eres! Si alguien considera que el problema no es estar gordo sino la gordofobia, difícilmente va a conectar con aquel boxeador de origen italiano que se sacrificó en cuerpo y alma y ni siquiera le concedieron la victoria. O con la protagonista de la primera versión de Mulan, una chica consciente de su inferioridad física que entonces debe recurrir a su astucia y perseverancia para poder ganarse el respeto de los demás. En la adaptación con actores reales, ya imbuida del espíritu de nuestro tiempo, ella nació siendo especial y con poderes casi sobrenaturales. Es mujer y ella lo vale.

Otro ejemplo de ello lo tenemos en el personaje de Rey en Star Wars, que a diferencia de Skywalker o de Han Solo no vive un proceso de aprendizaje, una derrota de la que recuperarse y un cuestionamiento íntimo que le lleve a ser tentada por el lado oscuro para finalmente renacer siendo más fuerte. Ella es perfecta desde el principio, punto. Entonces, ¿qué pueden aportarle cualquiera de ambos? No deben mostrar ningún tipo de posición de autoridad o superioridad sobre ella, eso sería sexista. Además, el pasado no merece ser glorificado, la tradición es opresiva y los viejos estorban. Los héroes de antaño son presentados ante el público como ariscos, inútiles y, ante todo, señoros.

¿Por qué ese desdén hacia lo masculino?

La cuestión tiene varias respuestas desde lo particular a lo general. En primer lugar la educación y experiencia biográfica de quienes ahora escriben y ruedan películas es diferente a los viejos tiempos. Uno lee las fascinantes peripecias vitales de John Houston y puede comprender que llegara a rodar aquella obra maestra que fue El hombre que pudo reinar. Salir ahora de un campus americano con el cerebro frito de ideología te predispone a crear otros contenidos. Harvey Weinstein como gran magnate del sector también ha puesto su grano de arena (y eso que era todo un aliado feminista) en crear resentimiento hacia la masculinidad, mientras que el enfervorecido activismo antitrumpista de estos últimos años —lo que algunos llaman Trump derangement syndrome— parece que exigía utilizar cualquier plataforma, desde un discurso de agradecimiento a un guion, para dejar claro de qué lado se estaba (siempre el mismo, si se quiere trabajar allí). Y, finalmente, ha habido un desplazamiento durante las últimas décadas del debate político hacia cuestiones simbólico-culturales en lugar de socioeconómicas, quizá porque combatir contra un fantasmal machismo estructural es más sencillo que hacerlo contra el paro estructural.

Las consecuencias de todo ello las vimos en esa terrible lista que abría el artículo, nos las encontramos en la incesante cadena de bodrios que se estrenan ininterrumpidamente en los cines y, también, en lo que no se rueda. No hay sitio en nuestros días para el bueno de Conan el Bárbaro, cuya posible serie según nos enteramos hace unos meses fue abandonada arguyendo su «masculinidad tóxica». Pero no podemos concluir sin señalar lo esperanzadoras que son las señales ya clamorosas indicando que el público está realmente hastiado de todo esto, que solo quiere que le cuenten buenas historias. Aquellas creaciones audiovisuales que en el momento de su estreno se jactan de su diversidad y empoderamiento femenino acaban casi invariablemente estrellándose. Un ejemplo lo tuvimos el pasado año con Los anillos del poder, que siendo la producción más cara de la historia acabó en la posición 14 de series más vistas de 2022. Y al contrario. Es paradigmático el caso de Top Gun: Maverick que, sin ofrecer nada novedoso ni cautivador, tuvo una colosal recaudación en taquilla que desbordó cualquier previsión simplemente por ser una continuación fiel en su espíritu a la original ochentera. Es decir, estaba más cerca de aquellas rodadas en promedio en 1974. En cualquier caso, al margen del tiempo que Hollywood se resista a seguir por ese camino merece la pena explorar las cinematografías de otros países, ahí está la espectacular RRR de la India. También, cómo no, recurrir a los clásicos, pues las generaciones previas sí tienen mucho que enseñarnos.

Nacido en Baracaldo como buen bilbaíno, estudió en San Sebastián y encontró su sitio en internet y en Madrid. Ha trabajado en varias agencias de comunicación y escribió en Jot Down durante una década, donde adquirió el vicio de divagar sobre cultura/historia/política. Se ve que lo suyo ya no tiene arreglo.

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